Después del debate que la Oposición le hiciera en el senado al ministro Carrasquilla, lo más probable es que la moción de censura contra el ladino funcionario no prospere. Es decir, seguiremos, para vergüenza de Colombia, sin poder estrenar esta figura política[1] consagrada en la Constitución de 1991.
Y por los lados del ministro, este podrá continuar con su tarea de consolidar y profundizar el modelo neoliberal, que para el caso específico de Colombia, busca reducir el Estado a su más mínima expresión, o permitir su cooptación y captura mafiosa, frente a un creciente mercado, en el que sus agentes de poder buscarán concentrar aún más la riqueza en pocas manos.
Finalmente, Carrasquilla fue puesto al frente de la cartera de Hacienda para servir a los intereses de los empresarios que patrocinaron la campaña presidencial del actual mandatario de Colombia.
Insisto en que no es nada raro que la moción de censura propuesta contra Carrasquilla no prospere. Y es así, porque el ethos mafioso se entronizó no solo en la sociedad, sino en su clase empresarial y política. Salvo los citantes al debate, los congresistas en Colombia suelen actuar en beneficio propio, por esa razón se ponen al servicio del gobierno de turno. En este caso, las bancadas de los partidos Liberal, Conservador, Cambio Radical y Mira, entre otros, apoyaron al cuestionado ministro Carrasquilla.
El gobierno de Iván Duque claramente exhibe un talante corporativo con el que la bancada gobiernista y el propio Presidente, justifican y validan lo hecho por Alberto Carrasquilla con los llamados Bonos de agua. Que 117 municipios tengan hoy comprometidas sus finanzas públicas y, por ende, el bienestar de sus pobladores, constituye un asunto menor para quienes llegan al Estado con la clara pretensión de enriquecerse o de aprovecharse de la información privilegiada a la que tienen acceso. Finalmente, funcionarios estatales y agentes privados aprendieron a manejar el Estado con un sentido corporativo.
Lo que debería de preocuparnos en mayor medida es el silencio cómplice que exhiben los gremios de la producción, el empresariado, la Academia, Sindicatos, estudiantes, y la Iglesia Católica, entre otros agentes de la sociedad civil. Incluso, la Federación Nacional de Municipios debería de manifestarse en torno a la difícil situación fiscal por la que pasan 117 municipios, “beneficiados” por los “Bonos de agua”, o los “Bonos Carrasquilla”.
Esperar que los señalados agentes de la sociedad civil confluyan en una petición que exija la salida del cuestionado ministro de Hacienda, deviene en una verdadera utopía. Sectores de la sociedad civil y de la sociedad en general, comparten los principios éticos con los que actuó Carrasquilla. Hay millones de colombianos que admiran al vivo, al ventajoso, al mentiroso, al marrullero, al ladino y a todo aquel que tenga como único objetivo de vida conseguir dinero, a como dé lugar, así sea violando la ley.
Para destacar del debate, las intervenciones de Petro y Robledo: organizadas, fundamentadas y claras. Lástima que en este país este tipo de ejercicios argumentales de poco sirvan, en particular cuando logran develar el sinuoso talante con el que actuó Alberto Carrasquilla.
Insisto en que deberíamos de sentir vergüenza como sociedad, ante el silencio cómplice de aquellos agentes de la sociedad civil sobre los cuales recae la responsabilidad de construir una mejor sociedad. Asusta y aterroriza la afonía del empresariado, de la Iglesia Católica y de la Academia. Quizás esa sea la expresión clara de que estamos perdidos y de que moralmente somos un país inviable.
Ya quisieran algunos colombianos que este sistema de «robo» fuera una de las materias en la educación colombiana, cuando la corrupción les toque y sientan verdaderamente el daño será tarde. Lo que no creo es que les llegue el arrepentimiento.