La corrupción en Colombia es un mal endémico que cuenta entre sus orígenes con la creación del Frente Nacional, cuando los acuerdos partidistas maquillaron la participación política de democracia y la captura del Estado fue total por parte de sus dirigentes; gestándose la gigantesca fábrica de la mermelada y de violencia en nuestro país.
Dentro de los actos representativos de la corrupción -génesis del movimiento 19 de abril, conocido como M-19- fue el gran fraude en las elecciones del 19 de abril de 1970 por parte del partido de Misael Pastrana Borrero al candidato Gustavo Rojas Pinilla. A finales de los años setenta del siglo pasado, se registraron escándalos que relacionaron a los hijos del presidente Alfonso López Michelsen, elegido en abril de 1974, con la adquisición de predios en Casanare, situación que fue identificada como: el caso de la “Hacienda la Libertad”.
Otro tema de corrupción que sacudió la historia económica del país a finales de los 70’s e inicios de los 80’s, fue la del grupo Gran Colombiano y Bancolombia que involucraba a Félix Correa Maya y el banquero Jaime Michelsen Uribe como cerebros de las transacciones, con tentáculos fuertes en Panamá, en operaciones cambiarias y de crédito, auto préstamos y especulaciones bursátiles fraudulentas.
Los años 80’s estuvieron marcados por la infiltración del narcotráfico en la política, en la banca y en la sociedad colombiana, quizás tuvo su punto más particular y vergonzoso cuando en junio de 1991 Pablo Escobar Gaviria se entregó a las autoridades colombianas, después de haber comprado con otros narcotraficantes la inclusión en la nueva Constitución del 91 el artículo de no extradición para colombianos, es decir, una Constitución hecha a la medida del narcotráfico.
Lo que ocuparía las páginas judiciales a partir del año 1995 -cosa que a hoy no ha cambiado- son la corrupción en la política y el vertiginoso desprestigio de la justicia, así pues, se inicia con el histórico proceso 8000, que puso de manifiesto el ingreso de dineros del narcotráfico a la campaña presidencial de Ernesto Samper.
La lista de casos de corrupción es larga e inacabada y la sociedad colombiana ha tenido que presenciar como la corrupción de una generación a otra solo ha evolucionado para hacerse más sofisticada y más compleja.
En este escenario, ninguno de los personajes que hoy dirigen al país es ajeno a lo que ha sucedido en los últimos cinco lustros en Colombia con la corrupción, por el contrario, han sido observadores pasivos que de alguna manera cohonestaron en algún momento con este fenómeno; pese a ello, hoy son los mismos que se rasgan las vestiduras sobre lo que está sucediendo con asuntos como: El Carrusel, Reficar, Isagén, Odebrecht, las altas cortes, entre otros tanto y devastadores escándalos.
Para la muestra un botón, decían los abuelos, el fiscal actual hizo parte del gobierno de Samper como Ministro y Diplomático, es decir, el paisaje que tenía frente a su ventana era el más corrupto y oscuro en la historia política del país, pero además conoció, como servidor público en la Superintendencia Bancaria, el primer capítulo escrito de corrupción en la banca en el siglo XX, siendo ministro de la Presidencia del gobierno Santos, se movía como pez en el agua en el Congreso de la República y allí cohabitaba de manera natural con los congresistas que recibían los cupos indicativos y los incentivos de la mermelada para sacar adelante las iniciativas legislativas del gobierno.
Sin duda, los hechos más reprochables y bochornosos son protagonizados por los escándalos de corrupción en la justicia, con la negociación de fallos judiciales, de tutelas, de libertades, el tráfico de influencias en las altas cortes, en los tribunales, todos ellos en la agenda oculta de los representantes de la justicia, en el yo te elijo, tú me ayudas.
Con éste panorama, es muy difícil avanzar en transformar los valores de una sociedad, máxime cuando la justicia tiene entre sus hijos camuflados unos sepulcros blanqueados, que para cambiar su imagen, terminan siendo de una moral fundamentalista a la hora de aparecer ante los medios de comunicación. ¡Entre la doble moral y la corrupción se está acabando con la verdadera justicia!
¿Qué estará sintiendo el Congresista Bernardo Miguel Elías Vidal, al ver que quienes lo juzgan eran sus mayores adeptos y lo utilizaban como instrumento de poder? ¡¿Qué eslabón de cadena fue el abogado Gustavo Moreno, a quien ahora hacen aparece como un leproso para sus padrinos y para sus ilustres clientes?!
¿Qué podemos esperar los colombianos de la justicia, cuando el Presidente Santos le pide al Fiscal general, Néstor Humberto Martínez Neira, que investigue a fondo lo de Odebrecht, tratándose de los parlamentarios cuestionados que intervinieron en las coimas de Odebrecht, pero guarda silencio respecto de estos mismos dineros que ingresaron a su campaña reeleccionista y que involucra a varios MIEMBROS DE SU GABINETE, entre otros, el banquero -y amigo- más importante del país, así como a su partner Roberto Prieto?
¡Es frustrante que la lucha contra la corrupción no esté proporcionada por una necesidad genuina de justicia, sino por la conveniencia de los intereses políticos y personales de algunos dirigentes de turno, basta que revisemos la interminable lista de Ministros o ex -Ministros, Generales o ex -Generales de la República, magistrados de altas Corte, Consejeros de Estado, Presidentes, ex-Presidentes, hijos de ex -Presidente, Congresistas, Concejales, Procuradores, Fiscales y cientos más, que ocultos en la doble moral, hacen perder la confianza en la justicia ciega, pronta e imparcial!