No está en duda el derecho a participar de las FARC. Eso es algo que esa parte de la izquierda que ha salido de la clandestinidad y que se afirma como parte del nuevo partido (lo cual aplaudo), pero incapaz de ver más allá de sus propios ideales, parece no tener claro de las personas que apoyaron el proceso de paz y que muchas veces representan sus fuerzas políticas futuras. El problema no es la participación política en sí, el problema es la consecuencia electoral de la decisión: darle a la derecha el oxígeno que necesitaba.
Se está minimizando el debate acerca de la asertividad de la decisión en términos estratégicos al posicionar las críticas a la decisión, como si no estar de acuerdo fuese igual a no haber entendido que de esto se trata el acuerdo: de la política sin armas.
Se trata de las implicaciones electorales que temo, dado que la resurrección del fantasma del castrochavismo puede terminar con acabar toda posibilidad de que gane un candidato que apoye el acuerdo, por ello he tomado la noticia con franquísima decepción.
No sobra recordar cómo la favorabilidad al acuerdo de paz ha ido bajando e incluso personas que votaron sí ya no están tan seguras de nada precisamente por el incumplimiento de la implementación, dados los retrasos en el Congreso y la ineficacia del Estado para brindar garantías tanto a las FARC como a las comunidades.
Ante lo cual, aunque las FARC tienen clarísimo que no van a ganar la Presidencia, lo que pretenden – por lo que entiendo- es reposicionar el tema de la paz en la agenda electoral (frente a la corrupción y el silencio del Gobierno ante los incumplimientos y demoras de implementación, desde el Congreso hasta erradicación forzada a quienes ya habían pactado sustitución voluntaria), hacer “coaliciones” para que gane alguien “del sí”- es decir apoyar públicamente como candidato FARC a otro que implemente el acuerdo-, además de claramente reivindicar su derecho a existir políticamente y ayudar (que yo diría forzar) el tránsito mental que la sociedad debe hacer al respecto.
Al respecto, yo recordaría que nadie quiere hacer una alianza con las FARC porque a quién pretendan apoyar le van es a quitar votos, cosa que ellos parecen no tomar con importancia, lo que me hace perder toda esperanza porque no aceptan que es un riesgo altísimo frente a la posible dicotomía entre la implementación del resto de los acuerdos y su participación política 2018.
Aunque es verdad que la noticia presiona la creación de la JEP, por ejemplo, se está jugando la Presidencia y muy a pesar del pronunciamiento de la Corte, la implementación de los acuerdos. En ese sentido he tenido que posicionarme y reconocer que me importa más la población civil en las regiones y lo que para ellos significan los demás puntos del acuerdo, que la participación aquí y ahora de las FARC.
Se trata de la participación de las FARC en Presidenciales 2018 no de su participación en general, porque las FARC tiene curules y efectivamente va a participar.
Se pone como una cuestión de ganar fuerza política y de ir disputando lo simbólico, la sensación y lo político, lo cual tiene potenciales e importantes efectos a largo plazo sobre lo que necesita ser la paz de este país, que necesita este tipo de transparencia que está teniendo las FARC, pero reconocerlo no quiere decir que me deje llevar por romanticismos e ignore los efectos electorales, que son el punto en todo esto. Es como la eterna traba de la izquierda: lo que sería correcto hacer vs. lo que la forma en que funciona la política hoy les obliga a considerar.
Además, consideran que esta candidatura es importante para que igual tengan los votos que respalden las curules que les da el acuerdo. Esos votos le darían una legitimidad muy importante como grupo político, pero es más correcto y les otorgaría una legitimidad más sólida solo el plan anterior de consolidarse política y democráticamente en las regiones y demostrar al país resultados de gestión y un desempeño significativo en el Congreso y ganar con ideas los adeptos.
Pues ellos deben entender que la gente no los odia solo por como los medios los han pintado, porque, aunque eso sea crucial en la percepción que tiene el país de ellos, también es cierto que efectivamente cometieron actos “consustanciales a la guerra” y que no por ello son justificados para muchos colombianos.
Y justo o no, no se puede negar el hecho de que hay rabia frente a la participación política de las FARC y que una parte del país siente que la reconciliación se está imponiendo, por lo cual es más firme mantener una gradualidad en el proceso. Recuerdo que no se puede reducir el proceso político al proceso jurídico en términos de justicia transicional.
En ese sentido, aunque fue maravilloso que a raíz de la noticia por fin se abrieran los medios para escucharlos porque de eso se trata la apertura del sistema político y es lo que debe seguir pasando, lo correcto es dejar de pensar solamente desde la visión propia al ver esa disputa 2018 por lo simbólico y la proyección política del partido como algo más importante que la implementación real de los acuerdos.
Siento que esta parte de la izquierda se está saltando un debate del tamaño de pelearse varios años y en diferentes escenarios, por defender unos acuerdos que ahora abandonarían, bien porque los ven acabados como si la derecha ya hubiera ganado, como si no hubiese posibilidad y lo único que quedara fuera aumentar la correlación de fuerzas a su favor para garantizar su existencia política; o bien porque no consideran que van a tener un efecto electoral negativo que sea determinante en las elecciones 2018.
Debo decir que no soy Dios para vaticinar que el efecto es determinante, ni su tamaño, pero defender la paz en esta campaña no es algo que dé muchos votos, y todos los sabemos. También de una izquierda que cree profundamente que los intereses del pueblo (como si fuese un sujeto tan homogéneo) son en la práctica sus mismos intereses, y siguen desconectadísimos de nuevos votantes -si bien creo que hay intereses convergentes, las necesidades más inmediatas de un excombatiente en este momento no son las mismas que las de un campesino, y menos un campesino en zonas controladas por el paramilitarismo, por ejemplo-. Para mí, lo anterior queda evidenciado en esta prevalencia que con la decisión Timochenko 2018 le dan a su partido político.
Claro, es de esperarse de quienes desde antes del acuerdo avalaban la lucha armada y a FARC armada, pero no de quienes no lo hacíamos así hoy tengamos muchas coincidencias con sus posturas políticas, creo que la amplitud se quedó en palabras una vez más y creo que no hacen nada si se quedan con su base política de siempre.
Por fortuna no soy la única que piensa esto, por desgracia no decido por las FARC. Por eso pienso que más que los uribistas a los que les indigna su participación –porque al fin y al cabo en algo si tienen razón y es que antes de que sucediera, los uribistas ya estaba emputados– nos están perdiendo es a nosotros: “los progres”, y eso que yo no me pongo del todo en esa categoría por mis tintes marxistas, pero nada más hay que ver los conflictos éticos que se generan acerca de que la posibilidad de ir a la Presidencia exista sin ir antes a la JEP, y sí, también por parte de gente que les votó al sí.