Me compré tu libro, me lo regalé. Sí, sentí miedo leyendo sobre el asma. No creí la promesa que hiciste al iniciar de que este libro podía asustarme. Pero, me alegra tenerlo. Creo que puede ser un buen compañero en este camino de autodescubrimiento en el que he creído andar sola desde hace un año. Y no porque piense que esté mal hacerlo así, sobre mis propias y envalentonadas huellas. Sino porque encontrarte ha sido como recibir un refrescante baldado de agua fría en la mente calurosa y cansada de tanto pensar en lo mismo.
Conocí la ansiedad (como trastorno) el 3 de julio de 2017 y el sábado haré mi primer viaje por aire desde eso. He volado muchas veces; pero esta es la primera, por así decirlo. Me entenderás, desde el 3 de julio. Suena muy digerible: esta persona sufre de ansiedad. Incluso veo a algunos que la han experimentado o que la están viviendo y pienso que nadie imagina cómo ha cambiado mi vida, cómo me ha cambiado a mí. Siento que ha sido una catapulta, un centro. Algo que me ha permitido evolucionar de muchas maneras.
Vivo agradecida porque también considero que ha sido mi ancla, mi salvación a cómo era yo antes. En fin. Odio que digan «ataque de pánico». Pienso que el pánico lo pone la persona porque desconfía, el resto es solo miedo. De hecho, hasta me parece racional asustarse. Entonces, prefiero usar el término «crisis de ansiedad».
Tu libro me da buena espina, me agrada verlo sobre mi nochero, se siente como un cálido consuelo, un mensaje de esperanza materializado ahí, en reposo. Una bella y pintoresca evidencia de que todo va a estar bien. Y más lindo saber que es el producto en el que convertiste a tu ansiedad; que, a mi juicio, no es más que un instrumento para hacer grandes cosas dentro y fuera de uno.
Solo quería decírtelo, hablarte un poco de la manera en que le hablo a mi cabeza. Pues, caigo en la cuenta de que, con los demás, siempre uso cierto filtro. Además, ahora, también me generan muchísima empatía los trastornos. Aunque, la verdad, ya me siento casi un 100% mejor que el 3 de julio.
Este ha sido uno de los momentos más intensos y relevantes de mi vida hasta hoy y tú estás aquí, al lado de mi cama, contándome tu historia y yo estoy contigo allá, donde estés, en una cadena de compasión y de resiliencia a la que se suman tus nuevos lectores día a día; en esta hermandad de valientes de la mente y de las emociones que, con trabajo y mucho amor propio, hemos re-armado en nuestro corazón el significado de la palabra “felicidad”.
Querida Amalia, si pudiera explicarte la alegría que has traído a mi realidad, ya un poco tediosa de estar siempre enfocada en un terco y vicioso círculo. Si pudiera decirte que tu libro ha sido como un juego-cómplice para calmar las ansias, para pensar más claro, para entender lo simple que es la vida y lo mucho que se complica la mente solita.
Si pudiera, querida Amalia y te tuviera de frente para decirte: ¡Gracias!
Foto cortesía de: Clapps