¿Censura al parque?

Opina - Cultura

2017-05-16

¿Censura al parque?

Rock al Parque, el festival gratuito de rock más grande e importante de América Latina celebrara su edición número 23 en el 2017. Como uno de los “activos culturales” que genera más apropiación ciudadana, el festival ha logrado trascender las distintas administraciones, ha sobrevivido a varios intentos por desaparecerlo, otros por privatizarlo, ha resistido la estigmatización de algunos medios y el desprecio de otros grupos de la ciudadanía que lo ven más como un espacio de caos que solo le genera gastos y problemas a la ciudad.

La vida de la mayoría de bogotanos, entre los que me incluyo, de las últimas generaciones ha estado atravesado, de alguna forma, por el festival. Algunos pudimos ver por primera vez a nuestro artista favorito, otros lograron ver artistas que de otro modo no hubiera sido posible por su alto costo. Otras agrupaciones locales encontraron en este escenario su plataforma de difusión y otras vinieron más maduras a consagrarse en el legendario “escenario plaza” antes más de 200 mil personas en medio de los típicos aguaceros bogotanos.

Durante estos 23 de años Rock al Parque ha albergado en sus tarimas y en sus audiencias a músicos y personas seguidoras de distintos géneros (rock, metal, punk, reggae, hardcore) que más allá de sus diferencias han logrado coexistir haciendo del festival una muestra de tolerancia, inclusión, respeto, y como la organización en varias oportunidades festiva ha optado por llamar “extrema convivencia”

Como todo festival musical, y cualquier tipo de espacio público de expresión artísticas, Rock al Parque no es ajeno a las dinámicas políticas y sociales coyunturales, y, aun así, es un festival del cual, en la mayoría de los casos, independiente de las administraciones de turno, se ha respetado la diversidad de gusto de las audiencias y sobre todo se ha tratado de mantener al margen de las disputas políticas e ideológicas.

En esta ocasión, estamos viviendo un hecho, que al menos debe generar la reflexión en torno a la inevitable relación entre cultura y política. En el cartel de bandas internacionales se encontraba como invitado el músico venezolano Paul Gilman, conocido por su apoyo al gobierno de Nicolás Maduro.

El 12 de Mayo el empresario musical Julio Correal, muchas veces parte del equipo de curadores del festival, a través de Twitter inició una cruzada para que le fuera retirada la invitación a Gilman por su respaldo al gobierno de Maduro, lo que desató un fuerte debate en redes sociales en términos desobligantes muy característicos del degradado debate en estos espacios.

Como consecuencia de este ruido en la opinión pública el festival retiró la invitación al músico venezolano.

En este espacio no se pretende hacer una análisis del gobierno de Nicolás Maduro, ni atacarlo, ni defenderlo. Lo que sí es válido plantear es hasta qué punto las ideas políticas de un artista lo inhabilitan o lo hacen un indeseable para participar en este tipo de espacios. Esto nos pone frente a un dilema de “coherencia moral” y sobre todo frente a un debate constante sobre el sentido y el carácter de lo público como espacio de deliberación y confrontación de ideas y narrativas.

Imagen cortesía de: El Espectador

Por el festival han pasado artistas con discursos políticos anarquistas, antisistema, críticos de la iglesia católica, críticos directos y explícitos de los gobiernos nacionales de turno, críticos de los monopolios empresariales, de los medios de comunicación, por mencionar algunos.

En entrevista al programa La Tertulia de RCN  el señor Correal afirma que “Yo soy cero tolerancia con Maduro y no voy a permitir que Rock al parque se enfrente a un payaso rockero” y ante las reiteradas preguntas de los periodistas sobre porque no piensa lo mismo de artistas como Calle 13, Manu Chau y otros similares, el empresario simplemente dice, de manera necia, que eso no le importa, que lo suyo es “personal” con Maduro y cualquier activista que lo defienda.

Lo que sí queda claro de todo este conflicto es que lo que el festival Rock al Parque hace retirando la invitación a Gilman por cuestiones políticas, es igual a lo que Maduro hace con miles de venezolanos que no están de acuerdo con él.

No se puede entender, ni tolerar, que, por un problema personal de un empresario, un festival que se ha caracterizado por su pluralismo, en todas las administraciones, se convierta en un espacio de censura. ¿Qué podemos esperar para los próximos festivales? ¿Una casilla de ideología política en el formulario de inscripción? ¿Un breve perfil explicando el pensamiento político de cada agrupación o músico que quiera pasar por una de las tarimas más grandes y reconocidas de la música del continente?

Como muy bien lo dijo el periodista Jorge Espinosa al cierre de la entrevista a Correal, “Rock al parque es más grande que Julio Correal”. Ojala y el distrito recapacite y se dé cuenta de que en este debate está tomando la dirección contraria respondiendo de la misma forma a los comportamientos que busca criticar con la acción, y que por sobre todas las cosas, el arte y la cultura son los últimos espacios donde la censura tiene lugar.

 

Juan David Cárdenas Ruiz
Politólogo, Especialista en Opinión Pública y Marketing Político. Magister en Estudios Políticos. Docente universitario e investigador. Interesado en temas de comunicación política, opinión pública y cultura política