La herencia

Opina - Internacionales

2017-09-10

La herencia

La semana pasada un misil norcoreano sobrevoló el cielo de la isla japonesa de Hokkaido para caer luego en el Pacífico norte; en los últimos días, según fuentes norcoreanas, se habría probado con éxito el lanzamiento de una bomba de hidrógeno, que causó un terremoto de seis puntos en la provincia china de Jilin, fronteriza con Corea del Norte y movimientos sísmicos de menor escala que se sintieron incluso en la ciudad rusa de Vladivostok.

Esa prueba se constituye como la más amenazante y peligrosa realizada alguna vez por el régimen de Pyongyang dado su impresionante poder destructor, pues si todavía no se tiene certeza de que la bomba sea realmente de hidrógeno como asegura ese gobierno, sí se sabe que un hipotético ataque con ella sería diez veces más potente que el sucedido en Hiroshima y Nagasaki en 1945 y hay científicos que avizoran el descenso de las temperaturas globales y una importante pérdida de ozono en la atmósfera terrestre en caso de que tal cosa realmente ocurriera.

En meses pasados Corea del Norte ya había probado su poder militar y los avances en su tecnología balística al demostrar por primera vez su capacidad de ataque intercontinental, cuando se lanzara un misil que podría llegar hasta Alaska, en los Estados Unidos, provocando una respuesta colateral en forma del ataque de la llamada “madre de todas las bombas” en territorio sirio, lo que fue interpretado como un mensaje velado a Pyongyang en demostración de la capacidad estadounidense de respuesta.

El desarrollo de armas excepcionalmente poderosas sube el nivel de las amenazas y obliga a los demás países a entrar también en carreras armamentistas.

La estrategia del gobierno de Trump en el manejo de esta situación se ha basado no en el diálogo directo con los norcoreanos sino en la presión a Pekín para que intervenga a su favor, reprendiendo al gobierno norcoreano, a cambio de ventajas comerciales y otro tipo de incentivos, de esta manera, sale a la vista la decadencia de la influencia norteamericana en Asia Pacífico y su cohabitación con China, que se perfila como la nueva potencia regional y mundial.

A ojos de los estadounidenses, sin la cooperación china en sus propuestas, no hay manera sensata de resolver el problema. Ante las reticencias chinas y la impresionante escalada en las acciones bélicas por parte de Corea del Norte, EE.UU. se ha decidido –de nuevo- por la vía de las sanciones económicas, pero este camino se vuelve cada vez más inviable porque Corea del Norte cuenta con el veto de Rusia y de China en el Consejo de Seguridad de la ONU, lo que implicaría el fracaso de ese tipo de iniciativas.

EE.UU. también ha recurrido a las amenazas militares, indicando la posibilidad de un ataque sobre la península, pero de esta manera, cae en el mismo juego que los norcoreanos justificando su plan de defensa a partir de armas nucleares. A mi parecer, toda amenaza de ofensiva en esta situación es desafortunada.

Igualmente, los norteamericanos barajan la posibilidad de embargar comercialmente a su enemigo, calculando que Corea del Norte no podría resistir una situación de tal magnitud, pero eso implicaría suspender sus relaciones comerciales con China, lo cual en el momento actual es poco más que una quimera. En Washington no encuentran salida al impase diplomático y el desespero cunde, no hay un plan a seguir ni claridades en las acciones que tendrían que llevarse a cabo.

Ante el desconcierto norteamericano, las voces de Vladimir Putin y de Xi Jinping se han erigido como el reporte de sensatez en la situación. Ambos líderes están de acuerdo en la inocuidad de las sanciones económicas y argumentan su desacuerdo al poner de presente la importancia que reviste el programa nuclear para Corea del Norte. Su razonamiento es sencillo, el programa nuclear es vital para el interés norcoreano porque ese país se sabe sin aliados y muy amenazado por los poderes extranjeros, entonces, recurre al blindaje militar como su única forma de supervivencia.

