¿Paramilitarismo? ¿Narcotráfico? ¿Multinacionales? ¿Seguridad militar? me huele a país tropical, tiene tufillo a Pablo Escobar o de pronto a Popeye dizque el general de la mafia… ¿AUC? ¿café? Colombia, eso fijo es Colombia de la que estamos hablando ¿no? ¿Cómo no? entonces ¿de quién?
El tema en sí mismo es noticia vieja, vieja para nosotros que nos enteramos de oídas o en un titular de noticiero farandulero; si es que nos enteramos claro está. Pero para los hondureños es noticia diaria, porque a los colombianos con la pujanza que nos caracteriza, nos dio por exportar algo más que flores, banano y café. Nos volvimos exportadores de la violencia y de la “paz” (por no decir pacificación); de las balas y de las vendas. Hasta el punto que algunos hondureños le dicen a su propio país peyorativamente, MiniColombia.
Y claro que matan líderes indígenas y sociales. Es de esperarse en cualquier Colombia del realismo trágico; en cualquier Colombia metafórica eso pasa. Pregúntele a Berta Cáceres que le puso “el tatequieto” a los chinos y al Banco Mundial defendiendo el territorio y el medio ambiente y que fue asesinada el año pasado. Eso por mencionar un caso célebre, pero seguro que detrás de ella hay muchos y delante, durante el año en curso, muchísimos más.
Este sádico/romántico relato de la danza mortal de Honduras y Colombia se remonta mucho tiempo atrás. ¿Alguno escuchó del golpe cívico y militar de 2009 en Honduras en el que se destituyó al presidente Manuel Zelaya? ¿no? seguramente lo pasaron por alto igual que yo, que por ese entonces era un puberto con lo que llaman bozo de lulo, pavoneándome con tres pelos en los sobacos y dos más entre las piernas.
El mismo año en el que saludé al ex presidente Uribe personalmente mientras pensaba que era el salvador del mundo y escuchaba atento sus palabras: “todo el que toca un instrumento jamás tocará un arma” (léase con voz de los huevitos democráticos) y hoy en día estoy casi seguro que el actual senador jamás estuvo en una orquesta. Pero no desbarremos.
En todo caso ese golpe de Estado en este pequeño país fue azuzado según cuentan por los gringos y los empresarios… ¡Ah! y con el apoyo de ex paramilitares colombianos de las Autodefensas Unidas de Colombia, que trabajaban de mercenarios para los ricachones hondureños “cuidándoles” las tierras y asesinando a organizaciones campesinas. Según la ONU eran 120, aunque según la BBC eran solo 40. En todo caso eran “product made in Colombia” y aportaron a desestabilizar una nación que hoy en día se lamenta de parecerse a nosotros.
¿Y cuál fue la solución? Colombia muy amablemente exportó y asesoró con su propio modelo de seguridad desde 2013 para acabar con el delito y el narcotráfico agudizado por el golpe de Estado. Claro, como la guerra es un negocio había que aprovechar, y como por esos días ya se estaba negociando con las Farc, había que llevarnos el “chuzo” para el extranjero e impulsar la industria militar colombiana a través de Indumil y Cotecmar con sus pistolas Córdoba, sus lanchas fluviales y sus fusiles Galil. El tiempo ideal según el entonces Ministro de Defensa Juan Carlos Pinzón, aprovechando los 40 años de experiencia de nuestro país que estaba al borde la jubilación en esta materia con la salida negociada al conflicto.
Aquí ha dado muy buenos resultados incluso para “hacerle el cuarto” a los paramilitares (véase falsos positivos), no solo se ha logrado negar su actividad reciente sino que ahora son considerados una parranda de delincuentillos de 3 centavos de dólar que hace años les dio por joder por ahí a cualquier “cristiano” pero que nada tuvieron que ver con política o políticos.
Se podría decir que aplicaron la del paisa, que según la cultura popular vendemos hasta un hueco, solo que en esta ocasión son los huecos de las balas. Ya no se robarán la plata del sudor de nuestra frente, sino del sudor de los del frente y mientras aquí jugamos a hacer la paz, internacionalizamos las dinámicas de la guerra porque son un buen negocio.
Violencia de exportación para militarizar la vida y ponerle precio a la paz detrás de la que viene el progreso en el que los ricos van para adelante y el pueblo va para atrás.