“El poder, es como un violín.
Se toma con la izquierda
y se toca con la derecha”.
Eduardo Galeano
Si prefieres, puedes escuchar el análisis.
En Colombia creció el clima de tensión y la llamada ‘polarización’ de cuenta de las elecciones que darán relevo al presidente Juan Manuel Santos y determinarán asuntos en el ojo del huracán, como la corrupción, la justicia, la independencia de poderes y, muy en especial, las posibles modificaciones y la forma en que se continuará implementando el Acuerdo de Paz entre el Gobierno Nacional y la guerrilla de las FARC, antes Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia y hoy, en el ruedo político, Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común.
La decisión, se tomará en las urnas el próximo domingo 17 de junio entre los candidatos que vencieron en la primera vuelta: Iván Duque Márquez y Martha Lucía Ramírez, por el Centro Democrático con el 39.14 % de los votos (7’567.785) frente a Gustavo Petro Urrego y Ángela María Robledo con el 25.09 % de los votos (4.850.639).
La campaña de Iván Duque, el candidato del movimiento uribista, lo ha proyectado desde el principio como la opción para la renovación de la política y sus formas, a la par que avivan el miedo al Castrochavismo, es decir, a que en Colombia se instaure un régimen de corte socialista o comunista y el país se convierta en Venezuela, o sea, que se replique la crisis política, social y humanitaria que en este momento viven.
La Investigadora del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG,) Ava Gómez Daza, explicó antes de realizarse la primera vuelta electoral, cómo el partido Centro Democrático matizó su discurso de derecha a través de un marketing político ‘new age’, con un candidato fresco y novedoso. Es decir, viejas fórmulas como seguridad, austeridad y racionalización del gasto público, dentro de un marco discursivo más amigable, de innovación social, emprendimiento y sostenibilidad ambiental, entre otros.
Para Gómez Daza, los más retardatarios en términos de propuestas políticas resultaron ser los más audaces en la selección de su candidato, elemento que, explotado adecuadamente en un clima de hastío generalizado hacia el sistema político y sus protagonistas actuales, podría generar (y generó) ventaja en la campaña electoral.
Lo cierto es que, con dicha estrategia, lograron obtener la mayor votación parlamentaria y aseguraron a su candidato en segunda vuelta, aún cuando su caballo de batalla, el Castrochavismo, ha sido un fenómeno descartado en Colombia por diferentes analistas y académicos.
Para el venezolano Víctor Mijares, doctor de la Universidad de Hamburg y profesor del Departamento de Ciencia Política de la Facultad de Ciencias Sociales de Los Andes, el mito está en creer que el castrochavismo se puede instalar en todas partes de la misma manera con los mismos resultados.
Para él, “la exportación de ideologías es un poco parecida a la exportación de animales exóticos donde uno los pone en ambientes que pueden ser favorables o pueden ser hostiles”.
Y no ve tantas condiciones favorables para el desarrollo del castrochavismo en el ‘hábitat’ colombiano, pues las condiciones históricas, sociopolíticas y económicas del país no dan como para que se implemente totalmente.
Dándole peso a la tesis de personajes como Thierry Ways, el especialista en Finanzas y empresario barranquillero, que considera que el error de las campañas de centro, centroizquierda e izquierda ha sido negar la existencia del fenómeno, que sí está presente en otros lugares, en lugar de explicar por qué aquí no podría darse. El Castrochavismo sí existe, pero no sería posible en Colombia, que es otra cosa.
Este miedo infundado en el ciudadano promedio con ayuda de los medios de comunicación que han reproducido el mensaje sin analizarlo ni contrastarlo, es el que tiene a Gustavo Petro tan cerca, pero tan lejos, de ser el primer presidente de izquierda en la democracia más vieja de latinoamérica.
Tras cincuenta años de conflicto con la exguerrilla de las FARC, en Colombia afloró el odio hacia las ideas de izquierda y todo lo que se le pareciera, como pensamiento crítico, legalización de aborto, despenalización de drogas, protección de derechos humanos o la titulación de tierras.
