Las últimas semanas nos han mostrado una realidad que lastima, que llena de impotencia, de dolor y de malestar. Los últimos días, nos han mostrado aquello que todo el mundo sabe, pero que todo el mundo calla. Porque no es problema de nadie solo de ella. Porque a lo mejor, ella también quería. Porque ella provoca. Ella insinúa. Ella se lo busca.
Ella. Todo el mundo juzga a la víctima y por eso, la o las victimas optan por guardar silencio. Por no decir nada. Porque la dinámica inadecuada de este mundo, ha hecho que las mujeres sintamos vergüenza de las agresiones que son cometidas contra nosotras. Algo que no tendría por qué pasar si la sociedad evitara juzgarnos.
Pero no solo sentimos vergüenza, pena o algo parecido. Nuestro entorno y la sociedad en general, tienen una tendencia a culpabilizarnos de la agresión o de las agresiones por las que pasamos y por esta razón, nosotras mismas nos culpabilizamos. Hacer sentir a la víctima responsable de su agresión, da lugar a una revictimización o victimización secundaria; creando con esto angustia, malestar y sentimientos de impotencia en la mujer agredida. ¿Será muy difícil cambiar esto?
Para evitar las agresiones sexuales hacia las mujeres, la sociedad está obligada a cambiar. La sociedad y el mundo en general, tienen el deber de dejar de proteger a los hombres (y de paso, dejar de permitirles todo) para que así, ellos se sientan obligados a responder por sus faltas o para, en el mejor de los casos, evitar las conductas sexuales inapropiadas hacia nosotras.
De igual modo, la sociedad debe cambiar el discurso dado desde el inicio de los tiempos en el cual todo es permitido para el género masculino, y por esta razón, pueden hacer lo que les plazca con las mujeres que hay en su entorno. Asimismo, los hombres tienen la obligación de dejar de abusar del poder adquirido, pensando que gracias a ese poder, adquieren otros derechos hacia las mujeres.
La verdad, sigue dando dolor, coraje, rabia y otro montón de sentimientos y de emociones negativas tener que pronunciarse por algo que no tendría porque pasar.
Las que se han atrevido a denunciar, no son las únicas, las primeras que vivieron algo parecido y tampoco (tristemente) las últimas. A lo mejor, un día no aguantaron más y por eso hablaron.
Pero, ¿A cuántas de nosotras, cuántas mujeres de nuestro entorno no han pasado por una situación similar? ¿Cuántas veces no ha pasado que evitamos un escote, una minifalda o un vestido ceñido para así evitar comentarios desagradables que no queremos escuchar? ¿No sería mejor que a los hombres les enseñaran que es indispensable el respeto y que hay límites que ellos no deben y no tienen por qué pasar? ¿Quién carajos dijo que una mujer disfruta ser agredida sexualmente, sin importar el grado de la agresión? ¿No han caído en cuenta que hay secuelas físicas, mentales y daños en ocasiones irreparables?
Sí, yo también… o me too… o moi aussi… No importa en cuál idioma se diga. Y sé que no soy la única que ha vivido algo feo, dañino o nocivo. No soy la única que ha tenido que crear límites que han llegado al extremo de parecer que soy alguien prepotente o arrogante, pero los cuales se han convertido en la única manera de protegerme de evitar ser agredida.
Porque si algún hombre, algún día, llega a donde no tiene el derecho a llegar, yo seré la culpable. Por cómo estaba vestida. O porque yo le di “entrada” como uno escucha que dicen a veces para limitar la culpa del verdadero culpable. O porque simplemente, me lo busqué. Porque a veces, la cordialidad es confundida con coqueteo. Porque si tengo un vestido corto, lo estoy provocando. Porque con mi escote, lo estoy insinuando. Porque la culpa siempre será mía. Por haber nacido mujer en un mundo que no está moldeado ni hecho para las de mi género.
Sí… así sea triste y doloroso #Metoo #Yotambién #Moiaussi. ¿Y vos?