En la compleja y difícil coyuntura política por la que atraviesa el país, votar en blanco no solo constituye una necedad, sino que advierte falta de criterio y mucho de ignorancia en quienes piensan hoy, o ya decidieron, votar el 17 de junio en ese sentido.
Me referiré en esta columna a las decisiones que en esa dirección adoptaron el excandidato presidencial de la Coalición Colombia, Sergio Fajardo, y uno de los aupadores de dicha campaña, Jorge Enrique Robledo.
Pero antes hay que señalar que para la segunda vuelta, en caso de que el voto en blanco derrote a los candidatos Petro y Duque (el ungido de Uribe), ese resultado no tendrá efectos jurídico-políticos. Se tratará, en el lejano caso de que suceda, de un “triunfo moral y simbólico”.
Aclarado el asunto del valor de votar en blanco en esta segunda vuelta presidencial, paso a revisar el caso de Sergio Fajardo. El exgobernador de Antioquia acaba de señalar públicamente que votará en blanco. Sin duda, estamos ante un voto que tiene un enorme valor social y político en la medida en que puede constituirse en un derrotero y camino a seguir para muchos ciudadanos que depositaron su voto en primera vuelta por el profesor Fajardo.
Estoy seguro de que el anuncio de Fajardo de votar en blanco busca mantener sus buenas relaciones con el Establecimiento. Él no quiere ser un outsider de la política antioqueña. Sabe que anunciar su voto por Gustavo Petro lo ubicaría en un escenario complicado por cuanto el candidato presidencial de la Colombia Humana lo que ha confrontado en esta campaña, justamente, es la ética y la responsabilidad política de quienes lideran y soportan eso que se llama el Establecimiento.
Dado lo anterior, considero que Fajardo es coherente. Y lo es, porque en su momento, en una columna que escribió en El Colombiano en 1997, se despachó en elogios hacia Uribe, cuando este fungía como Gobernador de Antioquia.
Incluso, le alcanzó a Sergio Fajardo para legitimar a las Convivir que operaron en Antioquia con la anuencia de Uribe Vélez y que todos sabemos que terminaron apoyando a grupos paramilitares. Así entonces, Fajardo está obligado a mantener sus buenas relaciones con el Establecimiento.
Muy seguramente, con la votación alcanzada en la primera vuelta y, a pesar de haber dicho que esta era su última campaña, estará pensando en aspirar a un cargo público de elección popular o quizás, aceptar una embajada o un ministerio.
Fajardo está obligado a votar en blanco porque es beneficiario y agente del Establecimiento. Por eso no puede votar por quien justamente se atrevió a sacudir al Régimen de poder. Y es que el sacudón es tan fuerte, que obligó al Partido Liberal a respaldar la campaña de Iván Duque Márquez, dejando atrás luchas y principios que lo mantuvieron en directa confrontación con las ideas conservadoras y anacrónicas que hoy confluyen en el proyecto neoconservador de Uribe.
Y al hacerlo, garantizarán las fuerzas liberales (¿Iliberales?) y otras que ya se sumaron, no solo el regreso de Uribe, sino la concentración del poder político y de nuevo, el debilitamiento del equilibrio de poderes cuando Duque cumpla con lo dicho en campaña: reducir las altas cortes, a una que pueda manejar Uribe a su antojo. Se da por descontado que contará con un Congreso a su favor.
Justamente, por lo que se avecina para el país en materia del funcionamiento de la institucionalidad y de la operación del Estado Social de Derecho, es que votar en blanco bien puede constituirse en un error, una necedad, o para el caso de Fajardo, en una estrategia de mediano plazo para mantener su vigencia política.
Más claro: Fajardo reconoce en Uribe Vélez no solo a un gran elector, líder político y caudillo, sino a un político que bien le sabe servir a las estructuras de poder económico que sostienen el Establecimiento: banqueros, empresarios e industriales; de igual forma, como sabe servir y usar a las estructuras de poder coercitivo y las fuerzas de seguridad del Estado: la creciente burocracia policial y militar, pero sobre todo, a aquellas organizaciones que hacen posible que en Colombia exista un “doble Estado”.
