Nunca antes el derecho a ser íntegramente uno mismo había ocupado tanta relevancia en la conciencia colectiva documentada minuto a minuto por los medios de comunicación y objetivada por los agentes económicos. El neofeminismo agresivo, el culto al ejercicio como retribución al ego, el veganismo, los tratamientos de belleza, los tutoriales en YouTube de cualquier cosa, la liberación de la sexualidad, las reivindicaciones de las minorías regionales, el progresismo como orientación política, la corrección política en el humor, el deseo de expresión y de expansión del yo y los movimientos alternativos culturales-sociales. Por todas partes asistimos a la búsqueda de la propia identidad.
La dictadura “fitness” virtual, es la carátula de esta era individualista de concentrado afán por la realización personal exprés, la felicidad dictada por los Coaching o pastores cristianos que dirigen su discurso hacia la singularidad subjetiva.
La nueva psicología fitness se presenta en el escenario como una muestra pomposa de vender la idea de una “personalidad incomparable” ante un público sumiso y fácilmente impresionable en redes sociales. Oficinistas, amas de casa, estrellas de la televisión o modelos dirigen desde su celular la transmisión desde los gimnasios o sus cocinas de esta nueva forma de culto al ego que casi siempre esconde soledad, inseguridad, necesidad de atención o bien, en casos excepcionales, sí existe un interés y preocupación genuina por la salud y apariencia de los demás.
El derecho a la libertad siempre se circunscribió exclusivamente a lo económico y político pero ya ha sido entendido desde lo cotidiano y por eso todas las personas elegimos vivir libremente y escoger el modo de existencia sin represiones, esto, realizado en masa, terminó mutando en un condicionamiento generalizado por parte de los productores de bienes y servicios.
Las personas ávidas de encontrar su identidad y el afán de la diferenciación para conquistar la realización personal inmediata y sin sacrificios mayores han convertido los espacios virtuales en sus propias vitrinas de exhibición del ego. El hedonismo se ha personificado en nuestras pantallas de celular.
Las personas de esta era nos hemos encargado de viralizar el concepto de explotar comercialmente nuestras emociones y es aquí donde aterriza la “dictadura fitness”.
La ansiedad social, la soledad e inseguridad de las personas, la obsesión por saber qué se come, cuántas calorías se consume y cuántas perderá haciendo ejercicio, toman importancia social siempre y cuando se le pueda mostrar a los demás. ¿A usted le importa qué tanto ejercicio hace un desconocido? ¿Qué come? ¿Cuántas series de abdominales hace? ¿Qué tanto avanza en su bicicleta?
No, no nos importa y no debería pues seguimos alimentando la misma egoteca consumista de desconocidos que, escondiendo su inseguridad, necesidad de atención o soledad, actúan mostrando un ideal de vida superficial que a fuerza de lo fenomenológico, ha calado en las personas débiles hasta el punto de imitarlo y crear subculturas de adoración a personajes desconocidos célebremente famosos o populares por hacer estupideces en un gimnasio o desde su cocina.
Defendiendo un poco a los exhibicionistas del ejercicio, no es un delito “presumir” pues una de las cualidades del hombre consumista actual es la retribución virtual, todos queremos un club de fans y esa prisión es nuestro modo de vivir en la actualidad. Es importante que las personas-espectadores de este teatro entiendan que no se está afirmación una cultura sanitaria y preventiva en salud, simplemente es otra de las facetas del hedonismo caótico que expresa el desorden emocional propio y la impotencia subjetiva de quien presume su forma de ejercitarse o de cuidarse en sus alimentos.
La ola narcisista es un tema que a nadie preocupa porque todos aportamos nuestro grano de arena, cuanto más la sociedad trata de humanizarse y buscar que la gente no sea tan insulsa, más se extiende el sentimiento de anonimato; a mayor indulgencia y tolerancia virtual, mayor es la falta de confianza de las personas en general; cuanto mayor es la libertad para desarrollar la personalidad, mayor es el sentimiento de vacío; entre más avanza la comunicación y las redes sociales, más solos se sienten los individuos; entre mas oferta de bienestar, mayor es la depresión.
Todos construimos la incitación y consumo al hedonismo asfixiante de mostrar actividades y vidas perfectas llenas de vacío y tristeza en las redes sociales pero las inquietudes, las decepciones, las inseguridades sociales y personales aumentan y no en el espectador, aumentan en el exhibicionista virtual. La alternativa de visitar a un psicólogo ha sido reemplazada por exponer nuestras actividades como mostrar a desconocidos los “disciplinados y mentalmente fuertes” que podemos llegar a ser. Mas pose, mas postureo, mas “wanna be”.
Las alarmas deben prenderse en su casa, en soledad, cuando revisa sus redes sociales; la representación de lo que es el cuerpo, ha sufrido ya una mutación comparable al desmoronamiento democrático de lo que significa la representación del prójimo, el prójimo hoy vale por cómo luce físicamente o por los objetos que pueda comprar y en ambos casos presumir, ese es el mensaje peligroso y asqueante de nuestra nueva realidad social.
Cuide su salud, haga ejercicio, coma saludable, consuma de manera responsable. Haga ejercicios del alma recordando que el ser humano vale por su esencia y bondad; aléjese de esa enfermedad voyerista de alabar estúpidos vacíos y superficiales con el cerebro enajenado sudando en un Bodytech o mostrándole cómo combina el tomate con la pechuga de pollo mientras sale a la calle a funcionar como el arribista promedio.