Por eso, en la búsqueda del final de los avances en tecnología nuclear por ese régimen, es importante el diálogo y luego, la realización de concesiones lo suficientemente importantes como para convencer a Pyongyang de abandonar sus pretensiones armamentistas. Sin embargo, el clima de desconfianza, los antecedentes, el odio y la prevención, así como los pasos en falso dados por EE.UU. no hacen que una solución de este tipo aparezca como probable, así sea muy deseable.

Según lo dicho hasta el momento, todo apunta a que EE.UU. y los países occidentales tendrán que acostumbrarse a convivir con una Corea del Norte que posea armas nucleares.

Con los últimos acontecimientos, se agudiza la decadencia de la preeminencia que hasta hace unos años tuvieron los Estados Unidos en la región de Asia Pacífico y se afirma la nueva pretensión de superioridad china, que si bien no es todavía lo suficientemente acentuada como para desembarazarse de Washington sí cuenta con la capacidad de adaptar los tiempos en los que se maneja la crisis, por eso y por la incapacidad del gobierno de Trump para salir con soluciones que parezcan acordes a lo que se necesita en esta ocasión, podemos indicar que China se erige como el nuevo gran poder, el nuevo árbitro de la situación.

Así, la cada vez más clara gran potencia hereda los problemas que provocara Estados Unidos durante la guerra fría, y presta a mantener un status quo que le favorece, expresa su preferencia por aquellas soluciones que impliquen la continua existencia de Corea del Norte como Estado tapón frente a un Corea del Sur que se encuentra más lejos de su influencia y se mantiene más o menos leal al poder estadounidense. Esta postura se podría abandonar si China llegara a algún acuerdo con Seúl o si la influencia estadounidense se resquebraja de forma radical.

Los resultados del programa nuclear de Corea del Norte aparecen evidentes y lo suficientemente relevantes para no dejarlos pasar sin cuidado, como indicamos más arriba, 2017 ha visto la primera prueba exitosa de un misil de alcance intercontinental y el ensayo de lo que sería la bomba más poderosa por ellos desarrollada hasta el momento.

Tal y como sucediera en la guerra fría entre las potencias, las armas se han convertido en las garantes de la paz, la ironía más grande de todas nos sigue acompañando y su impresionante poder sirve como elemento principal de disuasión, basta con su sola existencia, los norcoreanos, con su conflicto heredado de la Guerra Fría, también han aprendido a utilizar los métodos de esa etapa para garantizar su supervivencia, se hereda la zozobra, la división de la península y los intereses de las potencias que siguen viendo en Corea una ficha de parqués, un Estado tapón, un actor al que se mantiene con vida porque se le necesita y que se pensaría como desechable de no ser por su ominoso programa de defensa que finalmente, se comprueba eficaz, porque exige respeto, o al menos miedo, sentimiento de temor que se inocula en los que somos conscientes del peligro nuclear, pero también inmovilismo ante la magnitud del mismo, odio y la testaruda ceguera de los que desarrollaran esta peligrosa tecnología en primer lugar, la ceguera heredada de los que hoy todavía se dedican a fabricarlas y hacerlas aún más letales.

Son las armas nucleares la solución que garantiza la permanencia en el tiempo y la importancia de un régimen que se sabe repudiado y que entiende que debido a su debilidad en los demás aspectos sus días estarían contados de no tenerlas.

Son las armas la protección frente a la visión de la península como un actor menor, de Corea del Norte como un país desechable a ojos de chinos y estadounidenses, ahora hay que contar con él, más cuando China se erige como nuevo árbitro de la situación, dado que las armas le brindan a Pyongyang la seguridad frente a posibles futuros acercamientos entre Seúl y Pekín, que desequilibren la balanza en su contra, se previene la reunificación de Corea y son ellas el oxígeno que les mantendrá con vida, a riesgo de llevarnos a todos a la debacle.

La lógica de la guerra fría a la orden del día.

Andrés Santiago Bonilla
Politólogo de la UN. Estudiante de Relaciones internacionales con énfasis en medio oriente. Amante de la escritura, devorador de podcast, lector constante.