Yo creo que la educación es la mejor herramienta para acabar con la guerra y la violencia sistémica de este país. Un ciudadano educado, no solo en el saber sino también en el ser, estará preparado para tomar decisiones en las que prime el bien común.
No será tan vulnerable frente a los discursos de los poderosos, ya sea de quienes buscan perpetuar el rumor de la guerra, y venderse como salvadores, o de quienes cumplen el perfil del político corrupto, apoyados por maquinarias pertinaces.
Un ciudadano educado podrá romper el círculo de la pobreza, y no vender su voto por una suma ínfima; sabrá posible el transformar las realidades sociales, a través de ciencia, investigación y cultura; podrá elegir el camino de la paz en una guerra con intereses económicos como telón de fondo.
No en vano, la educación es concebida por la Unesco como un punto clave para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible, enfocados en erradicar la pobreza en el mundo para 2030.
En el documento Reducir la pobreza en el mundo gracias a la enseñanza primaria y secundaria universal, sostiene que “como la educación y la pobreza son fenómenos dinámicos con potentes efectos intergeneracionales, si no se actúa ahora se pone en peligro el futuro de varias generaciones (…). En una generación se podría reducir en más de la mitad la pobreza en el mundo, si todos los adultos cursasen completa la enseñanza secundaria”.
De otro lado, según el documento La educación en Colombia, publicado en 2016 por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (Ocde) y el Ministerio de Educación, la desigualdad social profundiza las disparidades para acceder a la educación en Colombia.
Aunque no he revisado en detalle todas propuestas de los candidatos, sí he llevado a cabo una lectura de su desempeño y accionar político en los últimos tiempos. Y, si bien a cada uno siempre lo antecederá un pero —no hay político sin alguna forma de maquinaria o grado de corrupción—, mi apuesta será por un país más educado para nuestros hijos, en un contexto donde hay cada vez más idiotez y, lo que es peor, esta se aplaude.
Fotografía cortesía de Colprensa.
