Tanto el capitalismo como el socialismo crean Mesías que niegan la política.
Tan indeseable la dictadura del mercado en el sistema capitalista, como vigilar y castigar a quien piensa distinto en el sistema socialista.
Tanto en las democracias populares del socialismo, como en las democracias liberales del capitalismo, el asistencialismo es la más eficiente política a la que apela el poder para perpetuarse.
Un Estado privatizado y débil, ofrece ayudas; un Estado fuerte, asume responsabilidades.
El capitalismo usa el mercado para someter a los ciudadanos; y el socialismo usa el asistencialismo y el control ideológico para lo mismo.
La compleja, difícil y enmarañada realidad institucional que afronta Venezuela amerita y casi que exige de la Izquierda colombiana y de los dirigentes de las Farc que hoy están en tránsito a la vida política sin armas, un pronunciamiento y casi que una reflexión en torno a lo que se ha llamado el socialismo del siglo XXI.
Son varias las razones y circunstancias internas que obligan a que los sectores afectos a la izquierda y al socialismo se pronuncien en torno a lo que viene sucediendo en la República Bolivariana de Venezuela. La transición política de las Farc, la cercanía de las elecciones de 2018, y por supuesto, los miedos que genera en el país ese enorme fantasma que la derecha “inventó” para espantar cualquier posibilidad de ajuste o cambio al régimen de poder dominante en Colombia: el castrochavismo. Huelga recordar que con ese fantasma, el NO se impuso el 2 de octubre de 2016 y ese mismo espectro, “justifica” que la derecha y la ultraderecha este 1 de abril inviten a “marchar”[1] a los colombianos, para advertir de la presencia demoníaca de ese espíritu.
Y el pronunciamiento debe ir acompañado de una profunda reflexión en torno a qué es lo que estamos entendiendo por ser de Izquierda y las diferencias claras que existen entre estatismo y socialismo. Para ello, recomiendo una entrevista en particular que Pepe Mujica concedió a Claudia Palacios.
Esa discusión, de cara al país, se puede convertir en la mejor estrategia política y mediática para enfrentar a quienes desde la derecha y la ultraderecha, insisten en que Santos le entregó el país a las Farc, por haber negociado con esa guerrilla el fin del conflicto armado. Esas mentiras y suposiciones deben enfrentarse con la discusión abierta y el análisis profundo no solo de lo que viene sucediendo con el socialismo del siglo XXI en Venezuela y en la región, sino de las propias condiciones en las viene operando en Colombia el Estado liberal.
Creo que dentro de la desarticulada izquierda colombiana existen diferencias y hasta contradicciones conceptuales en torno al sistema socialista, que bien valdría la pena empezar a discutir de cara al país, en especial ahora que las Farc hacen el tránsito a la vida civil y en adelante serán, en particulares y estratégicos territorios, una opción real de poder para comunidades indígenas, afros y campesinas, víctimas de la debilidad del Estado y de una democracia liberal restringida y generadora de profundas contradicciones sociales, políticas y económicas.
Si las Farc insisten en el socialismo y en particular tienen en el modelo venezolano un referente a seguir, o si el viejo paradigma socialista soviético es el norte que guiará sus aspiraciones políticas, urge que se manifiesten en torno a lo sucede hoy en Venezuela. Y si están, con los ya conocidos controles ideológicos y policivos con los que se asegura la simpatía y la subordinación de las grandes mayorías, a cambio de subsidios y reivindicaciones sociales que poco construyen una idea de un ciudadano capaz de discernir y discutir sobre el fin último de la vida que es alcanzar la felicidad.
Es hora de empezar a discutir y a construir un modelo de Estado que satisfaga, sin revanchismos y persecuciones ideológicas, las necesidades de las grandes mayorías, sin que ello implique acabar con el mercado y la iniciativa privada. Por ello, conviene escuchar a Pepe Mujica en la ya referida entrevista: “yo creo en el socialismo, pero no creo en el estatismo y creo que la construcción del socialismo supone una sociedad mucho más culta, mucho más inteligente y mucho más rica. Creo que países como Suecia se arrimaron mucho más a lo que puede ser el socialismo, o Noruega, que los intentos fallidos que hemos tenido…” Y frente al socialismo del siglo XXI, tipo ALBA, Mujica señaló: “lo admiro, pero no es el camino que yo eligiría. Yo preferiría un camino mucho más lento de construcción menos espectacular, mucho auto gestionario. Soy enemigo de la burocracia, de la burocratización. La gente tiene que manejar las cosas y ser responsable y eso hay que irlo ensayando desde abajo hacia arriba. Desconfío que el Estado cuando se hace demasiado grande, pueda sustituir la iniciativa de la gente…”[2]
En lo citado, encuentro, por ejemplo, diferencias profundas entre el modelo venezolano que implantó Chávez y que con enormes contradicciones intenta mantener Nicolás Maduro, y las ideas políticas del senador Jorge Enrique Robledo[3].
El objetivo de buscar satisfacer unas mínimas condiciones de vida digna para las grandes mayorías excluidas del sistema económico y del mercado, no puede hacerse sobre la base de perseguir y arruinar las legítimas aspiraciones de quienes por largo tiempo han vivido de sus esfuerzos y del aprovechamiento de sus capacidades, inventiva e inteligencia. Es decir, la felicidad de grandes mayorías no puede alcanzarse sobre la ruina, la desesperanza y la expulsión de esos otros compatriotas.
Cualquier régimen de poder debe tener como objetivo brindar para todos, sin exclusiones, las condiciones para que cada individuo pueda desarrollar sus capacidades y sacar adelante su proyecto de vida. Eso sí, creo que el asunto de fondo está en establecer condiciones para que todos alcancen la felicidad, mediada esa búsqueda por principios como la co-responsabilidad con el medio ambiente, la solidaridad y el respeto a la diferencia.
Por todo lo anterior, la Izquierda colombiana y las Farc, tienen en los problemas institucionales que afronta Venezuela, la oportunidad de espantar ese fantasma (el castrochavismo) que asusta a los millones de colombianos que atormentados por su presencia, están dispuestos a todo lo que esté a su alcance para impedir la implementación del Acuerdo Final.
[1] Véase: http://germanayalaosoriolaotratribuna.blogspot.com.co/2017/03/marcha-o-desfile.html
[2] Tomado de: https://www.youtube.com/watch?v=tuOjL5Zjx4M
[3] Véase: http://germanayalaosoriolaotratribuna.blogspot.com.co/2017/03/los-presidenciables-iv.html