El hiperpresidencialismo que seremos: Del caso argentino al colombiano

Los fusibles son los funcionarios públicos de todas las instancias, reemplazables, desechables si se quiere, prescindibles, no obstante, el nervio central, la fuente de luz nunca debe dejar de brillar.

Opina - Política

2018-04-18

El hiperpresidencialismo que seremos: Del caso argentino al colombiano

El politólogo estadounidense, Joseph LaPalombara, al describir el sistema de gobierno presidencialista afirma que, en dicho sistema el presidente es jefe de Estado y de Gobierno a la vez, que este es independiente del Poder Legislativo y, por tanto, no depende mayor ni continuamente de este para su existencia o sobrevivencia.

Una opinión semejante ofrece el profesor Mario Serrafero, para quien el presidencialismo representa la legitimidad autónoma del cargo presidencial, los amplios poderes de los que dispone el Estado y, por ende, un insuficiente control institucional.

En este orden de ideas, el cargo de presidente, sobre todo en estas naciones tropicales, es una especie de monarquía, elegida por el poder popular, con pesos y contrapesos susceptibles de manipulación, que trae como consecuencia, democracias de papel en las que el jefe de Estado se convierte en sí mismo en una prenda de incierta garantía, con una legitimidad constitucional endeble y ficticia.

El prefijo hiper significa superioridad o exceso, justamente eso representa el hiperpresidencialismo, un abuso de las facultades presidenciales en detrimento de la democracia. El hiperpresidencialismo tiene como principal característica la preeminencia del poder ejecutivo sobre las otras ramas del poder público, además, el presidente aparte de tener mayor control sobre los tres poderes, puede también decidir por ellos en determinadas situaciones e influenciarlos, generando un desequilibrio en la balanza de la autoridad democrática.

Argentina fue pionera en el tema del hiperpresidencialismo contemporáneo en Latinoamérica. En las elecciones del país austral de 1983, Raúl Alfonsín, asumió la presidencia de la nación con lo cual finalizó el gobierno de facto de la dictadura militar autodenominada «Proceso de Reorganización Nacional» desde entonces, el país se estabilizó (al menos en términos institucionales), dado que no hubo mayores alteraciones al orden constitucional en los años posteriores. Pero la fórmula de los «fusibles» ingeniada por Alfonsín traería mas dolores que remedios.

El fusible es el encargado de cortar el paso de la corriente eléctrica cuando esta tiene una intensidad excesiva que puede llegar a quemar los componentes de un circuito. Si bien este no es un componente eléctrico, es indispensable para el funcionamiento de este, dada su gran capacidad de proteger a los circuitos eléctricos de cortocircuitos.

En el ejercicio político buena parte del aparato estatal funciona como un circuito de fusibles. Donde es posible que se quemen todos los dispositivos de protección que componen el circuito, pero nunca el circuito. En otras palabras, los fusibles son los funcionarios públicos de todas las instancias, reemplazables, desechables si se quiere, prescindibles, no obstante, el nervio central, la fuente de luz nunca debe dejar de brillar.

En el gobierno de Alfonsín se gesta el Pacto de los Olivos, un acuerdo para reformar la Constitución Nacional, pero estableciendo pautas básicas sobre las condiciones de la reelección del presidente y los contenidos de la reforma constitucional.

Allí se acordó no realizar un plebiscito y aceptar la reelección por una sola vez del presidente en funciones, pero acortando el primer mandato, al mismo tiempo que se acortaron los mandatos de los senadores, se incorporó un tercer senador por la minoría, se estableció la figura del Jefe de Gabinete y el Consejo de la Magistratura para atenuar el presidencialismo, a la vez que se sometían los decretos-leyes a reglas precisas, se incluían varios derechos de tercera y cuarta generación y se daba prioridad a los tratados internacionales sobre las leyes.

La Asamblea Constituyente argentina se reunió en la Ciudad de Santa Fe a mediados de 1994 y produjo una serie de reformas Constitucionales en la que se modificaron 43 artículos, el acto contó con la presencia activa del propio presidente.

En la Argentina de Alfonsín se dio un nuevo uso al fusible político, pues la pretensión era crear un sistema híbrido entre presidente y primer ministro, donde este último funcionara como «fusible de recambio». A este personaje se le llamó jefe de gabinete, una figura que funciona en países cuya tradición democrática ha sido mas o menos regular, como es el caso de Francia. En Colombia por ejemplo esta figura sería nefasta, aunque es al punto donde la derecha unida en una eventual presidencia de Iván Duque quiere llegar.

Muchos fusibles, potentes y de alto voltaje se han quemado en diversos gobiernos, en “El tiempo de la gente” de Ernesto Samper su principal fusible se quemó de una manera estrepitosa, Fernando Botero Zea, jefe de campaña y luego ministro de Defensa, fue a la cárcel por el famoso proceso 8.000, pero el mandatario no sufrió un solo rasguño. «Aquí estoy y aquí me quedo», afirmó en su momento.

A Álvaro Uribe se le quemaron varios fusibles y no precisamente en el cerebro: Andrés Felipe Arias, ministro de Agricultura y Desarrollo Rural (2005-2009); Diego Palacio, ministro de Protección Social (2003-2010) y Sabas Pretelt de la Vega, ministro del Interior y de Justicia (2004-2006), por mencionar solo algunos «casos aislados» que son vox populi.

No es de extrañar que Colombia intente realizar un experimento político similar al argentino. El centro democrático en una eventual presidencia de Duque se convertiría en una extraña quimera entre el hiperpresidencialismo y el parlamentarismo, pues tendrá cooptado el poder ejecutivo con su presidencia, el legislativo con Uribe como primer ministro (plenipotenciario y jefe de gabinete), el poder judicial por antonomasia; máxime si logra por medio del Congreso y la pretendida reforma constitucional: Cerrar las altas cortes y hacer una sola corte suprema a su voluntad. Es decir, una cortesana real del emperador de Salgar.

El hiperpresidencialismo en Colombia se siente desde hace décadas, pero ahora y de forma paulatina, hace una rápida metamorfosis del autoritarismo a la dictadura. Es, en pocas palabras, el propósito de las huestes arribistas, «refundar la patria», el proyecto paramilitar por excelencia.

La falsa democracia más antigua de América, donde hace mucho tiempo la iniquidad política se enconó, donde la derecha transformó las instituciones estatales en una guarida de sabandijas y así continuará hasta que el pueblo salga de su marasmo o hasta que no quede piedra sobre piedra.

 

 

Imagen cortesía de Publimetro.co.

 

( 1 ) Comentario

  1. Una realidad de nuestro país que la ignorancia política no deja ver

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Jorge Diego Mejía
Coordinador de la Tertulia Literaria Universidad de Antioquia. Normalista Superior, Normal Superior de Envigado. Politólogo Universidad de Antioquia. Columnista de Al-poniente (2017-2018) Colaborador de la Agencia de Comunicación de los Pueblos Colombia-Informa (2018)