Convirtiéndonos en uno de los países más a la derecha del continente, donde diversos analistas, como Hernando Gómez Buendía y el politólogo Francisco Gutiérrez, han sentenciado que no ha habido tal polarización entre derecha e izquierda, sino una radicalización, pues históricamente se ha elegido entre la derecha y la extrema derecha.
No obstante, tras la firma de los Acuerdos del Teatro Colón y la desmovilización de las FARC, la ciudadanía ha podido darse cuenta de que la guerrilla no era el peor mal que aquejaba al país, sino la enraizada corrupción que devora a bocados el erario público.
Con escándalos como la plata robada en los capítulos departamentales del Programa de Alimentación Escolar (PAE) —que la Contraloría calcula en más de 60.000 millones—, el caso Reficar (610.000 millones), el megaescándalo de la venta de decisiones judiciales en la Corte Suprema y los sobornos de Odebrecht —que ya superan los 88.000 millones de pesos—, y por cuya trama han caído presidentes y altos funcionarios alrededor del continente, pero que en Colombia ha generado pocas consecuencias y movilizaciones, teniendo incluso a uno de los señalados de viajar en la campaña pasada a negociar un soborno, como el favorito a ocupar la Casa de Nariño.
Esto ha permitido que los sectores de oposición o alternativos aumenten su representación en el Congreso y que, por primera vez en la historia del país, un candidato de izquierda con alta popularidad, llegue vivo a la segunda vuelta, sosteniendo un discurso anticorrupción, mejoramiento en salud y modernización del sistema económico, respaldado por figuras como el economista francés Thomas Piketty, teórico de la desigualdad.
Gustavo Petro, exsenador y exalcalde de Bogotá, promotor de la Colombia Humana, se ha distanciado de las ideas de Nicolás Maduro y ha dejado claro que Hugo Chávez no fue un dictador, como lo está siendo su reemplazo. Debido a que vivió otro momento, en donde la bonanza petrolera le permitía mantener a un pueblo subsidiado. Pero esto no ha sido suficiente para algunos de sus detractores, que insisten en promover el miedo a que se replique aquí un modelo que ha ocasionado el éxodo en masa de los ciudadanos venezolanos de su patria.
Para Jorge Andrés Hernández, coordinador del Observatorio de la Democracia en la Fundación Paz y Reconciliación, aunque el discurso antiestablecimiento y anticorrupción de Petro sea un movilizador muy importante del voto de opinión, las maquinarias de los partidos políticos tradicionales aún son muy fuertes, sobre todo en las regiones.
Y lo cierto es que las maquinarias y los partidos poco a poco se han ido alineando a la derecha tras los resultados de la primera vuelta. Germán Vargas Lleras, quien en campaña fue férreo crítico de Iván Duque y su mentor Uribe, llegó a unírseles con Cambio Radical: “para evitar que la izquierda se tome el poder”.
Después llegó el Partido Conservador, quien prácticamente ya estaba dentro de la campaña uribista con la adhesión de Viviane Morales y su esposo Carlos Alonso Lucio, excongresista y exdirigente del M-19. A quien se sumó Carlos Gaviria y la mayoría del Partido Liberal, no sin antes, recibir un aluvión de críticas de parte de los sectores liberales que defienden la paz y ven cómo, quien antes era jefe de la campaña por el plebiscito para la paz, se une al promotor natural del no y principal obstructor del Proceso de Paz y su implementación.
Los últimos movimientos, dejaron al candidato Iván Duque, ‘el de la renovación’, con el apoyo de todos los partidos tradicionales y las maquinarias electorales del país. Hecho que, según fuentes internas del partido Centro Democrático, no ha sentado del todo bien en las bases, pues muestra que el candidato está dispuesto a negociar lo que sea, con quien sea.
