Se viven por estos días lo ecos del atentado terrorista, ya atribuido por el ELN a la Escuela de Policía General Santander, frente a lo cual se han generado toda serie de suspicacias que, dicho sea de paso, no significa que estas desaparezcan porque haya aparecido el responsable, ni representan “teorías conspirativas” como se ha denominado en las redes sociales.
Las versiones que han circulado en los medios dejan entrever incongruencias y múltiples interpretaciones, por lo que mínimamente, el país tiene derecho a saber por qué el Fiscal General y el ministro de Defensa se apresuraron a develar detalles, que posteriormente, se han desvirtuado por las investigaciones que se están efectuando.
Por otro lado, causa vergüenza el aprovechamiento político tan rampante que se ha hecho de la situación. Es demasiado evidente que el gobierno quiere sacarle todos los réditos posibles al atentado para acudir a la mano dura que sus copartidarios tanto pedían.
El gobierno de Duque fue elegido bajo el discurso de generar miedo, acabar con una sensación de desgobierno y de supuesta entrega del país al terrorismo. De la misma manera, los bajísimos índices de popularidad que estaba registrando requerían que se enviara un salvavidas que lo llevara a devolver la confianza de quienes lo llevaron al poder.
Este atentado representó la oportunidad de dar un golpe de mano y salirse de la deriva en la cual la oposición lo veía como la continuidad de la política tradicional, corrupta y clientelista. Mientras que los sectores de derecha lo miraban con desconfianza y con poco don de mando.
Dentro de este orden de las cosas, y teniendo en cuenta la magnitud mediática que generó tan macabro atentado, era bastante lógico que el gobierno se levantara de la mesa de negociación con la guerrilla del ELN. Lo que no tiene ninguna lógica es la leguleyada que se inventó el gobierno para intentar demostrar que actúa con fortaleza al pedir la captura y extradición de los cabecillas del comando central del ELN al gobierno cubano.
Podría decirse que esta iniciativa denota una falta muy grande de sentido común por parte del gobierno colombiano, de creer ingenuamente que un país garante como el de Cuba va a secundar sus peripecias políticas y los argumentos que esgrime la administración de Iván Duque para desconocer los protocolos firmados con el ELN se caen por su propio peso, pues sin la existencia de tales acuerdos iniciales las partes no se hubieran podido sentar a negociar.
Tanto el alto comisionado por la paz, Miguel Ceballos como el canciller Carlos Holmes Trujillo han sido incapaces de darle solidez a los distintos argumentos que sustentan la captura del Comando Central del ELN.
Entonces, resulta demasiado sospechoso que todo esto sea un acto ingenuo o un descalabro del gobierno. Todo parece más una estrategia fríamente calculada para seguir formando ese imaginario de mano dura que tanto necesitaba Duque mostrar a sus copartidarios y seguirle sacando jugo al atentado y por ahí derecho seguir dejando en la sombra el escándalo de Odebrecht, las implicaciones del Fiscal General en este y el desangre silencioso y a fuego lento de los líderes sociales a lo largo y ancho del país.
El gobierno sabe que es muy poco probable la extradición de los líderes del ELN por parte de Cuba, y es claro que estos harán respetar los protocolos firmados con esa guerrilla por el gobierno Santos, cosa que también, el otro país garante, Noruega ha manifestado apoyar. Pero todo esto hace mostrar que el gobierno de Duque tiene mano dura y que quieren castigar a los “terroristas”.
No es un acto de torpeza política lo que piden, es una estrategia mediática y política. A la larga creería que van a tener que ceder, pero habrán logrado generar la algarabía que tanto querían y jugar a ser el policía bueno que llega después de que se ha ido el policía malo.
Lo importante es ante todo mostrar que se está haciendo mano dura, independientemente de si esta se materializa o no.
La idea es que haya una mano dura con cierto tinte de opereta y un show grandilocuente que magnifique el actuar del gobierno. Esto no quiere decir que sea de mentiras o que sea más benevolente. De hecho, podría ser una mano dura más peligrosa, puesto que no es una mano dura enfocada sólo al mantenimiento de unos intereses particulares, sino que además carga con el afán de mostrar un imaginario de seguridad que fue para lo que este gobierno, después de su hábil estrategia electoral fue elegido.
Ante situaciones desesperadas, medidas desesperadas y la marea política de la última semana es un buen ejemplo.