Mientras en Colombia hace curso la idea de que reconocer el fracaso o el desconocimiento de un tema es reprochable o despreciable; el mundo encuentra en la exaltación de la humildad, el fracaso, un punto de partida para el crecimiento y la mejora continua. Aceptar una realimentación, caer y levantarse, superar el falso dilema ganador vs perdedor, un reto para el país.
En este instante, mientras escribo, miles de gimnastas en el mundo comparten en redes sociales videos con la etiqueta #GymnasticsFailChallenge (el reto del fracaso gimnástico), que fue una iniciativa del gimnasta italiano Sydney Saturnino que se hizo viral. (1) Y es que la perfección y mejora continua que demanda una disciplina tan exigente como la gimnasia (o en general casi cualquier deporte), implica pasar por muchos intentos fallidos, así como aceptar muchas derrotas. Me hace pensar en nuestra actitud frente a los deportistas colombianos, nuestra asombrosa capacidad de convertirlos en dioses o demonios de la noche a la mañana. Nuestro desprecio por el “perder es ganar un poco”
Quizá desconocemos que una de las escritoras más exitosas de todos los tiempos, Joanne Rowlling, dio uno de los discursos más célebres en Harvard en el mismo tono de nuestra célebre frase de Maturana. “On this wonderful day when we are gathered together to celebrate your academic success, I have decided to talk to you about the benefits of failure” (En este día maravilloso que nos reunimos a celebrar vuestro éxito académico, he decidido venir a hablarles de los beneficios del fracaso). Es un discurso que para mí personalmente fue muy importante en una etapa de mi vida en que decidí reinventar mi carrera, a partir de lo que en ese momento sentí como un fracaso. Debo reconocer que me inspiró profundamente para llegar a dónde estoy ahora (¡curiosamente en la misma alma mater de Joanne!).
Hay que decirlo, lastimosamente hay que salir del contexto colombiano para aprender a apreciar un “reconozco que esto no lo tengo claro”, un “reconozco que esto fue una falla”. Sé que no soy la única. Hace poco hablaba con varios colombianos en el exterior que compartimos la misma sensación. Alguien decía “aquí (en el extranjero) he aprendido el valor de decir no sé”.
Como estudiante de posgrado, muchas veces llegas aquí inflado con una arrogancia académica propia de quienes Brigitte Baptiste alguna vez llamó académicos junior, y tiene razón, el académico senior, pareciera ser más humilde y reflexivo que quienes estamos siguiendo sus pasos. La sabiduría y el popular “sabérselas todas” son cosas diferentes. El académico junior, en la mayoría de los casos posa de “sabérselas todas” (error en el que yo misma he caído), mientras que el académico senior, es más razonable y analítico. ¿Quién les despierta más confianza?
Pero esto no sólo ocurre en el mundo académico, en el mundo laboral y administrativo, también puedo dar fe de que el mejor líder no es el jefe que cree hacer las cosas mejor que sus colaboradores que las manejan día a día, sino aquél que sabe delegar en los expertos y escuchar – es más: consultar – a su equipo. Fuera de Colombia he aprendido que a veces es mejor decir como Sócrates que “sólo sé que nada sé”, que es más honesto un “no sé, lo voy a revisar” (y hacerlo), que es muy importante aceptar e invitar a personas de mi confianza a retroalimentarme y que no se debe temer a la crítica constructiva…. y adicionalmente, he aprendido a valorar mis fallas, mis errores.
La foto que acompaña este artículo corresponde a un trabajo fracasado de un artista desconocido. La adquirí por casualidad en el cierre de la exhibición “Failure In Progress” (Fracaso en marcha) en el PCA (Plymouth College of Arts) en Inglaterra, dedicada a la celebración del fracaso, del error, como algo que enriquece superar. Los trabajos estaban dispuestos en un corredor, a manera de obstáculos, lo que en sí mismo era una metáfora de la falsa percepción del fracaso, y de ir más allá del mismo. Está de más decir que esta pieza que ahora está en mi biblioteca representa para mí una gran lección, admiro a la artista que la puso allí a la vista de todos, y la exhibo con todo el cariño.
Recuerdo de mis épocas de coordinadora en Colombia, lo difícil que es dar una realimentación a un trabajador de tu equipo, por más entrenamiento y preparación que recibimos para hacerlo con todo el cariño, aprecio y genuino interés. El colombiano está enseñado a no aceptar y justificar el error, porque no lo ve como algo positivo.
Así mismo yo reconozco lo difícil que era también para mí aceptar la realimentación sin sentir ese frío en el corazón, a todos nos pasa. Quizá algún día comprendamos lo valioso y bonito de reflexionar y ver dónde podemos hacer las cosas mejor, dónde tenemos oportunidad de seguir creciendo, dónde podemos perfeccionar un artículo, una presentación, un proceso.
Y por supuesto que jamás ni nosotros ni los demás serán perfectos ni se las “sabrán todas”, ni tendrán todas las respuestas y que eso está bien. Que esos artistas, deportistas, líderes que lo reconocen son las personas asertivas que ojalá logremos emular en lugar de atacar. Dejar atrás la tara que nos impide decir “no sé” o “fracasé” y aprender, caer y levantarse y reírse porque eso es la vida.
Confío en que llegaremos algún día a dejar atrás la crítica destructiva, fundamentada no en el interés auténtico por el otro, sino en la rivalidad y la agenda personal. Pero también a (no tener la madurez, eso es un cliché) aceptar el error como parte fundamental de nuestro desarrollo, quererlo, valorarlo, abrazarlo y celebrarlo como la artista desconocida de Plymouth, como los gimnastas del mundo.
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Referencias
(1) Ver entre otros:
https://www.flogymnastics.com/articles/6198765-gymnasticsfailchallenge-fails-from-around-the-gymniverse
https://deadspin.com/thousands-of-gymnasts-are-sharing-videos-of-their-best-1825963309
(2) Reflexiones en el blog del artista Peter Kingston: https://pskingston7.wixsite.com/mace/single-post/2018/03/27/Failure-In-Progress
Nota: Gracias a Andrés Balagera y Eduardo Santos por sus valiosísimos aportes y comentarios al texto.