A escasos días de elecciones, se ha escuchado hablar con vehemencia a ciertos candidatos sobre combatir la desigualdad, o en su afán politiquero: “erradicarla”; pero ¿conoce usted qué es la desigualdad y cómo se presenta en Colombia y quiénes la han promovido para su propio beneficio?
La desigualdad es, en términos entendibles, la brecha social que existe entre dos poblaciones distintas, o en casos más específicos, entre individuos de una comunidad en donde se evidencia la falta de oportunidades como acceso a educación, a la salud, al trabajo, a la tenencia de tierras y demás factores que se involucran en el desarrollo o progreso de esta. Según Kliksberg, Doctor en Economía y asesor de la ONU, UNICEF, OEA, entre otros, la desigualdad es el principal problema de América Latina, aunque estén bajando los índices de desigualdad en la región, no se puede pasar por alto la gravedad de que esta condición sea el día a día de ciertos países.
Kliksberg pone en evidencia que la desigualdad es directamente proporcional a la escala de inversión en sectores como salud y educación, por ejemplo, un país, como Brasil o Argentina o Uruguay, en donde sus inversiones en educación y salud son altas, el índice de desigualdad es bajo frente a aquellos países que no invierten lo considerable en estos sectores, además, resalta que la desigualdad es representada a través de una reducción en el ahorro, en el consumo, en el aumento de la delincuencia y menor cohesión social como efectos directos, afectando también el índice de desarrollo humano. Según la UNESO y la Organización Panamericana de la salud, se debe invertir alrededor del 6% del PIB del país en estos sectores.
El origen es claro: políticas neoliberales que castigan a la población más vulnerable. Dicho lo anterior, es necesario preguntarse: ¿es Colombia un país desigual? Según un informe del Banco Mundial, Colombia es el país con mayor desigualdad del hemisferio después de Haití, veamos por qué.
En educación, Colomba es el país latino que menos invierte en este sector, según la Ocde. Esto me recuerda lo acontecido hace unos días en donde en Twitter publiqué: “Un país que no invierte en educación ni en ciencia, es un país que no aspira al progreso. No olvidemos que la riqueza de un país se mide por su fuente y fuerza de conocimiento.” Días después, la cuenta oficial del presidente Santos respondió: “Coincido con usted. Por eso la educación es el sector que más recursos recibe desde hace 4 años. Sé que falta, pero #LoCiertoEsQue hoy ir al colegio es gratis y más de 30.000 pilos pueden estudiar en las mejores universidades”.
Aclaremos, efectivamente sí es el sector que más recursos recibe respecto a otros, pero no en el que más se invierte. Estuve revisando el Presupuesto General de la Nación de los últimos años, y la inversión en educación es baja. No olvidemos que los gastos de inversión son los que mejoran cobertura, calidad y eficiencia del servicio educativo. Además, tal como lo reveló la Ocde, el gasto en educación en todos los países que componen el grupo de estudio es, en promedio, US $10.182 al año por estudiante de primaria, secundaria y universidad; en Colombia, la inversión en el sector de educación es de US $3.245 por estudiante, la cifra más baja en América Latina. Si esto lo relacionamos con la sugerencia de la UNESCO, 6% de inversión en educación respecto al PIB, Colombia, al año 2017, asignaba una proporción del 5,8%. Pero si la inversión es baja, no olvidemos que el presupuesto se divide en gastos de funcionamiento y gastos de inversión, la cobertura, la calidad y la eficiencia se reduce considerablemente.
Las anteriores cifras son un contexto global de la desigualdad que existe en el sector educativo de Colombia frente a otros países, desigualdad que se resume específicamente a que no hay inversión y no hay oportunidades. Si observamos el comportamiento de la educación rural, según el artículo de la Revista Semana “Preocupantes cifras de acceso a la educación en zonas rurales del país” el 60% de jóvenes del campo no acceden a la educación media, a su vez que en el 2016 las matrículas universitarias, es decir, educación superior, registraron que el 1% correspondía a jóvenes venidos del campo, cifra que en el año 2015 estaba en 2%. También, un estudio realizado en Bogotá, arrojo que “de cada 100 graduados, solo 48 ingresan a la educación superior”.