Por su parte, Gustavo Petro, recibió el apoyo de bases liberales y fajardistas, al igual que de las bancadas del Polo Democrático Alternativo y la Alianza Verde, lo que continúa alimentando su imagen alternativa entre el electorado, generando incertidumbre en el panorama nacional y latinoamericano, ya que si bien en Colombia estaríamos ante la posibilidad de virar a la izquierda, en el resto de la región se continúan reorganizando las fuerzas.
En varios países que a comienzo de la última década tenían tendencia de izquierda, esta ideología ha perdido espacio, ante el regreso de gobiernos de centro derecha y derecha, como pasó en Argentina, Brasil, Perú y Paraguay.
Con la muerte de Hugo Chávez y la salida del poder de Luiz Inácio Lula da Silva, quien hoy se encuentra preso por corrupción, la izquierda ha venido perdiendo referentes que la impulsen a proyectarse y replicarse.
La pésima gestión de Nicolás Maduro y, con el gigante Brasil gobernado por la derecha, no han sido climas idóneos para que surjan nuevos líderes que defiendan programas socialistas, como hace poco tiempo pasaba con José Mujica, Néstor Kirchner o Chávez, el inventor del “socialismo del Siglo XXI”.
Ante la crisis de liderazgo del socialismo, la derecha ha ganado reiteradas elecciones en la región. Mauricio Macri, en Argentina, venció a la ficha del kirchnerismo. En Chile, Sebastián Piñera le ganó a quien Michelle Bachelet había apoyado. Lo mismo ha pasado en Perú y en algunos países de Centroamérica, dejando como resultado una América Latina mayormente a la derecha, puesto que 11 de 18 países analizados, se inclinan a la derecha y, el resto, tienen tendencias de izquierda.
1. En México gobierna Enrique Peña-Nieto del partido PRI a la centroderecha.
2. En Guatemala está Jimmy Morales del Frente de Convergencia Nacional a la derecha y extrema derecha.
3. En Honduras, por el Partido Nacional de Hondura, a la derecha, está Juan Orlando Hernández.
4. En Nicaragua está Daniel Ortega a la extrema izquierda con el Frente Sandinista de Liberación Nacional.
5. En Costa Rica el presidente es Carlos Alvarado a la Centro derecha por el Partido Acción Ciudadana.
6. En Cuba salieron los Castro, tras seis décadas de gobierno y quedó en el poder Miguel Díaz-Canel a la extrema izquierda por el Partido Comunista de Cuba, único partido de la isla.
7. En Panamá gobierna Juan Carlos Valera a la Centro-derecha por el Partido Panameñista.
8. En Venezuela está Nicolás Maduro a la extrema izquierda por el Partido Socialista Unido de Venezuela.
9. En Ecuador el poder lo tiene el presidente Lenín Moreno de la Alianza País a la centroizquierda.
10. En Perú está Manuel Vizcarra a la centroderecha con Peruanos por el Kambio.
11. Michel Temer en un Brasil a la derecha por el Partido Democrático de Brasil.
12. Bolivia continúa a la izquierda con Evo Morales del Movimiento al Socialismo-Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos.
13. En Paraguay está Carlos Abdo Martínez, del Partido Colorado y a la derecha.
14. En Uruguay gobierna Tabaré Vásquez del Partido Socialista del Uruguay a la centroizquierda.
15. Chile es gobernada por Sebastián Piñera, a la derecha, por el Partido Renovación Nacional.
16. En Argentina está Mauricio Macri, a la centroderecha, por el Partido Propuesta Republicana.
17. En República Dominicana gobierna Danilo Medina del Partido de la Liberación Dominicana, continuando a la derecha y bajo el mismo partido.
18. En El Salvador, a la izquierda, está Salvador Sánchez Cerén por el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional.
El 18 de junio, Colombia amanecerá en uno de estos dos grupos. Se definirá si sumará más peso en la balanza hacia el lado que ya tiene conocido y aprendido, y del cual es anfitrión, o si hará nuevamente historia, cambiando de lleno su tradición derechista.
Edición, infografía y voiceover: Natalia Rodríguez y Pablo Andrés Rojas.