El caso de Robledo tiene diferencias con el de Fajardo. Jorge Enrique Robledo históricamente ha juzgado al Establecimiento y confrontado a sus élites por incoherentes, mafiosas y corruptas. Por eso, se esperaría que Robledo decidiera acompañar a Petro en segunda vuelta, a pesar de las rencillas y las diferencias de criterio que sostienen los dos de tiempo atrás.
Disputas que, atravesadas por un conflicto propio de ególatras, no justifican la decisión de Robledo de votar en blanco en la segunda vuelta, a sabiendas de lo que significará para el país el regreso de Uribe y su política de seguridad democrática, que no es más que la aplicación del Estatuto de Seguridad de Turbay Ayala (1978-1982), al que simplemente se le añadió el calificativo de democrático.
Con todo lo anterior, votar en blanco el 17 de junio de 2018 constituye un garrafal error, si esta decisión está soportada en las incertidumbres e incluso en miedos que surgen y acompañan el proyecto político de Gustavo Petro, por cuanto este busca cambios sustanciales en las correlaciones de fuerza y en las formas nocivas, poco democráticas e ilegítimas bajo las cuales viene operando el Estado colombiano.
Y/o consecuentemente con lo anterior, se vota en blanco porque de alguna manera se quiere rechazar el regreso de Uribe en “las carnitas y huesitos” de Duque. En ese sentido, es preferible darle la oportunidad a Gustavo Petro Urrego, quien al recibir el apoyo del Polo Democrático y de los otros sectores de poder político que hicieron parte de la Coalición Colombia, ya morigeró su discurso y matizó asuntos problemáticos que generaban preocupación en el electorado. Asuntos que tienen que ver con la propiedad privada, el modelo económico y la responsabilidad en el manejo fiscal, en relación con políticas públicas de corte social.
Para todos los ciudadanos que en estos momentos piensan votar en blanco, les digo que hacerlo en ese sentido constituye una necedad, un craso error, quizás una estupidez y dará cuenta de una empobrecida cultura política y una lectura equivocada de la actual coyuntura. Al hacerlo, de manera indirecta abonan y facilitan el camino para que triunfe el proyecto político que encarna Uribe Vélez y quienes lo rodean.
Proyecto de país en el que no cabemos todos y que Duque se encargará de que así sea, pues cumplirá al pie de la letra lo que Uribe le ordene; y será así, por su carácter sumiso y por la deuda que tiene con el latifundista que lo sacó del anonimato y que intenta meterlo a empellones en la historia del poder político de Colombia.
Excelente articulo que me invita a volver a votar por Gustavo Petro y a tratar de persuadir a mis familiates y amigos a no votar en blanco y a que respalden el proyecto politico del verdadero cambio que propone la Colombia Humana. No mas Uribe! No..no!
Y a quien obedecerá Petro?
Al partido comunista, a los castristas, a los chavistas, a los sandinistas, a los maduristas, a los correistas, a los lulistas, a los marxistas, a los leninistas, a los estalinistas, a lo marulandistas, a los del M19-todavias existen- a los amigos del che, a toda una tribu de retrógrados guerrilleros narco traficantes que solo piensan en su bienestar.
leamos la historia y verán que es asi
Usted es un chavista petrista sofista por definición
Y con una visión sesgada de país
Desconoce que lo que hay en juego son dos visiones distintas de país
Y la que usted propone es fracaso anunciado
Es evidente que los partidarios de Petro olvidan que él fue un guerrillero, que sigue siendo guerrillero de corazón. Olvidan que los guerrilleros mataron, secuestraron, realizaron masacres, obstaculizaron la economía. Todo eso es perdonable, para ellos. Todo es justificable. Deberían estar escondidos para que nadie los viera, si tuvieran vergüenza. Solo ven los defectos ajenos, pero sus crímenes son insignificantes a sus ojos. Lo peor es que quisieran que todos los demás aprobaran sus actos y sus ideas. Les duele mucho que Álvaro Uribe les haya cortado el camino al poder por las armas y nunca lo perdonarán.