No solo para los violadores y abusadores de niños se deben aplicar penas ejemplarizantes. Digamos, por ejemplo, la pena de muerte o la cadena perpetua. Al igual que millones de colombianos, soy de los que defiende la autoridad y el camino del correcto orden social.
De los que exigimos mano de hierro y castigo sin contemplaciones para quienes cometen actos aberrantes, salvajes y cancerígenos. De los que no nos andamos con medias tintas o tonos grises para decir las cosas. De los que fustigamos las consideraciones fofas y gelatinosas de ciudadanos hipócritas, las posturas religiosas y abstractas de origen divino de aulladores sociales. De los que no comulgamos con malsanos moralismos de congresistas corruptos, sentencias farisaicas y puritanas de magistrados permeados también por la corrupción, organizaciones religiosas que se amparan en dioses de “amor, bondad y perdón” y gremios altisonantes ávidos de figuración mediática.
Luego de ser aprobado en el Senado de la República, hace tránsito a la Cámara de Representantes un proyecto de Ley que da vía libre a la castración química en Colombia de los violadores de bebés, niños y menores de edad. Procedimiento que se aplicaría siempre y cuando, de manera voluntaria, el violador y abusador sexual así lo exija o solicite al Ministerio de Salud, para que hormonalmente se intente bajarle las ganas de seguir causando tan brutal y repugnante crimen. Los que disfrazan todo con palabras dicen que es “para inhibirle el deseo sexual a los desadaptados sociales”… ¡Puff!
Plausible la iniciativa que impulsa la senadora del Partido de la U, Maritza Martínez, autora del proyecto de Ley. Pero esto de la castración química (que no está plena y científicamente demostrado que surta efectos al cien por ciento en la mente y la libido de los asquerosos violadores y violadoras, porque también hay mujeres) es apenas un paliativo. Un analgésico. Un paño de agua tibia que no va a controlar y menos a meter en cintura a quienes cometen esa salvajada.
La dimensión y alcance de la violencia sexual es escalofriante. Si nos atenemos a lo que dice el Instituto de Medicina Legal (porque hay centenares de casos que no se denuncian y se quedan en el olvido) en 2017 se registraron más de 22.000 casos comprobados, donde el 80 % fueron contra bebés, niños y menores de edad. Cada hora se registran decenas de casos. ¡Esto es diabólico!
Causa terror que una tragedia, un drama apocalíptico como este, siga ocurriendo y aumentando exponencialmente en un país donde un presidente Santos se jacta a boca llena de que su paz cada día se consolida más y que millones de familias pueden vivir y dormir tranquilas. ¡Ciertamente miente de manera cínica y vergonzante!
Y es que la pena de muerte o la cadena perpetua en cárceles bajo tierra se debe imponer también a los culpables de otros delitos que corroen a la sociedad. Como a los secuestradores, los narcotraficantes, los asesinos que apagan vidas con sevicia, brutalidad y premeditación. Y, desde luego, contra los corruptos y corruptos gobernantes, congresistas, diputados, concejales, contratistas y todo aquel podrido ser humano que se robe lo público para engordar sus cuentas bancarias y vivir como reyes a costillas de lo que le pertenece a millones de colombianos.
Como lo dije arriba, a los protagonistas de estos aberrantes, salvajes y cancerígenos actos no se les debe dar tregua. Si queremos empezar a enderezar nuestro torcido y nauseabundo ordenamiento social, hay que ser duros y sin lágrimas contra esas repulsivas sabandijas que se ponen el disfraz de seres humanos para causar dolor infinito.
Una nación donde sus mandatarios miren de reojo crímenes atroces como el que aquí señalo, donde los encargados de hacer las leyes sean sus cómplices, donde los partidos políticos simplemente se dediquen a buscar su propio beneficio, donde el aparato y sistema judicial (maleable y vendido) también se plegue a la injusticia, jamás alcanzará el verdadero desarrollo.
Es a toda la sociedad, sin distinción de credos religiosos, colores políticos, sexos, posición social, nivel educativo, pactos internacionales, a quien le toca levantarse con carácter, firme, de frente y sin miedo. Exigirle a quienes ostentan el poder y tienen la posibilidad de hacer las cosas mejor que respeten la Patria y a quienes de ella formamos parte. ¡Mano de hierro!
Por lo tanto, a los violadores sexuales, los corruptos, los secuestradores, los narcotraficantes, los asesinos que apagan vidas con sevicia, brutalidad y premeditación y otros cuantos tipos de aberraciones humanas que se me pasan, ¡pena de muerte, cadena perpetua bajo tierra!
Son ellos o es una sociedad sana. Y un verdadero país en paz y progreso, digo yo.
Imagen cortesía de Javier Corcuera.