Celebro la gestión que realizó Sergio Restrepo por el teatro Pablo Tobón Uribe, pero me resulta incomprensible la forma como cierto sector cultural de la ciudad, quiere hacer ver que su partida acaba con todo lo realizado por ese recinto cultural, por el centro y la cultura en Medellín, solo por la forma en la cual se produjo el fin de este ciclo.
Hace algunos años pude conocer en detalle cómo un funcionario directivo se aferraba a un cargo en un establecimiento cultural también en el centro de la ciudad. Esta persona utilizó amigos de diversos sectores culturales, sociales y políticos, envió cartas a una revista de circulación nacional, afirmó que la hecatombe llegaría a dicha institución si no seguía en la dirección. La susodicha funcionaria buscaba atornillarse a un cargo, sin comprender que con la llegada de un nuevo gobierno – gústenos o no- llegan cambios y hay que estar dispuestos a tomar la maleta y dar un paso al costado. Es el normal ciclo de la vida, de estos cargos que como el mismo Restrepo lo dice – son políticos- y de los gobiernos.
Al conectar estos dos casos y otros más en el sector público, donde percibo esa sensación de atornillamiento a un cargo de interés colectivo, me pregunto ¿Acaso existe una “elite” política y cultural en Medellín que se considera imprescindible, mesiánica con síndrome de adán y que lucha desde columnas, redes sociales, tertulias y todo tipo de medios, por no perder ciertos territorios de poder?
Cuando uno hace cosas que dejan huella en una organización y en la sociedad, no debe temer al adiós, ni mucho menos aferrarse a la forma cómo me pidieron el cargo, a si concertaron o no, o a que fue por carta, e-mail o en la reunión de junta. Nada más zalamero y distante de la entereza, sobriedad y urgente reciedumbre que requieren las tareas en lo público, un sector donde los recursos y el tiempo son escasos, abunda la corrupción y los ciudadanos demandan agilidad y eficiencia en la toma de decisiones.
Le escuché decir a Sergio Restrepo en la radio que está tranquilo, agradecido y que alternaba su rol directivo en el Pablo Tobón Uribe con otros dos trabajos, además de su participación en incontables proyectos culturales dentro y fuera de Medellín, lo cual corrobora que es una persona competente y seguirá aportando su talento y sensibilidad a la ciudad en otros frentes que la vida ponga su camino.
Nadie es imprescindible en ningún cargo y si una persona está en el sector público o privado, debe entender que por más buen desempeño que tenga, debe tener las maletas y el balance de gestión en la mano para retirarse con altura.
Bravo por Sergio Restrepo y estos 6 años que sirvió al centro y al Teatro Pablo Tobón Uribe, bravo por sus ejecutorias, su compromiso, su capacidad de ser disruptivo y contracorriente; ojalá su sucesor valore y dé continuidad a lo bueno, corrija lo no tan bueno y llegue con nuevas propuestas e ideas en el marco de ese plan por medio del cual se invertirán 270 mil millones en el centro de Medellín y todos los que lo habitan, a quienes no nos da vergüenza desde niños y hasta ahora, acariciar su piel, caminarlo y disfrutarlo a diario, podamos verlo reverdecer en medio de todas las dificultades que afronta y que están por encima de los intereses personales.
Es ridicula la descripción de atornillarse al cargo……. apenas epidérmica.
El debate no ha sido, ni es, ni debería ser el de un puesto para Sergio…..
El debate al que se quiere rehuir con este artículo y con la posicon de la alcaldia ( tristemente en minúsculas) es el de las formas, el de el respeto por los procesos, el de construcción de espacios para la discusión y el ejercicio de la ciudadanía.
La alcaldía no le corta las alas a Sergio, le corta las alas a todo aquello que no sea igual a ella misma, aun sin saber claramente quien es ella misma