Ha hablado José Galat, propietario y sempiterno rector de la Universidad Gran Colombia, dueño y animador principal del canal de televisión Teleamiga, frustrado candidato presidencial (una especie de Goyeneche moderno, en versión antediluviana y detestable).
Y se ha referido en tono de censura inquisitorial a Jorge Mario, Papa Francisco, Bergoglio como el “Papa negro” que abre las puertas al anticristo.
Los ataques del senil “académico” en la emisora Blu Radio, lo sindican de estar arremetiendo contra el proselitismo religioso por haber sostenido en una entrevista que «El proselitismo es una solemne necedad, no tiene sentido. (…) nuestro objetivo no es el proselitismo sino la escucha de las necesidades, de los deseos, de las desilusiones, de la desesperación, de la esperanza. (…) Debemos incluir a los excluidos y predicar la paz».
También lo combate por creer en un solo dios, igual para todas las sectas religiosas y afirmar que “no existe un Dios católico»; así mismo sindica a Bergoglio de contradecir el evangelio al afirmar que «todo el mundo se salva cumpla o no los mandamientos”, con lo cual estaría “pavimentando (sic) las puertas del anticristo”.
Afirma que Francisco es un papa falso, un falso profeta de los que habla la biblia por cuanto sostiene que en relación con las parejas divorciadas hay que evaluar cada caso y que pueden comulgar los que Galat llama los adúlteros en ejercicio, no obstante que San Pablo advierte que el que coma el pan o beba la copa del Señor indignamente tendrá que dar cuenta del Cuerpo y de la Sangre del Señor».
Finalmente asegura que Francisco fue elegido por una mafia “de cardenales que lo ha confesado desparpajadamente” como que conspiraron para exaltar al entonces cardenal Jorge Mario Bergoglio a la condición de papa. “El fin último de todo ese complot -continúa Galat- es la «modernización de la Iglesia», que él traduce como el desmantelamiento de la institución.
Dentro de la misma línea existe también otro sector que no ve con buenos ojos las actuaciones y los contenidos de las prédicas del papa latinoamericano. Se trata del grupo preconciliar llamado Lefebvrismo, por ser perteneciente a la Orden de la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X, creada por el Cardenal Francés Marcel Lefebvre en 1970, en oposición a las innovaciones del Concilio Vaticano II, lideradas por Angelo Giuseppe, Papa Juan XXIII, Roncalli en 1960, del cual hace parte extrañamente Alejandro Ordóñez Maldonado.
Y es extraño porque este pintoresco personaje que se malquista con los de su credo católico por innovaciones puramente procesales (el lenguaje del rito, la posición de espaldas al público, la exigencia de mantillas en las cabezas femeninas) no ha tenido empacho alguno en tener tratos burocráticos con “La Bruja” de que habló Germán Castro Caicedo, ni en hacer causa común con sectas de carácter protestante que difieren del credo católico en puntos sensibles como la inmaculada concepción mariana y el papel de María dentro del culto.
Claro que hay un evidente trasfondo político en las actitudes de estos funestos personajes de la fauna local: ambos son enemigos mortales de los acuerdos de paz, ambos son portaestandartes de posiciones ultramontanas en materia de derechos de las minorías sexuales, ambos reniegan de las innovaciones doctrinarias y de la humildad que predica y practica el actual ocupante de la silla de Pedro.
Su militancia en la extrema derecha no se arredra ante la sacra investidura del personaje: sus odios políticos, como corresponde a los militantes de tales posturas doctrinarias, están por encima de cualquier consideración racional o de índole eclesiástica.
Para nadie puede ser un secreto que la descalificación proferida hoy por el frustrado candidato presidencial que registran los medios, tiene un correlato en las actitudes abiertamente humanistas expresadas por el papa.
Paradójicamente, a diferencia de Galat y Ordóñez que lo ha hacen desde posiciones de un fundamentalismo retardatario, al argentino sucesor de Pedro también lo han descalificado miembros de un supuesto bando autodenominado “progresista”, conformado principalmente por el cardenal Godfried Danneels, arzobispo de Malinas-Bruselas, en Bélgica.
En efecto, el cardenal Godfried Danneels es la cabeza más visible de un grupo denominado “grupo de San Galo” —del nombre de la abadía suiza en la que se reunían—, al que él y los demás miembros denominaban corrientemente como ‘mafia’, y del que han hecho parte también cardenales como el arzobispo de Milán, Carlo Mario Martini (fallecido en 2012) y su compatriota Achille Silvestrini, así como los cardenales alemanes Walter Kasper y Karl Lehman, el británico Basil Hume (fallecido en 1999) y el obispo holandés Adriaan Van Luyn.
Este sui generis combo se ha planteado como objetivo ‘modernizar’ la Iglesia católica para adaptarla a los tiempos de hoy, lo que implica modificar la doctrina sobre el aborto y la ideología de género.
Incluso, desde mayo 2003 Danneels escribió una carta al primer ministro belga Guy Verhofstad felicitándole por haber introducido en el país el matrimonio para los homosexuales y terminar, de esta manera, con la discriminación para las parejas formadas por personas del mismo sexo. ¿Qué dirán de ello, los “monseñores” Galat y Ordóñez?
Y es que ya en 2010 Dannels estuvo involucrado en un escándalo originado en el encubrimiento de un caso de pederastia cometido por su amigo Roger Vangheluwe entonces Obispo de Brujas: mediante una grabación se estableció que Danneels intentó convencer a una víctima de abusos sexuales de que guardase silencio. Vangheluwe renunció después de que el asunto fuera objeto de atención por parte de los medios, reconociendo los abusos cometidos.
Igualmente, existe una clara y azarosa animadversión contra Francisco de parte de un peligroso sector del alto clero romano vinculado a los jugosos negocios de la iglesia y que tuvieron su cuota en el nunca esclarecido fallecimiento temprano de Albino, Papa Juan Pablo I, Luciani. Este grupo de concupiscentes del poder económico y de las riquezas de este mundo ve con honda preocupación los intentos de Bergoglio orientados a depurar moralmente la administración de esa gran empresa multinacional que es la Iglesia Católica.
Como se ve, no las tiene todas consigo el actual obispo de Roma. Ante semejante baraja de amenazas, solo nos resta confiar que el Estado Vaticano sea capaz, por lo menos, de neutralizar los atentados físicos y de conservarle la vida.
La pregunta es: Si todos nos salvamos no importa si cumplimos o no los mandamientos entonces para que iglesia?, para que sacerdotes?, para que PAPA?.
Yo estoy plenamente de acuerdo con el rector de la Universidad Gran Colombia.
Este señor Armando López Upegui escribe sin saber de qué está hablando. Indagó en internet qué estaba pasando y entendió mal: A Bergoglio el cardenal Dannels y su grupo no »lo han descalificado»; al contrario, lo eligieron, Bergoglio es uno de ellos. Eso es lo que expone José Galat.
Primero investigue y después critica y adorna el artículo con adjetivos injuriosos, cuando entienda de qué está escribiendo.