Una deuda impagable

Opina - Sociedad

2017-05-23

Una deuda impagable

El Paro Cívico que se adelanta en estos momentos en Buenaventura se explica por el cansancio de sus habitantes, ante el histórico abandono  y la desidia del Estado (local, regional  y nacional) en relación con las demandas sentidas de la población afrocolombiana asentada en aquella ciudad-puerto.

En los niveles local, regional y nacional, el Estado deviene débil, precario, inexistente y/o capturado por disímiles mafias clientelares, circunstancias estas que han coadyuvado a que la Ciudad-puerto sea una fuente de generación de riqueza y recursos económicos que poco o nada han servido para la construcción de una ciudad moderna, con todo y lo que ello conlleva en materia de desarrollo social.

Los marchantes y los líderes del Paro Cívico gritan a voz en cuello que hay una “deuda histórica” del Estado con Buenaventura. Dicha expresión de inmediato retrotrae a políticas públicas y planes de inversiones que en su momento echaron a andar expectativas en la población afro que poco o nada se ha beneficiado de las actividades portuarias desarrolladas en esta ciudad.

Recuerdo el Plan Pacífico y al Proyecto[1] Biopacífico[2] como iniciativas que de disímiles maneras hicieron soñar a propios y a extraños en que había llegado el momento de saldar dicha deuda histórica. Y recientemente se elevó a la ciudad de Buenaventura como la capital de la Alianza Pacífico.

El desgreño administrativo, la corrupción, el clientelismo, la debilidad, la precariedad  y la captura mafiosa del Estado en todos sus niveles y por supuesto, una no declarada animosidad[3] étnica, son circunstancias que han hecho posible que la gente afro del Puerto viva en condiciones de miseria y abandono. Y los afros se cansaron.

Eso sí, hay decir que la corrupción y el abandono estatal contra los que hoy se expresan los habitantes de Buenaventura, de muchas maneras recae sobre ellos mismos algo o mucho de responsabilidad, por acción u omisión, ante la consolidación de esas circunstancias que atentan contra el derecho a vivir en condiciones de dignidad.

Resulta inaceptable que en pleno siglo XXI haya en  Colombia  ciudadanos exigiendo el suministro de agua potable y la construcción de un hospital de 3er nivel. Por lo anterior, el malestar social en Buenaventura es el espejo en donde se refleja el abandono y la desidia estatal a lo largo del gran territorio que se conoce como el Chocó Biogeográfico.

El mismo PCN (Proceso de Comunidades Negras) debe revisar a su interior las actuaciones de sus miembros, así como las acciones y decisiones tomadas por quienes a pesar de  compartir el mismo origen africano y una identidad asociada a lo afro, actúan más cercanos a las lógicas de mestizos y “blancos”, poco interesados y comprometidos con el fortalecimiento cultural y en particular, con el afianzamiento de una cultura política distinta, que haga posible expulsar del Estado local las pérfidas lógicas que durante años la clase política tradicional impuso para dejar por fuera de los beneficios a las grandes mayorías afrocolombianas o en su defecto, a su cooptación para producir su desmoronamiento étnico.

Así que en los problemas que hoy los líderes del Paro Cívico exhiben de Buenaventura, en parte nacieron, crecieron y se acrecentaron con la anuencia de miembros, pensadores, líderes y simpatizantes del PCN y en general, del pueblo afro.

Mientras llegan a acuerdos con el alto Gobierno, bien valdría la pena que las lideresas (Francia Márquez, por ejemplo) que hoy están al frente de la protesta, asuman posturas auto críticas y desde allí, emprendan acciones de depuración en sus liderazgos y en equipos de trabajo, para llevar a los órganos y entidades del Estado local a quienes de verdad estén comprometidos con generar condiciones de vida digna para los afrocolombianos residentes en la ciudad-puerto, afectados históricamente por una inocultable animosidad étnica que se siente en las oficinas de  Bogotá, y que se reproduce en las de la Gobernación del Valle e incluso, y contradictoriamente, se ha asentado en la propia alcaldía de Buenaventura.

Es claro, entonces, que existe en Buenaventura unas dinámicas económicas de claro beneficio particular y sectorial, y que además se dan de espaldas a las demandas sentidas de los habitantes del Puerto.  Y de la mano de estas, una acción política anclada a un ethos mafioso que ha contagiado a los propios afrocolombianos.

Así entonces, quienes sueñan[4] con Buenaventura, lo hacen de espaldas a las condiciones sociales y a las formas de vida de los bonaerenses.  Por ello, se echan al aire globos de crecimiento económico, a espaldas de una realidad social y política inocultable: extrema pobreza, múltiples violencias y Estado local colapsado. En esos globos van propuestas como convertir a Buenaventura en un puerto que supere los rendimientos de sus ‘similares’ de El Callao y Valparaíso. Singapur aparece como referente para darle a la ciudad costera el giro estético y logístico con el que sueñan la Cámara de Comercio y la Sociedad Portuaria, entre otros. Ahora quieren posicionar a Buenaventura como la capital de la Alianza Pacífico.

