Hablar de paz en Bogotá parecería una cuestión habitual, más aun cuando estamos adelantando un proceso de implementación de los Acuerdos negociados en La Habana; sin embargo, no hay nada más alejado a realidad local que esta situación.
Por el momento sobresalen iniciativas del Centro Nacional de Memoria Histórica y otros proyectos estudiantiles, muchos de ellos sin recursos y con escaso apoyo logístico por parte de los organismos gubernamentales y de las instituciones de educación superior. Esto demuestra que debatir, dialogar y controvertir alrededor de la paz implica un desafío colosal y todavía postergado, puede que por la incredulidad o por idealización que supone este compromiso dentro de la sociedad.
Este jueves en el auditorio del Centro Nacional de Memoria Histórica aconteció un hecho anómalo a la regla ya mencionada: se abrió un espacio de diálogo con expertos como el concejal Antonio Sanguino, Jairo Andrés Rivera, vocero del movimiento “Voces de Paz”, Antonio Madariaga miembro del Consejo Nacional de Paz, y estudiosos del tema como María Prada, asesora del Alto Comisionado para la Paz, Gabriel Vélez, Ph.d en Conflicto Armado y perspectivas en niños, niñas y adolescentes, e Irene Cabrera, docente investigadora de la Universidad Externado, para reflexionar sobre los efectos del acuerdo de paz en Bogotá y las implicaciones que ha traído la implementación de los mismos.
“Bogotanicemos los acuerdos” fue el nombre que se le dio ha esté exitoso evento, que contó con un gran número de interesados, en su mayoría jóvenes universitarios, líderes sociales y víctimas del conflicto. Ellos colmaron un auditorio de aproximadamente trescientas personas.
Durante las intervenciones, los ponentes confirmaron que Bogotá es la ciudad que más acoge víctimas de la violencia por el conflicto armado de todo el territorio nacional, según estadísticas de la Alta Consejera Distrital y de la Unidad de Víctimas por departamentos. Bogotá, hasta hoy, cuenta con un 11 % del total de víctimas registradas, las cuales corresponden a 351.187, en su gran mayoría población desplazada, localizadas por razones económicas en las periferias de la ciudad, principalmente en Ciudad Bolívar, Bosa, Suba, Usme, Kennedy, San Cristóbal y Rafael Uribe Uribe. De ahí la pertinencia de la pregunta: ¿qué implicaciones tienen los acuerdos de La Habana sobre Bogotá?
Cabe decir, además, que “Bogotanicemos lo acuerdos” ya es una ganancia conceptual en el lenguaje público, de momento se descentraliza a Bogotá como punto de enunciación de toda dinámica política, económica y social, se diversifica la noción de territorio. Ya no es “bogotanizar” el acuerdo de paz en la única y selecta gestión distrital, ahora todas las regiones azotadas por el conflicto pretenden luchar por el mismo proyecto. La posibilidad de paz, democracia y modernidad es, para Jairo Rivera, una promesa fallida, una ilusión incumplida por la Constitución de 1991, pero que ahora reaparece, ya no como esperanza sino como posibilidad.
“El punto central del debate es encontrar las intersecciones entre el Acuerdo de paz y la agenda pública de cada ciudad” mencionó el concejal Sanguino. Podría resumir esta jornada en una frase: la paz es una palabra conflictiva y no una palabra solución, es un campo en disputa abierto al diálogo, la conversación y el debate.
Hay que establecer las condiciones, los espacios para la búsqueda de estas llamadas intersecciones, porque es indispensable revisar las conexiones entre sociedad y voluntad política, entre la financiación del posacuerdo con el reconocimiento de los intereses y necesidades de los reintegrados y víctimas del conflicto.
Además, la pedagogía de paz y su enlace con un movimiento social que conoce y analiza los Acuerdos, y otras más que necesitan ser cuestionadas.
Antonio Madariaga señaló al finalizar el foro: “Nos presentaron como expertos y expertas, vea, de esta vaina no sabemos, no la tenemos que inventar, necesitamos de creatividad porque el proceso de paz colombiano es un proceso inédito”.