El quinto elemento sobre el que se erige la solidez y la estabilidad de una nación, tiene nombre propio: la red. La poderosa “Red Social”, “el quinto poder”. Consagrado con reconocidos méritos, en toda la orbe. Aliado muchas veces al cuarto, al protagónico y crucial cuarto poder: los medios de comunicación.
A los otros tres poderes del Estado: legislativo, ejecutivo y judicial, no me voy a referir. Son poderes impuestos, denostados hasta más no poder. Cada uno más cuestionado que el otro, estamentos infamados en los que el pueblo no cree. En el ejecutivo se miente, se somete o se degrada, se acicala la realidad y se explota; en el legislativo se comercia, se transa, se despoja, se soborna y se acapara; en la justicia, se pacta, se vende, se dilata, se mancha. En fin, esa es y no otra, la percepción que el pueblo tiene de sus tres poderes gubernamentales.
En los últimos comicios, y así será en los próximos, como es habitual, se advierte cómo, de cara a ellos, no se yergue su estatus. Todo lo contrario. En cada época electorera, se confirma lo envilecida que está la democracia, empecinados nuestros partidos y las reconocidas mafias en hacer de la libertad del elector “un espectro cadavérico”. Cada cuatro años el pueblo es testigo de una “orgía de destrucción mutua” entre candidatos y banderas, inenarrable. Y lo más asqueroso: políticos que siempre han estado en el ojo del huracán, cuya piel forrada en cuestionamientos hiede a oprobiosas componendas, vuelven a ocupar su pestilente escaño.
El cuarto poder, mancillado también muchas veces, se erige sobre una columna mucho más compacta y resistente que los otros tres, en cuyo interior los materiales que la soportan, son de un mármol muchas veces fino y “puro”. Muy distante al “hormigón” rústico que sostiene a los tentáculos estatales. Un cuarto poder en todo caso, que si no le hiciera el contrapeso que muchas veces le hace, a los tres primeros inauditos poderes, el pueblo gobernado ya hubiera sido aplastado hace mucho.
Emerge a la sazón, sin hincarse ni postrarse ante nadie, paralelo al “cuarto dominio” quizá, el vigoroso quinto poder: la Red Social; desde la universalidad de su existencia y el cosmos de su influencia, acapara, persuade, atrapa, difunde, controla, irradia, elige, impacta, altera, deduce, conduce, seduce, convence y vence. Su protagonismo y trascendencia mundial no están en entredicho.
«Facebook”, para mí, un gran álbum fotográfico, más privado que cualquier otra cosa, pero, por supuesto, también una fuente infinita de recursos y divulgación masiva de causas y acontecimientos. De la influencia de “Youtube”, como fuente universal de vídeos de toda índole, no me voy a referir, porque ya sabemos lo gigantesca que es. Procuraré muy brevemente entonces, resaltar las bondades del “Twitter”, desde mi óptica personal. Twitter es fantástico por la inmediatez en su interacción con la noticia y el fenómeno del momento. Fuente no solo noticiosa o banal, sino un canal muchas veces ágil con la denuncia, una voz oportuna de socorro, una alianza inmediata entre la solidaridad, el apoyo y el eco en torno a un suceso que puede afectar a la sociedad entera.
En Twitter definitivamente, no solo se esparce basura y confusión, se explora y expande de modo secuencial la noticia “exacta”, oportuna, clara y puntualmente. Se contrae la información de una manera útil, reflexiva y digerible. Abreviar un mensaje de tal modo que impacte y resulte viable, conducente y suficiente para abrir un debate o desatar una avalancha informativa es un reto exquisito. Llamar la atención, captar siquiera por un momento la inquietud “del mundo”, resulta sumamente interesante. Los riesgos son latentes, los peligros inminentes, los cazadores acechan; pero, definitivamente, un hashtag, o un trending-topic pueden salvar vidas, derrocar gobiernos, definir elecciones, evidenciar mafias, reversar decisiones judiciales e, incluso, redimir, reevaluar, resucitar o redefinir, a cualquiera de los otros cuatro poderes.