Esta columna se titula como el último libro de Santiago Gamboa que acabé de leer y me pareció maravilloso. Qué pluma más acertada, qué magistral forma de narrar, de contar y de entreverar historias.
Ahora bien, lo que ocurre en Venezuela desde hace varios años, una década o más, de hecho, es redundantemente crítico.
Todos los días encontramos en la radio y en la televisión noticias acerca de la lamentable situación de los vecinos suramericanos sobre, por ejemplo, la falta de alimentos y de medicamentos, las filas para hacer mercado y la complicadísima problemática de seguridad que hoy tiene a Caracas con una de las tasas de homicidio más altas del mundo: 119,87 por cada 100.000 habitantes según el Concejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal. Sin contar la humildad del presidente Maduro que se autoproclamó alcalde de Cúcuta y Presidente de Colombia y, por su puesto, sus elocuentes frases y decisiones.
Esta es una entrevista a una venezolana que hoy vive en Colombia como consecuencia de la crisis. Hace poco tiempo decidió dejar a su familia y amigos y a su vida misma en el que, otrora, era uno de los países más ricos y prósperos del continente.
Allá, Laura (por supuesto no es su nombre real) ejercía como administradora de empresas siendo profesional. Aquí trabaja en un salón de belleza haciendo el manicure y el pedicure a decenas de hombres y mujeres que no tienen ni idea de su pasado, de las luchas y riesgos que ha vivido. Una Ulises más, digna de un libro de Gamboa, en este mundo de éxodos y desventuras.
¿Cuántos años tiene?
23 años.
¿De dónde es?
De Valencia, estado de Carabobo. Queda a una hora de Caracas. He vivido toda mi vida en Venezuela y llegué a Colombia hace 4 meses.
¿Decidió venir a Colombia por la crisis?
Sí, yo soy administradora de empresas. Allá ejercía y por la misma situación tuve que venir. Estudié en una universidad privada y hay que decirlo, la educación allá es muy económica. Aquí en Colombia la educación es muy costosa. Me gradué en febrero del 2016, pero allá ejercía antes de graduarme porque hice un curso como los del Sena de asistente administrativa. Estudié un año y medio y trabajé dos años en una empresa, hice mis pasantías y luego salí a trabajar en otra empresa en donde ejercía la administración.
Le iba bien, podría decirse. ¿Qué paso entonces?
Tuve que venirme sola, pero aquí tengo una hermana y por eso decidí venir. Yo manejaba la empresa allá y me pedían que no me fuera. Antes de irme tuve que entrenar a una persona para que quedara encargada de todo. El sueldo mínimo cuando me fui eran 20.000 bolívares, que al cambio, son 20.000 pesos. Literalmente 20.000 pesos colombianos y me dijeron “te pagamos 70.000 para que no te vayas”. Pero, ¿qué haces tú con 70.000 pesos? Nada.
Allá yo también tenía mi agencia de eventos. Tuve que vender todo para venirme. Mi propósito es poder validar mi título para poder ejercer mi carrera en Colombia, pero aquí tengo que estudiar 2 años más y las diligencias son costosas.
¿Cómo definiría lo que ocurre actualmente en Venezuela?
Es una situación que viene muy mal desde Chávez.
¿Piensa regresar algún día a su país?
Cuando la situación esté un poco mejor claro que quiero regresar. Uno tiene su vida hecha allá. Pero si nada cambia y pasa mucho tiempo, pues voy a tener que edificar mi vida aquí. Igual, la idea siempre es regresar, nada como el país de uno y Venezuela es muy hermoso. Simplemente yo no me aguanté hacer cola para comprar una harina PAN.
¿Cuál fue el detonante para que tomara la decisión de dejarlo todo?
Mira, todos los venezolanos quieren irse del país. Yo, por ejemplo, tenía que estar todo el día en la oficina y no me daban chance de hacer mercado porque es con número de cédula y a mí me tocaba los martes pero no me daban permiso porque yo manejaba la empresa, entonces le comprábamos a los famosos bachaqueros que falsifican la cédula, pero francamente no tengo idea de cómo hacen porque para comprar es hasta con huella dactilar. Si tú ya compraste y vas a otro supermercado a comprar otra cosa, es imposible porque tu número de cédula y tu huella dactilar ya registraron la compra anterior. Todo está regulado y por eso yo le comparaba a los bachaqueros que se convirtieron casi en empleadores. Pero igual no alcanzaba el sueldo para nada.
¿Había alguna posibilidad de entretenimiento?
