El pasado 4 de diciembre El Heraldo hizo público un video aterrador: Unos taxistas en extremo “justicieros” y dolidos por el atraco que había sufrido un colega, toman al supuesto atracador, lo patean, lo golpean con las antenas de sus vehículos, lo laceran con botellas, lo llenan de insultos y, para culminar la barbarie, le amarran los pies a un taxi que acelera, arrastrando al joven por las rocosas calles de Santa Marta hasta arrancarle parte de la piel que terminó adherida al pavimento.
Lo más indignante del caso es que Bryan Jinette Mateus NO ES UN ATRACADOR. Él es un simple futbolista del equipo sub-20 del Unión Magdalena que volvía de una fiesta por la madrugada. Los infames taxistas lo confunden y no dudan un segundo en torturarlo casi que hasta la muerte. Pagó Bryan la rabia de los cavernícolas que seguramente se habrán sentido orgullosos de ajusticiar a un bandido y lo habrán contado con el pecho inflado de alegría.
Esto no es una situación que concierna únicamente al caso del futbolista, es una cuestión estructural. En redes sociales y conversaciones de esquina se puede apreciar claramente cómo las personas validan y hasta alaban la justicia por mano propia. Aseguran que el sistema judicial no funciona (lo cual en parte es cierto) y que por eso es mejor darles su merecido. He visto a personas que se ufanan de tener armas para asesinar a los bandidos que vean en las calles, otros que prefieren guardar silencio ante la atrocidad porque “se lo merecen”, y los más violentos deseando encontrarse alguno para golpearlo lo más que pueda. Todos ellos se creen gente buena, gente que defiende a los agredidos y no está cometiendo ninguna injusticia. Todos ellos son personas de bien.
Casos como el de Bryan nos recuerdan dolorosamente que esta manera de pensar es cavernaria y absurda, que no tiene nada de justa, y que tristemente cualquier día podemos ser nosotros los arrastrados tras un vehículo por una equivocación.
Nadie merece ser objeto de violencia porque se crea que eso es lo que merece, ¿en dónde está nuestra humanidad? Es muy fácil ser un justiciero por Facebook y pedir la muerte del que nos atraca, pero cuando sean nuestros hijos, nuestros hermanos, nuestros padres, o nosotros mismos las víctimas de nuestra idea absurda, es cuando saldremos hipócritamente a decir que la gente debe respetar a las autoridades y su forma de impartir justicia.
No sea cínico: si usted apoya la violencia sádica como forma de ajusticiar a los criminales, usted también es culpable de lo que le pasó a Bryan. El silencio cómplice de unos y el aplauso generalizado de otros, le da la fuerza y el apoyo que necesitan los personajes ruines para arrastrar a un ser humano por las calles. No se sorprenda si uno de esos taxistas se sintió respaldado por alguno de sus abyectos comentarios en las redes sociales. Usted también es cómplice.
Link del vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=OZPI8Mabek0