Iniciativas todas que se piensan a espaldas de las complejas condiciones de vida que se presentan hoy en Buenaventura. Obras como el Malecón y el bulevar Bahía de la Cruz, la terminación de la doble-calzada y los constantes y costosos dragados del canal de acceso, entre otras, parecen caminar de forma paralela a los problemas de convivencia, de seguridad, de orden público, de pobreza y de incertidumbres sociales que Buenaventura exhibe de tiempo atrás y que guardan relación con los cambios sociales, políticos y ambientales que se están produciendo a lo largo y ancho de la región Pacífico.

Buenaventura es receptora de una población que internamente migra desde varios puntos de la región Pacífico. Una población sedienta que, mediante protestas sociales, ha llamado la atención sobre sus necesidades como el acceso a agua potable y mejores servicios sociales. Igualmente, el Puerto es escenario de sangrientas disputas entre bandas criminales y narcotraficantes, que actúan con el silencio cómplice de un Estado local que no ha podido erigirse como un orden legítimo capaz de guiar a la sociedad local hacia otras formas de vida y convivencia.

Imagen cortesía de: El País

La pequeña y la gran minería deambulan por meandros y selvas en una región biodiversa en la que históricamente el Estado brilla por su ausencia o por su asombrosa incapacidad. Los nocivos efectos ambientales que se vienen produciendo a las cuencas de los numerosos ríos que buscan el océano Pacífico, hacen que el dragado del canal de acceso de la Bahía se convierta en una actividad constante y costosa, dadas las dimensiones que viene adquiriendo la sedimentación, producida por la tierra que se ‘lava’ por la sistemática deforestación.

Antes de echar globos y de diseñar en maquetas la Buenaventura que sueñan actores económicos particulares, bien valdría la pena primero observar y estudiar muy bien los problemas que afronta Buenaventura, para luego intervenirlos. Para ello, se requiere voluntad política de los gobiernos nacional, regional y local, con miras a convocar a las universidades públicas y privadas asentadas en la región, para que a través de procesos investigativos, interpretativos y de intervención se logre avanzar en la ‘pacificación’ y en la discusión de ideas de ‘progreso y desarrollo’ que tengan en cuenta las cosmovisiones de las comunidades afrodescendientes asentadas en el Puerto.

Ahora bien, no se requieren más diagnósticos, sino acciones concretas y permanentes en el tiempo, eso sí, sobre la base de consensos sociales logrados con las comunidades de base.

Dejar que únicamente actores económicos sueñen con una idea de Buenaventura, alejada de su historia, de sus valores ancestrales, de su presente y sobre todo, apartada de los intereses y perspectivas de vida de sus habitantes, es insistir en la construcción de una ciudad-puerto que discrimina y arrincona a quienes han soportado de tiempo atrás la imposición de proyectos de desarrollo que se piensan por fuera de las dinámicas culturales, sociales, económicas y políticas no sólo del Puerto, sino de las zonas que conforman el Chocó Biogeográfico. La deuda histórica que el Estado y la nación tienen con Buenaventura y con la región pacífico no sólo se mantiene, sino que seguirá creciendo, así mañana se decrete que Buenaventura es la capital de la Alianza Pacífico.

El Paro Cívico y sus líderes están mandando un claro mensaje a los co-responsables de esa deuda histórica que agobia a Buenaventura y a su gente; la misma deuda que hoy legitima el levantamiento social: los Afros quieren gobernar o que se gobierne teniendo en cuenta a las grandes mayorías. Sin mafias, sin clientelas, sin corrupción. Llegó la hora del cambio para el Puerto, pero el esfuerzo obliga a la clase dirigente tradicional (“blanca” y mestiza) y al propio PCN, a pensar en otro Ethos que haga pagable esa “deuda histórica”. Mientras pasa el tiempo, esa deuda histórica se hará cada vez más impagable.

 

 

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[1] Véase: http://documentacion.ideam.gov.co/cgi-bin/koha/opac-detail.pl?biblionumber=32341

[2] Véase: http://biblovirtual.minambiente.gov.co:3000/DOCS/MEMORIA/MMA-0009/MMA-009_CAPITULO07.pdf

[3] Véase: http://laotratribuna1.blogspot.com.co/2014/10/choco-biogeografico-debilidad-estatal-y.html

[4] Apartes tomados de esta columna: http://laotratribuna1.blogspot.com.co/2013/12/los-que-suenan-con-buenaventura.html

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Germán Ayala Osorio
Docente Universitario. Comunicador Social y Politólogo. Doctor en Regiones Sostenibles de la Universidad Autónoma de Occidente.