Una de las principales expectativas frente al proceso de paz ha sido el cambio de discurso en cuanto al tema central del debate; ya las FARC no hacen parte del discurso de los políticos para ganar votos ni el pretexto para catalogar como el peor de los males, sino es la corrupción, que se representa como eje retardatorio en las decisiones de nuestro país y, como lo dije en una anterior columna, ese es el mal de males que poco a poco nos carcome como país.
Al ser la corrupción hoy el centro de debate, se vuelve también un riesgo para quienes en ella han impulsado su práctica. Quizá, los colombianos hemos sido testigos estos últimos días de los escándalos que han salido como de la nada, y no es de impresionarnos, pues la corrupción ha estado acompañándonos y perjudicándonos desde siempre, sólo que nuestros dirigentes quisieron encaminar nuestro interés y atención, para provecho de ellos, en las FARC como único y principal problema.
Hay quienes luchan contra la corrupción desde sus bases y por sentido común. Hay otros quienes luchan contra la corrupción por estrategia y para ganar votos. Hoy la corrupción se enmarca como tendencia y, mirando el ambiente político que nos depara las presidenciales, también se trata con cierta prudencia.
Álvaro Uribe Vélez, el «gran» colombiano, el santo y divino señor de muchos, ha sido objeto central en ciertos escándalos, y no solo él, sino también quienes, en posición de orgullo, siguieron y siguen sus pasos. Algunos de los escándalos son: Yidispolítica, donde se jugaba la aprobación de un proyecto de reforma constitucional que permitiera a Uribe la posibilidad de su segundo mandato y que, para ello, algunos funcionarios del Gobierno Nacional habrían ofrecido dádivas a la exrepresentante a la cámara Yidis Medina para que votara a favor de tal proyecto; las chuzadas del DAS, escándalo que se caracterizó por interceptaciones ilegales que perpetró este departamento a magistrados, periodistas y dirigentes políticos; Agro Ingreso Seguro, un programa ruin que fue investigado por dudosos, cuestionables y millonarios subsidios entregados a algunos personajes de nombre prestigioso en el país, por esto, el exviceministro de agricultura, Andrés Felipe Arias (uribito), y excolaboradores se encuentran, hablando en el vocabulario inocente del expresidente Uribe, como perseguidos políticos, en especial ‘uribito’, su anterior gran muchacho. Recientemente, sin mencionar otros más, se ha presentado el escándalo que quizá a muchos nos da la esperanza de que caigan los corruptos y sus secuaces que han hecho daño a nuestro país para beneficio de ellos. Este escándalo es el de Odebrecht, el cual catalogué en mi anterior columna como un monstruo de mil cabezas, y quizá tentáculos, por su magnitud, donde hay implicados de cada bando: Gobierno Santos y Gobierno Uribe, así mismo, también hay otro gran muchacho de Uribe que, al parecer, ya no es tan bueno ni consentido como parecía ser, o eso en términos del patrón.
Oscar Iván Zuluaga, excandidato presidencial, es el implicado en un caso que se basa en la posible intervención de Odebrecht en los pagos de los gastos de su campaña por concepto de asesoría de Duda Mendoça. Bien decía en la columna anterior que «Álvaro Uribe, el expresidente, salió a dar un comunicado, en el cual predomina el desconocimiento -como raro en él- de lo que pasa dentro del CD» y estos días nos ha sorprendido con otro tipo de aclaraciones, entre estas, que se pida investigar a su buen muchacho y estudiar el caso en el comité de ética del partido, el cual me es difícil creer que exista. Ahora, también, sale Uribe en representación de su organización a dar noticia, la cual parece broma y que por un momento llegué a pensar que el día de los inocentes aún no había pasado, de que el CD presentará un proyecto de ley anticorrupción, proyecto que se pensará radicar el 16 de marzo.
Quizá esta sea la estrategia que tenga el CD para seguir engañando a los colombianos y asegurar el camino a la presidencia de Iván Duque, o quizá, sea el modelo que pretenda no culpabilizar al senador por ciertos escándalos que giran en torno a él.
La política en Colombia se ha caracterizado más por ser escándalo que por ser bien hecha y asimismo, el ambiente que esta deja es un ambiente cargado de sorpresas y giros que en una historia normal molestan. Quienes han llevado la labor de lucha contra la corrupción y están limpios de cualquier evento desafortunado que implique escándalo son los hoy senadores y precandidatos presidenciales, Jorge Enrique Robledo del Polo Democrático Alternativo y Claudia López de la Alianza Verde.
Hay quienes quieren apoderarse de este tema, pero lo que no saben es que uno no puede apoderarse de algo que conspira contra uno mismo, y con razones muy válidas, que representan un campo de fuerza indestructible. Hoy es Germán Vargas Lleras, quien quiere hacer campaña contra la corrupción, pero cuyo entorno no le favorece mucho por la complicidad que guarda su partido, Cambio Radical, y quizá él, ante algunos casos que reflejan la corrupción en su estado más puro.
Hoy también está Álvaro Uribe, quien pretende recibir el título de zar anticorrupción, quizá como estrategia o como elemento de defensa, pero no más.