Con el visto bueno del Consejo de Seguridad de la ONU, a partir del 26 de septiembre del año en curso iniciará actividades en Colombia la 2da misión de las Naciones Unidas. Una vez terminada las labores desarrolladas por la 1ra Misión, de carácter militar para verificar el desarme de las Farc, la 2da tendrá, por supuesto, un carácter civil dado que el asunto clave sobre el cual girará su acompañamiento tiene que ver con la reincorporación o la reintegración social, económica y política de las ex combatientes de las Farc.
La decisión del Consejo de Seguridad de la ONU representa un enorme espaldarazo al proceso de paz, lo que significa que el organismo internacional valida, legitima y reconoce la seriedad con la que el Gobierno de Santos y la dirigencia de esa guerrilla asumieron la negociación política con la que se puso fin al conflicto armado interno.
De igual manera, la trascendental decisión se dio y se debe entender, por los riesgos que afronta desde ya y afrontará a partir del 2018, la etapa de implementación del Acuerdo Final, expresados en las amenazas lanzadas por los enemigos de la pacificación del país por la vía de la negociación política. Recordemos que el ganadero y ex presidente Álvaro Uribe Vélez, su ex ministro, Fernando Londoño Hoyos y el hoy candidato presidencial y anulado ex Procurador General de la Nación, Alejandro Ordóñez Maldonado, en varias ocasiones han expresado que de llegar al poder en 2018, “harán trizas ese maldito papel que llaman el Acuerdo Final”. Aunque con algunos matices, los señalados enemigos de la paz, buscarán torpedear el complejo proceso de implementación de lo acordado en La Habana, a pesar del blindaje jurídico que rodea al mismo tratado de paz.
Justamente, por las oscuras, tozudas, malintencionadas, interesadas y mezquinas pretensiones del Centro Democrático y de otros sectores de poder económico, militar y político de anular o desconocer lo negociado, es que las Farc y el Gobierno de Santos solicitaron a la ONU que se diera una segunda misión.
Con la presencia de la ONU en el marco de esa segunda misión, se manda un claro y contundente mensaje a los férreos opositores y enemigos de la implementación del Acuerdo Final firmado en el Teatro Colón de Bogotá: los ojos del mundo, de los países garantes y de la llamada comunidad internacional, estarán encima de las decisiones políticas, jurídicas y administrativas que se adopten de cara a garantizar el efectivo cumplimiento de la palabra empeñada en La Habana.
Lo que significa que la vigilancia y el acompañamiento de la ONU servirán para notificarle al mundo, dado el caso, de las acciones que decidan emprender alcaldes, gobernadores, empresarios del campo, congresistas y los tres ya señalados enemigos de la paz, con el firme propósito de torpedear, atentar, frenar o enrarecer la etapa de la implementación.
De esta forma, el decisivo escenario electoral de 2018 tendrá como ingrediente político-lectoral la presencia de esa segunda misión de la ONU, en la medida en que sus labores de acompañamiento y vigilancia, que se inician el próximo 26 de septiembre, se tornarán más difíciles y complejas si a la Casa de Nariño (o de Nari, dependiendo de quién gane las presidenciales), llega Ordóñez Maldonado o el que diga Uribe.
Sin duda, como sociedad y Nación enfrentaremos en 2018 el reto más grande de la reciente historia del país: el de dar vuelta a las páginas de la guerra, y empezar a escribir o quizás enmarañar, los delicados y aún blancos folios de la paz. Ojalá el electorado esté a la altura de semejante reto histórico. Por todo lo anterior, bienvenida esa Misión dos.