La desigualdad representada en el limitado acceso a la educación en Colombia evidencia una inestable política educativa en ejecución. Al Gobierno Nacional le hace falta invertir más en educación y dejar a un lado el protagonismo. La educación es y será el motor de desarrollo y progreso de una sociedad. Aquel que se atreva a afirmar que la educación no es el camino, entonces ¿cuál es el camino según su posición?
No solo existe la desigualdad en acceso a la educación, sino también la desigualdad de inversión entre instituciones, por ejemplo: al Gobierno Nacional solo le importa mantener su política de “Ser Pilo Paga”, política que desvía los recursos de la educación pública a la educación privada. Esta es una política que se ha hecho ver como “becas” a los más “pilos”, pero la realidad que acarrea es otra: esta política surgió como programa que busca generar a los puntajes superiores en la Prueba Saber unos créditos condenables con el monto de cada semestre de la carrera de la universidad que escoja el beneficiario, en el mayor de los casos: Universidad de los Andes.
Dice el Rector de la Universidad Pedagógica de Colombia y presidente de la Asociación Colombiana de Universidades (ASCUN), Adolfo Aterhortúa, que el programa “Ser Pilo Paga” ha beneficiado a 30.000 jóvenes. Si estos recursos, según él, se destinaran en su totalidad a la educación pública, se podría haber formado 500.000 jóvenes. Además, afirma que en el año 2006 “en las universidades, más o menos el 70% lo ponía la Nación y el 30% recursos propios”, afirmación que pierde esencia al reafirmarse que hoy en día ya están 50-50 y que podría hablarse de una reducción de aportes de la Nación en un 20% o 30%.
Lo anterior afecta directamente la calidad de la educación, entiéndase calidad por cobertura, infraestructura física y tecnológica, investigación y ciencia. Un ejemplo claro es la Universidad Nacional de Colombia, calificada como la mejor universidad del país, que hoy en día sufre estas desastrosas políticas educativas del Gobierno Santos. Y no solo esta universidad, en el departamento del Tolima está la Universidad del Tolima, quien ha evidenciado una crisis desmedida, hasta el punto de que estuvo por cerrar. Hoy en día, la Universidad del Tolima, única universidad pública de la Región, contempla un déficit presupuestal de 22 mil millones de pesos, mientras esto sucede, la Universidad de los Andes evidencia un incremento en sus matrículas aprovechando esta política de desfinanciación de las universidades públicas. Este incremento fue el siguiente: 2015 incrementó en un 5,3%; 2016, 6,9% y 2017, 9,6%, según el artículo de Las 2 Orillas “Los Andes, una universidad privada que vive de recursos públicos”.
Es entonces cuando uno se cuestiona: ¿es la educación desigual? Y responde con tristeza: Sí lo es. En materia de educación aún falta mucho para lograr ser ese país que tanto anhelamos. Las oportunidades se dan entre grandes brechas que no solo separan a la sociedad, sino a las instituciones en sí, como vimos ahora con las Universidades, los jóvenes del campo y los jóvenes graduados de las ciudades.
Un país sin educación está condenado a ser un país esclavo, un país sumiso y un país doblegado. Necesitamos una reforma educativa que garantice el acceso y la financiación a la educación, en donde no sean solo los “más pilos” los que puedan ingresar a la educación superior y donde quepa, incluso, los jóvenes del campo, los que más sufren esta desigualdad. Una reforma educativa en donde no se hable de créditos con altas tasas de interés e interminables de pagar. Una reforma educativa donde prime la inversión en ciencia, investigación y educación pública de calidad.