Bauman, redes sociales y la nostalgia del poder

Opina - Medios

2017-07-21

Bauman, redes sociales y la nostalgia del poder

Son tiempos de amenazas, calumnias y difamaciones en redes sociales, de terrorismo mediático y moral a contradictores que cuestionan poderosos e “intocables”, “innombrables” que parecieran estar por encima de la ley, pues de manera sistemática incitan a violencias de todo tipo, apoyados en el tumulto de seguidores o más bien, sus cómplices.

La sociedad se “enreda” cada día más en redes como Twitter, escenario de disputa al que nos ha llevado la revolución virtual, realidad y necesidad que debemos comprender, enfrentar e interactuar, de manera que no se conviertan en factores de mayor pugnacidad y exacerbación de las tensiones sociales inherentes a un mundo real que no resiste más conflictividad.

Sin duda alguna, Zygmunt Bauman filósofo, sociólogo y ensayista polaco de origen judío, fallecido en el mes de enero del año en curso, es uno de los intelectuales brillantes del siglo XX que más se adentró en el análisis, comprensión y “perfiles” de las dinámicas del mundo posmoderno. En esta ocasión me referiré particularmente a tres categorías fundamentales dentro de su prolijo pensamiento: La sociedad líquida, comunidades sociales y las redes sociales, esenciales para entender el mundo actual.

El concepto de sociedad líquida (digitalizada) lo establece para diferenciarla de la sociedad sólida (tradicional), apoyándose en los conceptos básicos de las ciencias naturales. Así, una sustancia líquida no es sólida, es amorfa, movediza, inestable, como lo anticipó Heraclito-pasa, cambia, se transforma-, toman la forma del recipiente que lo almacena, fluyen hacía creencias como que el Estado está sobredimensionado, por lo tanto, debe ser estabilizado, flexibilizado, liberalizado y privatizado. Análogamente, una mente cerrada, cuadriculada, feudalesca, mesiánica e intolerante, producirá en consecuencia pensamientos como los anteriores.

Por su parte una cuerpo sólido conserva la figura, la apariencia, perdura en el tiempo su esencia, es sinónimo de mayor estabilidad, para modificarlos se necesita de fuerzas externas, compromisos y de nuevos acuerdos y contratos sociales. Bauman concluye que hoy no son sólidas instituciones clásicas como el Estado, la familia, los valores, la ciudadanía, la empresa, el amor, etc.

Una sociedad de estas características solo puede incubarse en un medio amorfo, gaseoso, etéreo, incierto, basado en el miedo y la mentira, en comunidades líquidas o licuadas.

Fue Aristóteles quien enseñó la naturaleza social de los seres humanos, acuñó el famoso zoon politikon o concepción de que los seres humanos son “animales políticos”, condenados a vivir con otros, que la vida carece de sentido fuera de la sociedad, porque solos nada somos, frenamos el desarrollo moral y la posibilidad de alcanzar la felicidad, fines que tanto se cuestiona y fustiga en las redes.

En tiempos renacentistas Maquiavelo inculcará la idea de que la política está por encima de la ética debido a que la primera trata del bien común y la última del bien individual. El florentino, primer filósofo político de la modernidad planteará entonces la necesidad de la figura del príncipe, el líder, del ungido capaz de mantener el poder a como dé lugar, será un personaje lleno de virtudes no tanto morales, sino de cosméticos como el coraje, la audacia, la sagacidad, y el engaño, cualidades reunidas en el platónico auriga del ubérrimo, buscará alianzas inimaginadas (Expresidente sátrapa, cristianos, militares, mafiosos, paramilitares, exsicarios, exguerrilleros, etc.), con el único propósito de lograr sus propios fines, de allí que “el fin justifique los medios”.

Entrados un poco más en tiempos modernos, Hobbes determinará que la naturaleza humana es proterva hacia el mal, por el contrario, para Rousseau la naturaleza humana es proclive hacia el bien, siendo la sociedad quien finalmente corrompe al ser humano.

Contemporáneamente Bauman considera que la revolución digital creó un nuevo tipo de comunidades, las virtuales. Facebook, Twitter, Instagram, etc, pero esto es un tipo especial de comunicación no de comunidad, considera que mientras las comunidades humanas le pertenecen al ser humano, le dan albergue, lo crían; las comunidades virtuales le pertenecen a su creador, su administrador, por ello pueden en un momento determinado en su red bloquear, eliminar o agregar a quienes quieran.

En este sentido, el diálogo real, constructivo, interactivo entre personas que piensen iguales o diferentes sólo se puede dar en comunidad, no así en una red virtual porque en ellas cada persona según sus creencias e ideologías decide con quién interactuar, pasando fácilmente del diálogo al monólogo, allí el único sonido que se escucha es el eco del administrador de la red, es él quien inocula a la red sus propios miedos, fantasmas, trampas y engaños.

En consecuencia, este activismo apoltronado o de sofá que quiere detener los cambios sociales con un solo clic, no facilitan el diálogo, lo evitan.

Se podrá tener miles y millones de seguidores en las redes sociales, pero si seguimos actuando como francotiradores, esto es, replicando la ley del oeste donde primero se ajusticiaba y luego se preguntaba si era la persona por la que se ofrecía recompensa, actuamos de manera irresponsable, promovemos el gansterismo mediático, por lo mismo no es suficiente una rectificación cuando el daño es irreparable.

Se requiere redes sociales enfocadas en diálogo social constructivo, tolerante, respetuoso, con código de ética como regulador de su uso en estos tiempos de extrema individualización, para propender por la humanización extrema de la sociedad y «desenredo» de la misma.

 

Gustavo Adolfo Carreño
Economista, Magister en Desarrollo y Cultura, Amante de la filosofía, librepensador caribeño, educador.