En el año 2012, tras una lucha a brazo partido contra la burocracia reinante y las mil y una ardides de los senadores y politiqueros acérrimos enemigos de la meritocracia, muchos colombianos logramos ingresar al servicio público mediante un concurso de méritos a través de la vilipendiada convocatoria 001 de 2005. Puja que duró 7 largos años.
Dicen que la unión hace la fuerza. Fue así como todos los aspirantes de la precitada convocatoria, unidos dimos la batalla a todos los enemigos de la carrera administrativa y con la ayuda de algunos medios de comunicación se logró la divulgación nacional de las inválidas e inconstitucionales trabas puestas, en la que igualmente se denotaba la marcha lenta de la llamada Comisión Nacional del Servicio Civil en el desarrollo de la misma.
Fue necesario instaurar una tutela para lograr el nombramiento oficial, pues el ente municipal dejó traslucir cierta desidia para llevarlo a cabo, lo que aumentó la larga espera para cristalizar un logro sin medición de favores políticos.
Tras trasegar varias décadas en la empresa privada en distintas actividades económicas, especialmente del área hotelera, se dio el empalme como servidor público, un paso no menos tormentoso, originado en la mal ganada animadversión que suscitaba esa camada de “meritocráticos”, quienes ingresaban a ocupar cargos, que hasta ese momento ostentaban contratistas y personas nombradas en provisionalidad.
En mi caso particular, mi recibimiento estuvo marcado por el matoneo, la flagrante indiferencia de mis nuevos compañeros de trabajo durante el desarrollo del reglamentario periodo de prueba, tiempo durante el cual tuve que acopiarme de paciencia y mucha tolerancia, además de recurrir a estrategias de contingencia para sacarlo avante.
Mi equipo de cómputo fue saboteado, la esencial información de trabajo borrada por completo y, prácticamente de manera autodidacta y suspicaz, logré desarrollar las funciones propias del cargo desempeñado.
Todas estas circunstancias me dejaron en claro cómo sería el clima laboral a enfrentar de ahí en adelante. Eso sí, en su debido momento las irregularidades fueron denunciadas al área encargada, lográndose posteriormente, el traslado a otra dependencia del organismo.
La mística que uno desarrolla en la empresa privada, es una especie de bastión para poder superar esas peculiares y complicadas situaciones arraigadas en la “fauna laboral” del llamado servicio público, donde batallan muchas especies, tan disímiles entre sí, unas más peligrosas y letales que otras, pero a la larga movidas todas bajo los mismos instintos de una malsana ley imperante, donde hay que sobrevivir a toda costa y por encima de cualquier eventual enemigo o depredador.
Las especies que ostentan poder suelen moverse con el apoyo de especies menores bajo una cofradía cómplice; dentro de esas “roscas” se barajan intereses particulares, donde cada uno utiliza al otro para beneficio propio, y a la vez unen sus fuerzas para proteger al líder de la manada.
Todo aquel que no encaje en esa cofradía, ni se supedite a sus leyes, es eliminado con cualquier astuta argucia. Los más fuertes siempre se impondrán sobre los que son considerados débiles o mortificantes piedras en el zapato. Los depredadores harán su trabajo sin atisbo de compasión.
Un gran porcentaje de esa “fauna laboral”, son aves de paso que dependen de los vientos burocráticos que soplen. En cada periodo de elecciones se sobrevienen los temidos tifones que arrasan algunas especies menores que se quedan sin la protección de las especies rapaces dominantes que fueron abatidas en contienda electoral, las que logran sobrevivir, hambrientas sobrevuelan y merodean incansables el ente convertido en fortín político.
Durante estos 6 años, conservo incólume la mística y la vocación de servicio adquirida en la empresa privada y, ahora como otra especie integrante de esa “fauna laboral” del servicio público, he aprendido con dificultades a sobrevivir en medio de las especies depredadoras, la adaptación ha sido paulatina y nunca me ha tocado recurrir a argucias y estratagemas viles para defenderme, pero muy seguramente, nunca dudaría en utilizar garras y colmillos cuando vea amenazada mi propia existencia en ese peculiar ecosistema, al que llegué a cuenta de la siempre amenazada meritocracia.
En ese proceso me votaron los documentos para no permitirme hacer la evaluación… No hubo forma de enfrentar la desigual pelea. Es titánico tu triunfo .