«Algunos políticos corruptos de Colombia están escandalizados por la proliferación de la corrupción: preferirían tener el monopolio». Manuel Rodríguez Becerra
Está comprobado una y otra vez que nosotros no tenemos sentido de pertenencia por nuestro país. También hemos comprobado a través de los años, que cuando nos nace un poco de amor por la tierrita, nos da pereza y dejamos todo en manos de otros, que supuestamente nos salvarán. Sobra decir que no nos queremos los unos a los otros, solo por ser de uno u otro equipo de fútbol, o seguidor de “x” o “y” Honorable Político. Pero así somos nosotros, carnavaleros y solos, felices y tristes y somos capaces de odiar con la misma fuerza con la que decimos amar.
A nosotros, los ciudadanos de a pie, los que tenemos que pagar el pasaje diario, ida y vuelta hasta la casa mientras aguantamos lluvia y sol en las calles, a los que cumplimos con un horario, los que remilgamos en redes cada vez que pasa algo, cada vez que nos aparece en el televisor un nuevo escándalo y nos llenan la mente realitys, parece que no nos doliera el país.
¿Cuándo vamos a protestar de verdad? ¿Cuándo vamos a salir como el grupo gigantemente indignado que somos a las calles a pedir que se nos respete? Es increíble la frescura con la que manejamos las situaciones de la vida cotidiana, que en otros países mueven masas a las calles y que tumban hasta presidentes.
Ojo, no se incita a la violencia, pero sí se incita a que hagamos respetar nuestra inteligencia. Necesitamos que la clase política del país entienda que estamos cansados de los «chanchullos» que hacen por debajo de la mesa, y hasta descaradamente, frente a nosotros. Necesitamos que los empresarios poderosos entiendan de una buena vez que no somos una masa que no piensa por sí misma, que estamos dispuestos a movernos por un futuro mejor y que somos capaces de hacerlo, como conjunto (entiéndase como conjunto, gente que trabaja por un mismo fin).
Lastimosamente no somos eso que se acaba de definir en el párrafo anterior. Por eso no lo lograremos; por eso nos van a seguir metiendo los dedos a la boca hasta cuando se cansen de hacerlo, que será jamás. Siempre lo harán, porque saben que estamos violentamente divididos y que si nos encontramos en una de esas diferencias, somos capaces de irnos a los golpes para defender nuestra idea. Un ejemplo clarísimo de eso, es el fútbol. No necesito dar ejemplos para saber de lo que hablamos. Otro ejemplo clarísimo son nuestros dos más grandes legitimadores de opinión, Juan Manuel Santos y Álvaro Uribe. Alguna vez, con pena ajena, tuve que presenciar una pelea entre dos tipos que defendían, cada uno, a su preferido. Los empresarios poderosos y los políticos lo saben y se aprovechan descaradamente de ello, porque tienen claro que si en Caracol y RCN hablan del beso de Amparo Grisales con Pipe Bueno, o de la separación de Lorena Meritano, nosotros también hablaremos de eso y se nos olvidará todo en un abrir y cerrar de ojos.
¡Lástima! tememos a nuestros «dirigentes», cuando somos nosotros quienes los pusimos ahí para que nos sirvan a nosotros. Como decía el gran Jaime, a quien por cierto ya le tienen novela lista en RCN (esperemos que sea medianamente buena y con argumento), «Terminamos nosotros sirviéndole a ellos». Nosotros, que somos la gran mayoría, nosotros que somos los que de verdad tenemos el poder y los que, se supone, decidimos el destino de este terruño, nosotros que parece que nos odiáramos con tanto fervor como con el que decimos que somos el país del sagrado corazón.