El sentido del discurso de posesión como presidente de la República de Colombia, de Iván Duque Márquez (2018-2022[1]), es el mismo con el que conquistó el voto de una buena parte de los 10 millones de colombianos que al final optaron por esta opción de poder.
Las manidas y vacías frases de campaña como “construir y no destruir” y “propuestas, no agresiones”, nos llevaron nuevamente a recordar apartes de ese pasado escenario electoral. Sin embargo, Duque dejó por fuera de su discurso de posesión la frase “ni trizas, ni risas”, con la que claramente en campaña anunciaba ajustes al tratado de paz y de alguna manera advertía algún distanciamiento con algunos miembros del movimiento Centro Democrático (CD).
Advertido y presionado por agentes de la comunidad internacional y de organismos multilaterales sobre lo negativo que sería para el país “hacer trizas” el Acuerdo Final, como lo propuso Fernando Londoño Hoyos, uno de los ideólogos del CD, Duque fue prudente al no atacar de manera directa lo acordado; sin embargo, dejó dudas alrededor de la idea de respetar lo negociado en La Habana, cuando señaló que había que corregir fallas estructurales que se han hecho evidentes en la implementación» y que su Gobierno reforzará las políticas de desmovilización, desarme y reinserción «de la base guerrillera». ¿A qué exactamente se refería el presidente de la República?
Lo citado del discurso de Duque, abre el camino para que el ya lento proceso de implementación de lo acordado entre el Estado y las Farc, termine ahogándose en el debilitamiento presupuestal que, por ejemplo, soportará en adelante la Agencia Nacional de Tierras y la aparición de obstáculos administrativos y de débiles políticas públicas, entre otras acciones de Estado, conducentes a frenar o ralentizar la creación de las instituciones y programas que deben nacer por mandato de lo acordado en La Habana y ratificado en el teatro Colón de Bogotá.
En el mismo párrafo referido líneas atrás, se advierte la enorme molestia, por llamarlo de alguna manera, que siente el presidente y los miembros de su propio partido, por la presencia de algunos elementos de la cúpula de las Farc en el Congreso; por el otro lado, habría en las palabras de Duque la sensata apuesta por consolidar los proyectos productivos y los emprendimientos de la base guerrillera que se reinsertó en el marco de lo acordado en Cuba. Al final, Duque estaría forzadamente abocado a “tragarse algunos sapos” por cuenta de la negociación política con las Farc, más por la presión de la ONU y de organismos multilaterales de crédito, que por un total convencimiento de lo favorable que ha sido para el país haberle quitado las armas a las Farc.
El solo hecho de proponer el desmonte jurídico de la conexidad entre el narcotráfico y el delito político, confirma su desagrado con la negociación lograda con las Farc y la presionada decisión de respetar lo firmado en el teatro Colón.
El llamado a la unión del país que hizo Duque durante su posesión como presidente no puede entenderse en el mismo sentido que tiene el pacto político del que se habla en el Acuerdo Final, por cuanto en su discurso hay asomos de resquemores y porque su independencia y autonomía están totalmente comprometidas con los intereses económicos y políticos del latifundista, caballista y ganadero, Álvaro Uribe Vélez. Sin embargo, el llamado del recién posesionado presidente tendría la intención de mandar un mensaje de tranquilidad no solo a la Oposición, sino a quienes desde el exterior estarán atentos a sus decisiones en materia de consolidar la paz para Colombia.
A pesar de ello, Duque enfrentará la radicalización que al interior del Centro Democrático subsiste en torno a la herencia dejada por Santos en materia de construcción de paz. El discurso del presidente del Congreso, Ernesto Macías, en la misma ceremonia, es la clara expresión de las dificultades que enfrentará el jefe de Estado, cuando sus decisiones y directrices vayan encaminadas a lograr que el proceso de implementación del Acuerdo termine exitosamente, en particular, cuando en materia de actualización del catastro, aumento del impuesto predial para predios rurales y la búsqueda de claridad en títulos de propiedad, entre otras acciones, terminen tocando los intereses de ganaderos, empresarios del campo y latifundistas, afectos a la “causa uribista”.
Lo dicho por Macías no solo deja entrever odio, animadversiones, ojerizas, enemistades, resentimientos y una profunda intención de polarizar más al país y de no brindar garantías a la Oposición, sino de provocar el enfrentamiento con una parte de la Corte de Suprema de Justicia (CSJ) y los magistrados que citaron a indagatoria a Álvaro Uribe Vélez, quien no solo ungió a Duque, sino que impuso a Macías como presidente del Congreso.
