Hablar de empleo en un país con una tasa de desempleo del 10 por ciento no es fácil. Y no lo es, porque se lastiman heridas y se piensa hasta en políticas económicas erróneas o por lo menos fuera de foco. Y si a esto le sumamos que la oferta educativa en Colombia ha aumentado y que los jóvenes de hoy son más profesionalizados que los de generaciones anteriores, estamos hablando de fenómenos sociales en apariencia distintos pero que tienen todo que ver el uno con el otro.
En efecto, los jóvenes universitarios recién graduados, están padeciendo en su mayoría, de desempleo crónico y esto debido a varios factores a saber:
I. Falta de cualificación para las ofertas que aplican. Muchas veces, el empleador está buscando a alguien con mucha experiencia para evitar retrasos y reprocesos en su quehacer y el joven tiene los conocimientos teóricos, pero no la experticia exigida por el cargo al cual aspira. Por lo tanto no puede aplicarse a él.
II. Poco reconocimiento salarial. Por su falta de experiencia, el joven profesional no puede en principio, aspirar a un salario a acorde con su formación, sino que le toca aceptar ofertas irrisorias o muy por debajo del rango.
III. Exclusión o veto de algunos centros educativos. Este aspecto en especial, merecería una columna aparte, pues se ha evidenciado de unos años para acá, que en ciertas empresas prefieren a los profesionales de algunos centros de educación superior y así mismo, excluyen a los de otras universidades muchas veces por prejuicios o situaciones que en nada tienen que ver con el aspirante.
IV. Orientación sexual distinta. En las entrevistas surgen preguntas relacionadas con su orientación sexual que por desgracia, se han vuelto un filtro a la hora de la selección. Vulnerando abiertamente la Constitución Colombiana. Similar situación se vive a la hora de hablar de las creencias religiosas, pues se considera peligroso todo aquel que “profese” un credo distinto al católico y peor aún si manifiesta abiertamente que es ateo.
Según lo descrito arriba, tenemos un panorama laboral no muy halagüeño para los universitarios. Por tanto, aquellos que están trabajando y con un reconocimiento salarial más o menos acorde con su perfil, se deben sentir afortunados y harán lo posible por cuidar su empleo, pues bajo las circunstancias actuales, es muy frecuente que la estabilidad laboral se afecte con la mera idea de exigir condiciones laborales justas, o con el criterio de un mejoramiento específico en relación con el cargo a desempeñar.
Estos muchachos se aferran a sus puestos y hacen lo que sea por seguir en ellos. Es así, como el empresario saca provecho de la situación y vienen los abusos, la sobrecarga laboral y el acoso, que convierten al trabajador en un esclavo moderno, que simplificará su vida al sentir de la empresa.
Y para velar un poco la cuestión, a los empleadores se les ocurrió disfrazar el abuso con la figura eufémica de “empleados de confianza”. Que no son otros que los administrativos, que tienen muy claro a qué hora empiezan su jornada, pero no a qué hora la terminan. Porque, para justificarles un salario, los saturan y su puesto en realidad es para dos o tres personas por el volumen de trabajo al que se ven sometidos.
Es muy común encontrarse casos de abuso laboral en la empresa privada, pues desde las mismas ofertas de empleo advierten que el trabajador deberá ser proactivo y por ahí se empieza el abuso, con funciones para las que no fue contratado o más aún. Las funciones de su cargo sí aparecen descritas en la oferta y se supone que si alguien es contratado, acepta y cumple con todo aquello. Pero muchas veces, sus funciones son de dos o tres puestos distintos. Ejemplifico lo anterior con la siguiente situación:
Una empresa requiere un comunicador con experiencia en el manejo de redes sociales, buena redacción etc. El problema viene cuando en la descripción de sus funciones salen con lo siguiente: Diseñar y construir piezas gráficas. O sea que a más de ser comunicador, deberá observar experiencia en diseño gráfico, que es en sí, otro cargo.
Y ni que hablar de las famosísimas reuniones de grupos primarios, que muchas veces se realizan en horarios no laborales y sin ningún reconocimiento económico. O cuando el área de recursos humanos se inventa actividades dizque para mejorar el clima laboral, o que decir del cuento reforzado de tener sentido de pertenencia a la empresa. Todo esto, en medio de una sobrepoblación de profesionales que cada vez tienen que invertir más en su formación, con el riesgo inminente de sobre perfilarse para un cargo no muy bien pagado.
El Estado debe regular no solo la proliferación de entidades de educación superior, sino que además se debería establecer una legislación para el primer empleo y la protección de los empleados de confianza pues a las claras, en el sector privado se abusa de aquellos afortunados que trabajan y sienten temor de perderlo, por las obligaciones contraídas y los sueños de progreso e independencia económica.
Los empleados de confianza deben propender por el avance y el bien de su empresa, pero hay que protegerlos y no desgastarlos en un puesto al que le terminan teniendo pereza pues como lo expresaban los abuelos, un trabajador contento, es un trabajador para toda la vida.