El mundo, desde una perspectiva histórica, deviene profundamente masculino. En disímiles relatos y en las historias de poblamiento a lo largo y ancho del planeta, aparece la figura dominante del Gran Macho, y al tiempo, la del Héroe, con la que se reconocía la valentía, arrojo, intrepidez, fuerza y el esfuerzo de Hombres en las guerras o en procesos de dominación de la Naturaleza.
En esos procesos históricos, posteriormente ideologizados y politizados por el discurso de la Modernidad, no solo el medio ambiente sufrió los embates de una racionalidad masculina violenta, hegemonizante y avasallante, sino que la Mujer, su cuerpo, su feminidad y su inteligencia, padecieron la imposición de una forma de estar en el mundo promulgada desde ese tipo particular, pero universalizante, racionalidad masculina. Baste con recordar lo sucedido con la aparición de las Brujas, para entender lo miedos del Hombre, del Gran Macho, ante la inteligencia de la Mujer.
“El cuerpo de las mujeres es la tercera colonia, aparte de los Estados colonizados y la naturaleza sometida”. La frase de María Mies, eco feminista alemana, no solo recoge lo sucedido en el mundo gracias a la imposición del relato del Gran Macho, sino que me permite introducir un asunto que de tiempo atrás me da vueltas en la cabeza: la imperiosa necesidad hoy, de politizar la reproducción humana, dados los efectos ambientales que el ser humano produce en la Naturaleza, y la entronización de la pobreza[1], entre otros efectos que genera la compleja condición humana.
Entiendo por politizar la reproducción, en términos de las condiciones de libertad que deben tener todas las mujeres en el mundo para decidir cuándo ser madre, el número de hijos, las condiciones para concebirlo, cuidarlo durante el embarazo y finalmente, el ejercicio mismo de la maternidad pos-parto. O por el contrario, la misma libertad para decidir no tener, no reproducirse.
La lucha no es solo contra los “impulsos” o “llamados” que su condición de dadora de vida le hace a la Mujer, sino con todo lo que social, cultural y religiosamente se ha construido en torno a la obligación de reproducirse para mantener la especie o alcanzar los niveles de satisfacción, producto, claro está, de una construcción social emanada desde el discurso masculino.
Las actuales crisis socio ambientales y anteriormente las guerras mundiales y disímiles conflictos armados internos y otras formas de violencia física, se erigen como circunstancias objetivas que posibilitan el inicio del proceso de politizar la maternidad. Y para hacerlo, hay que cuestionar con firmeza el mundo artificial que el ser humano- en especial el Hombre, desde la perspectiva de género- ha creado, en virtud del sometimiento de la Naturaleza y de la Mujer.
Educar a las Mujeres para que hagan de su cuerpo y de la maternidad un asunto político debería de ser la apuesta de un nuevo feminismo que confronte las lógicas con las que hoy se insiste en dominar y transformar la Naturaleza y continuar sometiendo a la Mujer al proceso de cosificación, logrado a través de dispositivos como la publicidad y de instituciones como la Iglesia, que les inculca a las Mujeres el “sagrado deber” de la reproducción, la familia y la sociedad en general.
Baste con recordar el número de hijos que nuestras abuelas parieron para darnos cuenta de que se trató, en muchos casos, de relaciones sexuales no consentidas, fruto de un contexto cultural e instituicional de dominación y de sometimiento. Y baste con recordar las frases de muchos hombres con las que daban cuenta de sus miedos a la inteligencia de la Mujer: “le hago un par de hijos con eso hago que se queda en casa”.
El actual modelo de desarrollo y las condiciones socio culturales en las que opera hoy la sociedad, el Estado y el mercado, necesitan sufrir serios procesos de confrontación política.
Y el primer paso es politizar la maternidad, esto es, llevar el asunto de la reproducción y el mantenimiento de la especie a un diálogo en el que se reconozca a la Mujer el poder de decidir si desea o no ser Madre.
Quizás, entonces, a la búsqueda de alternativas al desarrollo, y a propuestas como el decrecimiento económico, entre otras que se dan por la toma de conciencia de los daños ambientales que hemos producido como especie, hay que sumarle la politización de la maternidad.
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[1] Véase: http://laotratribuna1.blogspot.com.co/2012/06/sobre-la-pobreza.html