El lambón y el iracundo

Opina - Política

2016-12-17

El lambón y el iracundo

Colombia suele dar un prototipo de personajes muy representativos de esta sociedad: el lambón y el iracundo. En estos días se juntaron dos de los más eximios ejemplares de ambos bandos, Fernando Carrillo y Álvaro Uribe, para estropear el viaje de Juan Manuel Santos al Vaticano. El ex embajador en España —que en Madrid tuvo la genial iniciativa de editar un libro de alabanzas al presidente Santos— fue el organizador de un viaje precipitado de Uribe a Roma, para que el papa mediara entre dos enemigos políticos irreconciliables.

Uribe llegó a la capital italiana a las carreras, en avión privado, y se robó el protagonismo que era de Santos con Francisco. Puso el expresidente su sonrisilla ladeada de seminarista mañoso y, a la salida de ver al papa junto a Santos (que parecía un colegial regañado en el encuentro), aplicó la fórmula infalible que aprendió, según confesión propia, de un profesor norteamericano: “Nunca responda a lo que le pregunten, diga lo que le dé la gana”. Y dicho y hecho, le robó el show a Santos, y repitió lo que ya sabemos todos de memoria, urbi et orbi, en plan líder mundial.

¿De verdad alguien creía en Colombia que Uribe con una visita al papa iba a cambiar de parecer? ¿De verdad alguien esperaba que Uribe dijese  a la salida de la audiencia papal algo diferente a lo que ya sabemos todos de memoria? Que no le gusta el acuerdo de La Habana entre el gobierno y las FARC, que tampoco le gusta el segundo acuerdo modificado, que no está de acuerdo con el fast track, que los jefe guerrilleros deben pagar cárcel antes de aspirar a participar en política. ¡Por Dios, cuándo van a comprender en este país que Uribe no tiene otro discurso! ¡Cuándo van a comprender los medios que no se puede esperar otra cosa del él!

Los remito a una entrevista que concedió al diario El Colombiano hace ya algunos años, no recuerdo la fecha y cito de memoria, pero ahí contó que un profesor suyo en Norteamérica le enseñó que era bueno dejar que le preguntaran lo que quisieran y aprovechara que tenía un micrófono en frente para decir lo que le interesaba, únicamente lo que le interesaba. Colega periodista que me lea, a ver si se entera: pregúntele a Uribe qué hora es y verá como le contesta que no le gustan los acuerdos de La Habana.

En esa misma entrevista Uribe habla de su famosa piedra, la que tiene constantemente fuera y que quisiera que los demás tuviésemos siempre a flor de piel. Recuérdese la consigna de su jefe de campaña para el No en plebiscito: “Queríamos que la gente fuera a votar emberracada”. Y es que Uribe es el clásico colombiano iracundo, irreductible en sus convicciones, en perpetua posesión de la verdad. Ése que causa tanto asombro en el exterior cuando le preguntan a uno: “¿Cómo es que un pueblo tan educado, de modales tan suaves es tan violento?”. Yo suelo responder: “Para ser violento hay que ser antes iracundo”.

Uribe es el clásico colombiano iracundo, de diminutivos a flor de labios, que ahorra la platica, que aplaza el gustico, que inaugura un puentecito. Y que luego pone a una pobre secretaria que ha cometido un error –como lo he visto yo– como el trapo de la cocina con gritos y explosiones de rabia africana. ¿Será que algún día los medios lo ignoran y tenemos un poco de sosiego en este país?

Y muy bien por el procurador Carrillo, que se estrena en ese cargo, siga así que va muy bien. Para usted tienen en el país un calificativo de saurio que ya conoce y que no llega ni a caimán.

 

 

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Juan Restrepo
Soy periodista. Trabajé durante 35 años en Televisión Española (TVE) como corresponsal en Mexico, Roma, Bogotá y Manila.