Ir al cine era un lujo. Antes de irme fui al cine porque pensaba que probablemente era la última vez que iba a ver un filme en Venezuela, pero ir a cine es más o menos la mitad del sueldo. Un día en unas pocas horas.
¿Tiene más hermanos?
Sí, somos cuatro en total. Ya somos dos aquí y mi hermano menor quiere venirse también, pero mi pelea es que no se venga sin un título.
¿Qué opinión le merece la Mesa de Unidad Nacional?
No sirven para nada.
Y, ¿en Colombia cómo ve la situación?
Ahora hay muchos venezolanos aquí, y por eso mismo nos están negando la visa. Yo hace poco tuve que ir a pedirla y me la negaron. En Extranjería me dijeron que si quería me quedara de ilegal, pero la multa diaria son $370.000.
¿Ha regresado a Venezuela?
Sí, el mes pasado tuve que volver. Cuando salí estaba abierta la frontera. Yo pasé un domingo, pero el lunes la cerraron y me quedé atrapada en Venezuela. Tuve que llamar al trabajo aquí en Colombia para pedir tiempo y ellos entendieron pero igual estábamos en temporada. Esperé una semana y no la abrieron, encontré peor la situación en Venezuela y yo dije: no, para atrás otra vez no me devuelvo. Voy a pasar como sea y pasé por la trocha.
¿Qué significa pasar por la trocha?
Fue la peor experiencia de mi vida. El taxista que me llevó hasta San Antonio me dijo que él conocía quién los pasaba, porque eso es una mafia loca también. Eso fue hace poco, en diciembre. El taxista me dijo que era muy peligroso, que había gente mala y que él conocía gente de confianza que me podía cruzar. Entonces yo estaba desconfiada porque no conocía al señor, pero le pedí a Dios que me guiara, y me fui con la gente que él me recomendó. No podía llevar muchas maletas y yo solo tenía una pequeña, entonces me subí en un motorizado hasta donde íbamos a cruzar y me pidieron 30 mil pesos. Pero yo iba sola y estaba muy asustada, no había nadie conocido y nos llevaron como a un cacerío y ahí dije: aquí fue, aquí me van a violar a robar o a matar porque era muy lejos y yo no sabía dónde estaba.
Pero no, llegamos y me dejaron en una casa que daba al río en donde debíamos cruzar. Luego tenía que pagar 12 mil pesos para que me dejaran entrar a la casa porque era propiedad privada y ahí vi a los paracos con sus mejores escopetas y metralletas porque dicen que ellos son los que manejan eso.
Ahí me asusté mucho porque decían: “uy así es como nos gustan las venezolanas”.
¿Por qué dice que son paracos?
Porque la gente dice que son ellos.
¿Colombianos?
Sí.
Bien y, ¿qué pasó luego?
Nada, luego de eso tuve que pasar por una trocha con cultivos de plátano y luego llegué a otro lugar en donde tuve que pagar 5 mil pesos para que otro muchacho me pasara por el río de la frontera. Ahí me cobraron para cargarme y pasarme sin que me mojara. Y una vez del otro lado me dijeron que ya estaba en territorio colombiano. Pero estaba aún muy lejos de todo entonces le pedí al muchacho que me cargó en el río que me sacara al terminal y que yo le pagaba y le pagué otros 5 mil pesos. Luego ahí tomé un taxi para que me llevara hasta el terminal de Cúcuta, y de ahí tomé un bus para Bogotá.
O sea que, ¿está ilegal?
Sí, tengo que salir y volver a regresar sellando el pasaporte para hacer el trámite legal. Pero esa experiencia no la repetiré nunca más. Hay gente que ha hecho lo mismo y dice que los han tiroteado y que les ha ido muy mal. Además, cuando estaba en Cúcuta un policía nos paró para pedir pasaporte y cédula, y yo dije: no puede ser que haya pasado todo eso y me vayan a devolver. Pero yo sé mis técnicas de mujer y me tocó coquetearle al policía y al final se le olvidó y pude pasar tranquila.
¿Cuál cree que es la situación más grave de Venezuela?
La salud. Los bebés nacen y se mueren porque los hospitales están infectados. Que los asmáticos no puedan ni siquiera tener sus inhaladores, revela lo grave del problema. Un asmático dependiente se muere porque no consigue nada.
Con 70 mil pesos, que fue lo que le ofrecieron para que se quedara, ¿qué se compra en Venezuela?
Un poco de mercado. Si compras una blusa no comes, si pagas un arriendo no comes. Sin embargo, yo quiero volver, ojalá las cosas se arreglen. Extraño mucho mi patria.