Ahora con el ELN

Opina - Conflicto

2017-09-12

Ahora con el ELN

Hay noticias promisorias: se avecina un pacto de no agresión con el ELN.

Yo sé que no es fácil admitir este tipo de noticias. Ya ha ocurrido en el pasado que cuando hemos estado a punto de firmar acuerdos (remember Pacto de Maguncia) todo se ha ido al traste.

Confiemos en que ahora, después de la bien hechora visita de Francisco,  sí será posible.

Los países, al igual que las personas, están construidos a base de esperanzas. La paz es una de ellas, tal vez la más bella, la más frágil y delicada.

El ELN surgió en 1965, el periodo más cerrado del Frente Nacional, cuando las opciones de participación política para los partidos diferentes al Liberal y Conservador estaban totalmente clausuradas.

Y apareció como una organización de gran calado católico y, por la misma razón, peligrosamente fundamentalista. Es una estructura, como dirían los marxistas, pequeño burguesa, es decir de clase media, que mezcla el discurso radical del marxismo leninismo con las enseñanzas de Jesucristo, en una amalgama atractiva, pero imposible, de rebeldía y fe cristiana.

Sus primeros mentores fueron los hermanos Fabio, Antonio y Manuel Vásquez Castaño, Jaime Arenas Reyes, Ricardo Lara Parada, Víctor Medina Morón, Julio César Cortés, Heliodoro Ochoa, Hermídas Ruiz, Carlos Uribe Gaviria, Armando Montaño, Orlando Romero, Jaime Correa, Enrique Granados, Fernando Chacón entre otros, así como los sacerdotes Camilo Torres Restrepo, Domingo Laín y algunos más provenientes del sector de la “Teología de la Liberación” que entendieron que el testimonio se daba en los hechos, en la práctica, hombro a hombro con los pobres y no en la fácil retórica de los púlpitos.

Tal vez, si hubieran permanecido allí, en los púlpitos, hubiesen conservado la existencia; tal vez hasta hubieren agrandado el círculo de sus seguidores. Pero en fin, no se debe llorar sobre leche derramada.

Fueron vidas que se ofrendaron por una causa, lo que las hizo merecedoras de respeto, pero, tal vez y al mismo tiempo, de algún reproche en tanto pudieron ser más eficaces, sin necesidad de ocasionar violentas heridas.

En la contemporaneidad, el ELN ha asumido, a veces, posiciones de una intransigencia inaudita, cercana al fundamentalismo islámico.  Aunque, justo es decirlo, también asumió en parte de su periplo histórico, una asepsia ética frente a temas como la protección de cultivos y comercio de sustancias psicotrópicas, como que al comienzo de su existencia se negó sistemáticamente a mezclarse con el tema de las drogas.

Aunque, al parecer, las condiciones socioeconómicas relacionadas con la crisis del campo socialista los llevaron a tener que hacer concesiones en ese terreno.

Dentro de su ideología, tenían una concepción clara de la sociedad colombiana y de la revolución que aspiraban a liderar, como que entendían la vigencia en el país de un modo de producción capitalista, lo cual los conducía, acorde con el ideal leninista, a la conclusión de la necesidad de una revolución de carácter socialista.

Pero, el método que practicaron durante mucho tiempo, denominado foquismo, inspirado en la revolución cubana, adolecía de falta de objetividad: No era lo mismo hablar para una isla pequeña, limitada, como la cubana, que para una sociedad grande, pletórica de contradicciones y ambiciones, como la colombiana.

En ese orden de ideas, dejaron de lado uno de los aspectos claves de la ciencia política, que es casi un lugar común, desde Maquiavelo hasta Lenin: La importancia de ser realistas y de hacer el estudio concreto de la realidad concreta.

Se les olvidó que la política está íntimamente relacionada con la historia y que la realidad es cambiante, razón por la cual, se tiene que someter a prueba permanente sus discursos, sus programas y sus métodos.

Al final, cayeron en prácticas terroristas, desgastantes, deslegitimadoras. Las poblaciones humildes, víctimas ellas mismas de ese sistema capitalista que los “elenos” decían combatir, fueron objeto de sus ataques. El peor, el más doloroso, el que les sepultó para siempre su legitimidad, el de Machuca, los liquidó políticamente.

Y así, lo que no pudieron Misael Pastrana y Riveros Abella en Anorí entre 1971 y 1973, lo logró la matanza de Machuca. Y lo ratifican a diario sus “voladuras de tubo”, del oleoducto Caño Limón-Coveñas, por los daños ecológicos y sociales que producen.

Ellos también parecen asesorados por sus enemigos: son expertos en realizar las acciones que, en lugar de servirles, los golpean y desprestigian.

Venturosamente ahora andan con la buena. Han entrado en conversaciones, ojalá serias, con el flamante Nobel de la Paz.

Nos interesa, a toda la sociedad colombiana le interesa, que esas conversaciones fructifiquen. Que ese acuerdo de cese bilateral al fuego se consolide y afiance.

Y que se logre un acuerdo igual o mejor al firmado con las FARC.

Para que la gente del ELN, pueda, por fin, salir de su condición ilegal. Que pueda realizar actividades y labores de participación políticas libres, legales. Que expongan su credo y sus proyectos. Finalmente la democracia es eso: libre escogencia entre opciones diversas.

Pero, sobre todo y lo más importante, para que no derramen más sangre inútilmente, sangre muchas veces inocente; ni propia, ni de nuestros soldados y campesinos, que en conclusión, es la misma sangre de nuestro desamparado y  huérfano pueblo colombiano.

 

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Armando López Upegui
Historiador, Abogado, Docente universitario y Maestro en Ciencia política.