La mala apuesta de la Farc

La repercusión de las declaraciones de aspirar a la Presidencia a tan sólo unos meses de haber entregado las armas, no son las mejores ni las más convenientes.

Opina - Política

2017-11-12

La mala apuesta de la Farc

Las últimas semanas han estado cargadas de una niebla espesa de acontecimientos políticos que poco dejan vislumbrar, más allá de la información inmediata presentada por los medios, la verdadera cara del suceso.

El acuerdo firmado entre la Farc y el Gobierno abrió una brecha inmensa en un nuevo capítulo de debates sobre la forma en la que se debe hacer política en un país (o continente si se quiere) marcado por lineamientos políticos tradicionalistas. Ante eso, la sorpresa no debe ser mucha, porque ya en el pasado la UP (Unión Patriótica), el Polo Democrático y algunos otros acertaron en hacer política desde otras facciones y miramientos. Empero, lo atrayente en este caso es la velocidad no sólo de la exposición mediática de la que han gozado los líderes guerrilleros sino la imagen que del grupo se fue formando durante más de medio siglo, y es justo ahí donde al parecer, el nuevo partido político se equivoca.

Vamos a contarlo paso a paso. Del imaginario colombiano y latinoamericano es difícil desvincular la palabra guerrilla de la sigla FARC, es como un líquido denso que se junta y mezcla sin conseguir separarse de aquello a lo que se adhiere. En parte ello se debe a que durante muchos años y varias generaciones crecieran oyéndolos, viéndolos, odiándolos, idolatrándolos (o lo que fuese), a través de las noticias de sus cientos y cientos de actos bélicos. Por eso al parecer el primer paso en falso que dieron fue continuar con el nombre de guerrilla ahora como movimiento político.

El odio enraizado en la médula colombiana difícilmente puede olvidarse de Bojayá, Mitú o los secuestrados de El Caguán. Cuesta mucho creer que por más voluntad política que exista, alguien que haya sufrido en alguno de los crímenes perpetrados por dicha guerrilla vaya a ser parte activa en el sufragio a favor de ellos. Puede que muy pocos colombianos no sepan que significaban las siglas FARC en su época de milicia; mantener el nombre así haya mutado (ahora se denomina Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común) es un desliz no menor.

Por otra parte lanzarse de cabeza en la inmediatez de sus beneficios es un yerro a su decisión de mantenerse durante un tiempo considerable en el horizonte político. Hace tan sólo un año se firmó el Acuerdo de Paz, un hecho histórico sin duda, pero que hasta ahora esta empezando a sentar las bases para el futuro.

Que Rodrigo Londoño (Timochenko) haya lanzado su candidatura al cargo político más importante del país, sólo permite suponer que el nuevo movimiento político no busca fortalecer sus bases sino al contrario desestabilizar lo poco que se ha logrado. Está muy bien que se haga política desde la reconciliación, pero en la polarización que aún acude al país en estos momentos sobre la fiabilidad de los acuerdos, es un paso en falso más que garrafal, porque ni en las urnas ni en la opinión publica logran franquear a los posibles votantes.

Puede que este hecho histórico y significativo para el país permita pensar de forma más diversa, y quizá así es como ha sucedido durante el último año, pero es innegable que la repercusión de las declaraciones de aspirar a la Presidencia a tan sólo unos meses de haber entregado las armas, no son las mejores ni las más convenientes.

Todo proceso está definido como la sucesión de actos o acciones realizados con cierto orden que se dirigen a un punto o finalidad, y esto último es lo que han obviado los altos mandos del nuevo partido: hay que ir paso a paso, con orden y tiempo, para llegar al objetivo.

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Elkin Arciniegas
Nacido en 1986 en Ibagué (Colombia). Es comunicador social y periodista. Escritor de las novelas El sol se ocultó para Manuel (2016), y Desterrados en silencio (2017). Publicó en el 2018 su primer poemario: Asperatus en verano; participó en la antología de poesía Sumergirse (2020).