La actitud asumida por Macías claramente busca debilitar aún más a la justicia y lograr, por ese camino, cooptarla y secuestrarla a través de la creación de una sola Corte. Recordemos que Duque en campaña habló de la necesidad de reducir a las altas Cortes a una, lo que le aseguraría al Ejecutivo una fácil manipulación, en particular, por los casos que involucran a su jefe político.
Entonces, a partir de lo dicho por el presidente del Congreso, se puede colegir que la bancada del CD en dicha Corporación, con el apoyo de liberales y conservadores y de otras fuerzas políticas, harán posible la consolidación de lo que en otras oportunidades he llamado el “Doble Estado”.
Es decir, mientras Duque, sin mayor convencimiento, promete no hacer trizas el Acuerdo Final, su partido político, en cabeza de Uribe y Macías, harán todo lo que esté a su alcance para entorpecer la implementación de lo acordado en Cuba.
De esta manera, la responsabilidad de lo que suceda en adelante con el proceso de paz con las Farc y la consolidación de una paz estable y duradera, estratégicamente quedará en manos de las redes, legales e ilegales, que el expresidente Uribe aupó durante sus ocho años de mandato, y las que hoy logra mantener y extender por varias regiones, gracias a su tóxico liderazgo. Al final, no se podrán señalar responsabilidades directas ni al senador Uribe y mucho menos al zafio, grosero y rústico presidente del Congreso, Ernesto Macías, cuando el país haga el balance del proceso de implementación. Y todo gracias al proceso de debilitamiento de la justicia que hoy arrancó a juzgar por lo dicho por el político huilense.
Es tal la presión internacional que ya siente el presidente Duque, que, en su referencia al proceso de paz con el ELN, habló de consultar a la ONU para evaluar los 17 meses de conversación en los que poco se logró avanzar en la negociación entre esa guerrilla y el gobierno de Santos. Eso sí, advirtió que la continuidad de dicha Mesa de Diálogo deberá darse sobre la base de que el ELN abandone las prácticas del secuestro, el asesinato de miembros de la fuerza pública y los ataques a la infraestructura económica.
Habrá que darle un compás de espera al presidente Duque. Su llamado a gobernar con decencia, con principios y su intención de combatir la corrupción y el clientelismo puede quedarse en una simple estratagema para tapar el evidente funcionamiento de un “Doble Estado” en Colombia, sobre el que él no tiene ningún control, por tratarse de un asunto estructural sobre el cual se mantiene la vigencia del Establecimiento.
Adenda 1: es muy grave lo registrado por el Noticiero Noticias Uno, en su emisión de hoy 7 de agosto de 2018, cuando logró colarse en la celebración privada de la bancada del CD, después de la posesión de Duque. Lo dicho por Uribe y por sus congresistas, claramente hacen pensar en que estamos ante el proceso de consolidación de un “doble Estado” y del doble juego político en el que estará comprometida la gobernabilidad del recién posesionado presidente.
Adenda 2: en el momento en el que Macías le pone la banda presidencial a Duque, este hace un gesto de «molestia» que bien puede estar asociado al altisonante discurso del presidente del Congreso, o a una vieja antipatía entre los dos miembros del CD, en particular por las dudas y a los miedos que al interior de ese movimiento hay, en el sentido en que Duque tome distancia del proyecto político y de Uribe, tal y como aconteció con Santos. Es posible que Iván Duque Márquez adopte una postura similar, siempre y cuando haya una sentencia judicial en contra de Uribe, desde el orden internacional.
[1] Es probable que desde las huestes del Centro Democrático se insista en la idea de convocar a una Asamblea Nacional Constituyente o por vía legislativa, se intente revivir la reelección presidencial. Cualquiera de los dos caminos conduciría al mismo norte que, muy seguramente, la derecha y la ultraderecha colombiana ya se trazaron: consolidarse en el poder, eliminando, electoral, física, simbólica y políticamente a todo aquello que huela a izquierda o a cambio en las correlaciones de fuerza.
Antes de emitir juicios con carácter de verdades absolutas, denle al presidente el beneficio de, al menos, un año de gobierno.
En un año, es posible saber con mayor certeza, hacia donde se navega.
Las intenciones del presidente, reveladas desde su época de campaña, son unas, pero el paquete que le ha sido entregado apenas va a comenzar a desenvolverlo y él mismo desconoce lo que va a poder lograr.
Es tan difícil darle el beneficio de la duda y el Tiempo ?
Saludos. No es difícil darle el beneficio de la duda como Usted llama. El asunto aquí es mirar de quién viene rodeado y de la existencia de ese «Doble Estado» en Colombia. Gracias por leer y comentar.
Germán Ayala