¿En qué irá la iniciativa que suscitó un mal llamado “padre de la patria hacia mediados del año 2017, desde el mancillado Congreso de Colombia, tendiente a habilitar una especie de “central de reporte de morosos alimentarios” exclusiva para padres irresponsables?
En efecto, la propuesta (nada raro tendría que hubiera naufragado, como todas las iniciativas aceptables en el cuestionado parlamento) apuntaba a establecer una tecnificada y rigurosa central a nivel nacional de reporte de enajenados progenitores infractores, escurridizos e indiferentes con las obligaciones primarias, para quienes empeñados en su incumplimiento frente a la manutención íntegra (vestido, alimento, educación, salud y demás) de sus hijos menores, vieran reprendida drásticamente sus finanzas (negación de créditos, aislamiento bancario, restricción laboral, represión fiscal, etc.), sin excluirlos de las consecuencias de orden legal que un juez civil o de familia, determinara, en aras de afectarlos patrimonialmente.
De la (todo indica) fallida iniciativa legislativa impulsada para “atajar” aquél tan extremadamente odioso como benévolo proyecto que el lábil gobierno en contubernio con el polémico Fiscal General de la Nación y el tan florido como estrujado Comité de Política Criminal salieron a defender con arrogancia y desdén, consistente en querer abolir la cárcel para el delito de inasistencia alimentaria, no se volvió a oír nada.
Pero el proyecto de ley del gobierno y Fiscalía se intuye, sigue firme. Desde entonces, no dejo de preguntarme, hasta dónde premiar a los padres insensatos (dentro de los que abundan los cínicos y desvergonzados), de esa intimidación que implica una citación en la Fiscalía a responder por el delito de inasistencia alimentaria, sea una extraordinaria idea.
El mismo Fiscal General subestima el poder muchas veces convincente del ente acusador y muchos de sus comprometidos investigadores y probos delegados, de conminar al irredento y huidizo padre reincidente.
Conozco muchos casos (desde el litigio y aún fuera de él), de padres indiferentes con sus vástagos que, en la primera citación a conciliar o en la primera indagatoria en el despacho fiscal, se ponen al día. O casi.
Muchos dirán que, es un caso de cada cien; pero mi percepción sigue siendo que, salvo algunos despachos de notable eficiencia (y la habilidad del emprendedor profesional del derecho), la acción penal por este ilícito en la Fiscalía resulta más eficaz y conminatoria en esa jurisdicción que ante el despacho del juez Civil y/o de Familia.
En fin, el delito de inasistencia alimentaria es muy complejo, engendra mucho sufrimiento y desgracia, y la cárcel no puede ser removida tan soberbiamente para un cafre que niega apoyo a sus hijos, criaturas a quienes no le costó más que un par de gotas de sudor y un arrebato torrencial de brío “fabricar”, pero a quienes, como cualquier bárbaro, ahoga en la cuna cuando decide negarles a muy temprana edad la educación. Abandonándolos a su suerte, dejando sola ruinmente a una desesperada y valiente madre, huyéndole con saña y cobardía las más de las veces, a una “carga” que, de suyo, debería ser llevada a lomo por dos. Privándoles el abrigo y el alimento. Evadiendo muchas veces, sin justificación alguna, su obligación, en varias ocasiones, tasada con excesiva generosidad por jueces(as), que también parecieran fungir de “cómplices y verdugos.”
La central de reporte a padres irresponsables que se sustraigan de su obligación alimentaria me parece una buena idea, siempre y cuando el lánguido Congreso afile lo suficiente la propuesta y el flemático Estado esté dispuesto a implementarla con todas las de la ley.
Aquellos quienes le “desvalijan” y privan a sus hijos de una infancia digna, necesitan medidas de coerción vigorosas para hacerlos cumplir. Más allá de cualquier “romántica” y piadosa consideración que busque mutar el delito de inasistencia alimentaria en una ordinaria contravención y, que afirme que, ineludiblemente, el padre privado de la libertad no podrá responder cabalmente por sus obligaciones.
Deferencia de la que muchos se pegan, para seguir esputando en el rostro de la rezagada ley.
Adenda: No es esta una columna para denigrar de un estereotipo clásico del padre que falta a su deber, ni tampoco una apología a aquellos que aun haciendo “hasta lo imposible” no alcanzan a responder puntualmente; pero, estos últimos, que los hay los hay.