En estos tiempos toda la opinión está concentrada con el escándalo del fiscal Néstor Humberto Martínez, Odebrecht o el IVA a la canasta familiar propuesto en la Reforma Tributaria (ahora llamada, “Ley de Financiamiento”).
Y no es para menos, son grandes dificultades que pasa toda la sociedad colombiana, y no se debe dejar que estos temas pasen de agache o meramente queden en una portada de revista.
La movilización y el profundo rechazo ciudadano debe darse, no solo en las redes sociales, sino también en las elecciones locales del próximo año, y es precisamente de esto en lo que voy a profundizar.
Las próximas elecciones locales serán en octubre de 2019, en donde los colombianos vamos a elegir los dirigentes que tomarán las riendas de las 32 gobernaciones y los 1112 municipios del país, además de elegir los diputados y los concejales que acompañarán cada gestión hasta 2023.
Pero este panorama está hoy en el mayor limbo social y político posible, en el Congreso se tramita una reforma política que puede cambiar drásticamente el momento de elegir a las personas que serán la esperanza o el continuismo.
Es así como muchos no se han dado cuenta de que en esta reforma política lo único que prevalece es el espíritu de contener ese anhelo de cambio que encarnó Gustavo Petro en las pasadas elecciones presidenciales, conquistando en primera vuelta, alrededor de cinco millones de votos cargados de esperanza ciudadana por un nuevo rumbo para el país.
Pero, ahora, el establecimiento se dio cuenta de esto y, a como dé lugar, quiere cambiar las reglas de juego, mas allá de la amplia reforma, quiero centrarme en el articulado que modifica tácitamente las listas abiertas y las transforma obligatoriamente en listas cerradas, este es el gigantesco peligro para los movimientos alternativos y el “orangután” que no se puede dejar meter la izquierda colombiana.
Hoy el país, como tradicionalmente lo ha sido, tiene en el poder departamental y municipal a “los mismos con las mismas”: el Partido Conservador, Cambio Radical, el Partido Liberal y el Partido de la U, se reparten alrededor del 80% del poder en todo el país y saben que están en riesgo de perder su hegemonía.
Precisamente por esto, están a favor de apoyar esta reforma política, muy ingenuos los partidos alternativos y sus dirigentes si piensan que el establecimiento se va a clavar el puñal él mismo.
Retomando el tema central de las listas cerradas a las corporaciones públicas, desconocimiento el voto preferente, quiero evidenciar con cinco razones mi rechazo y además de mostrar el por qué son tan nefastas y lesivas para la democracia colombiana y, en especial, para los que anhelamos un cambio en el paradigma político del país:
- Las viejas casas políticas se beneficiarían y tendrían cargos vitalicios.
- La renovación política sería escasa y casi inexistente.
- La participación juvenil y ciudadana sería más baja, votar para que ganen los mismos no sería motivación.
- Eliminar el voto preferente sin una cultura política en la sociedad, trae más perjuicios que beneficios en el sistema político.
- Si con voto preferente los políticos son “incumplidos y se desaparecen cuando son elegidos”, ¿quién garantiza que con las listas cerradas no van a ser peor, si a nadie le “deben” un voto?
Este “sapo” no solo se lo está comiendo entero la izquierda colombiana, sino que lo está apoyando, creyendo que así su representación a nivel nacional se ampliará, desconociendo que en el juego del ajedrez político, en donde la derecha lleva años ganando elecciones y a sabiendas de que pueden perder poder territorial, no van a permitir que la ola de cambio evidenciada en las presidenciales de 2018, los deje rezagados en las elecciones locales de 2019.
Y es que es inevitable pensar o ser tan iluso que en el ajedrez político, a un rey se le pueda vencer con las piedras que carga un peón. Rechacemos rotundamente las listas cerradas por el bien de la democracia colombiana, el anhelo de cambio y la esperanza de un nuevo país.
Aceptar las listas cerradas en la reforma política, sencillamente es retroceder, es volver al pasado, es volver a la Constitución de 1886.
Aceptar las listas cerradas es volver a aquellos tiempos donde se elegían los representantes por medio de “lapicero” o simplemente por ser amigo, familiar, compadre o cercano al “gamonal político del pueblo”.
Foto cortesía de: El Tiempo.