En Colombia estamos atravesando un momento crucial para la paz, porque se está tramitando vía Congreso la normativa jurídica que le da vida a los acuerdos con las FARC. El Congreso, a paso de tortuga, está tramitando la reforma política, la JEP y otros tantos proyectos de ley y actos legislativos que son vitales para la implementación y el proceso de posconflicto.
Una de las partes fundamentales en el sistema integral de Justicia, verdad y No repetición, que se diseñó para el proceso de paz colombiano es la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición. Varias reflexiones son válidas sobre la comisión de la verdad, sus objetivos, su funcionamiento, sus miembros electos y la calidad de su futuro trabajo.
La comisión de la verdad en todo proceso de paz contemporáneo ha sido fundamental porque ha permitido humanizar el conflicto, reconstruir la historia y la estructura del conflicto, recabar la verdad para las víctimas y generar procesos de construcción de memoria colectiva en torno al perdón, la reconciliación y el no olvido. El pasado 9 de noviembre, el comité de escogencia (compuesto por 3 expertos nacionales y 2 colombianos), sorprendió al emitir el listado de 11 nuevos comisionados, una semana antes de lo acordado. Además, se anunció el nombre del Padre jesuita, Francisco de Roux como el presidente de la comisión.
Al hacer un barrido general, para la escogencia se tuvieron en cuenta criterios generales para su composición, similares que para escoger a los integrantes de la Jurisdicción Especial de Paz (JEP). Hay una presencia ejemplar de las mujeres con 5 de los 11 puestos, alguna representatividad regional (hay 5 antioqueños), hojas de vida con amplia experiencia de campo, defensa de Derechos Humanos.
La Comisión de la verdad debe ser una representación directa de la pluralidad existente en la sociedad colombiana, por lo tanto es preocupante la falta de personas caribe, personas LGBT, personas Afro y otros sectores representativos que han sido víctimas directas del conflictos, que han puesto víctimas, que han sido excluidas por esa visión pigmentocrática, machista y discriminadora por la que se ha regido la lógica de nuestro conflicto. En este sentido, la voz de la población LGBT, de la población Afro y de otros sectores es muy importante, porque ayuda a develar esos sesgos prejuiciosos que fueron utilizados para violentar a las personas por sus diferencias, intentadas erradicar y atacadas para normalizarlas.
Otro aspecto que genera cierta curiosidad es la no inclusión de personas extranjeras, porque según los lineamientos podía haber hasta tres extranjeros. De los postulados habían extranjeros que llevaban mucho tiempo viviendo en Colombia o son muy cercanos a la realidad del conflicto, con hojas de vida intachables y una trayectoria muy amplia con las comunidades.
Muchas veces en estos procesos es mejor contar con voces alternativas, voces externas que sean capaces de decir la verdad sin miramientos ni reservas patrias. Además, estas personas serían un mensaje directo de confianza y garantías tanto para las víctimas como para la comunidad internacional, representada indirectamente en esos personajes.
Esta Comisión está para esclarecer la verdad de lo que pasó en el Conflicto, rescatar los hilos perdidos e hilar el tejido de la memoria colectiva, establecer contextos y los relatos perdidos sobre las violencias causadas por el conflicto. Pero, no puede convertirse en un espacio de cacería de brujas, de señalamientos sin pruebas, de tribunal poderoso y castigador. La verdad judicial no es lo mismo que la verdad histórica, esa es la diferencia entre la comisión y la Jurisdicción de paz.
Esta Comisión está para cumplir los cuatro aspectos principales de todo proceso de restauración colectiva: Verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición. Buscar qué pasó, construir la memoria, para no olvidar y no vuelva pasar. Perdón, pero no olvido.
Creo importante reflexionar sobre el papel de los comisionados, ellos son garantes sociales de la verdad para la sociedad en general, pero particularmente para las víctimas directas del conflicto. Considero que es necesaria la inclusión de los sectores que nos fueron incluidos. Siento que nombres como el de Viridiana Molinares, podría hacer un excelente papel como comisionada porque es una mujer caribe, académica, con una sensibilidad artística, con una amplia trayectoria en temas de derechos humanos y con experiencia en defensa de derechos de la población LGBT y las mujeres. O, María Ángela Salazar, coordinadora de la Mesa de Víctimas de Antioquia y el Urabá, mujer afrocolombiana valiente que ha sido articuladora de procesos de reparación con víctimas afros en todo el país, especialmente en el Urabá Chocoano y antioqueño.
Hay que exaltar el papel que jugará el padre Francisco de Roux, un académico y luchador incansable por la paz en Colombia, pero saltó a la luz pública como muchos grupos están incómodos con esta comisión y los señalan de comunistas o afines a la guerrilla, como lo hizo el presidente Álvaro Uribe con el profesor Mauricio Archila, al considerar un defensor de la guerrilla y un peligro en la comisión de la verdad; o, como hizo el senador Eduardo Macías al considerar al padre Francisco como “mamerto” y “guerrillero”.
La ciudadanía debe correr a blindar esta comisión, exigir resultados y defender su trabajo de los detractores y aquellos que no quieren que haya verdad en este país.