El ethos mafioso y su correlato, la corrupción, son quizás el mayor obstáculo socio-cultural y el reto ético-político más grande que deben enfrentar los colombianos si de verdad su dirigencia política y empresarial quiere consolidar una sociedad justa, moderna y éticamente viable.
He conocido de una práctica social y empresarial que me hace pensar en lo difícil que será superar los problemas éticos de una sociedad que desde tiempos remotos se le dificultó y se le dificulta aún, poner límites entre lo correcto y lo incorrecto, entre lo legal y lo ilegal. Y en los tiempos en los que de alguna manera se logró establecer dichos límites, éstos fueron borrados desde 2002, cuando el país se acostumbró al Todo Vale, como parte de ese principio mafioso que se logró entronizar entre el 2002 y el 2010, durante la oscura presidencia de quien fuese llamado como el Señor de las Sombras.
Dicha práctica es la siguiente: empresas de todo tipo piden o exigen a sus proveedores regalos para entregar a sus empleados. Sin duda, se trata de una extorsión contra aquellos contratistas, clientes o proveedores con los que ciertas compañías sostienen una relación comercial, que por supuesto podría darse por terminada si no aceptan la extorsión navideña de comprar de manera obligada, regalos para los trabajadores de las empresas desde donde se hacen las llamadas extorsivas.
Resulta extremadamente grave que una relación comercial se decida mantener, no sobre la base de una evaluación de los servicios y la calidad de los productos que unos terceros prestan o entregan a unas empresas, sino a partir de la aceptación o no de la extorsión que por esta época navideña vienen haciendo ciertas empresas a sus clientes, proveedores o contratistas.
Estamos ante una acción y actitud mafiosa, sucia, corrupta, inmoral, poco ética y absurda de unas empresas que, claramente, buscan entregar sus obligaciones morales con sus propios empleados, a unos terceros que, por cuenta de la extorsión navideña, deben salir corriendo a comprar artículos (regalos) que deberían adquirir las empresas a las que prestan sus servicios, como parte de sus propias políticas de bienestar laboral.
¿Me pregunto: ¿Qué vendrá mañana? ¿Acaso dichas empresas exigirán dinero a sus clientes, proveedores o contratistas para terminar de pagar la nómina, o aportar al pago de la seguridad social de sus empleados?
Con dicha práctica empresarial, ejecutada a través de llamadas telefónicas, queda claro lo difícil que será para los colombianos proscribir ese ethos mafioso que su clase política y empresarial logró entronizar, y que parece tener gran aceptación en el resto de la sociedad.
Constructora Gallery mantiene esta práctica por «iniciativa» de su administradora, Ana Delgado.