El machismo mata

Opina - Sociedad

2016-12-08

El machismo mata

La Defensoría del Pueblo publicó en abril de este año un informe estadístico sobre la situación de los menores de edad en el país. En 2015 se reportaron 18 mil casos de abuso sexual, y entre enero y febrero de 2016, 2.594 niños y niñas fueron abusados. El 84% de los casos se cometen contra niñas. Escalofriante, ¿no? Aunque escandalosas, estas cifras se quedan cortas ante la realidad que viven día a día los niños y niñas en Colombia, pues, según Medicina legal, sólo el 30% de los casos son denunciados.

Seis meses después, el Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa) y la Fundación Plan lanzaron el informe “Estado de la población mundial” en el que señalaron que cada día son violadas, por lo menos, 21 niñas con edades entre los 10 y los 14 años.

Para entonces, los medios no se ocuparon mucho de las y los menores víctimas de abuso, las noticias al respecto no eran tapa ni se reproducían incansablemente (como suele suceder con las “primicias”) y ningún colombiano salió a la calle a protestar pidiendo justicia. Admitámoslo: la niñez nunca ha estado en la agenda.

Ahora Colombia está consternada por lo sucedido a Yuliana Andrea Samboní Muñoz, (sí, tiene nombre, no es la niña asesinada y violada, es Yuliana), y no es para menos. Sin embargo, vale la pena preguntarse, ¿qué tiene este caso que no tengan otros? La razón tiene nombre y apellido: Rafael Uribe Noguera. Pareciera que no nos sorprende que una niña de 7 años haya sido secuestrada, torturada, asesinada y violada; nos sorprende que un “arquitecto exitoso y prestante” de la capital haya cometido todos esos horribles delitos.

Y es aquí cuando la violación y el femicidio de una niña que disfrutaba de su infancia y su libertad jugando con sus amigas en la calle, se convierte en tapa y en primicia. Ahora sí los medios se ocupan de las cifras, esos números que no tienen rostro, inocencia ni juguetes y a través de los cuales nadie ve una vida arrebatada por el machismo. Entonces las noticias hablan del femicida; quién era, qué hacía, qué dicen sus amigos sobre él. Hasta analizan sus tuits; periodistas fungiendo de sicólogos baratos. Absurdo. ¿Y ella? ¿Quién era Yuliana Andrea, además de indígena, pobre y desplazada? ¿Qué le gustaba hacer? ¿Cuál era su juego favorito? ¿Qué quería ser de adulta? ¿Cuáles eran sus sueños?

A la par, se leen en las redes comentarios que implícitamente escudan la culpabilidad de Rafael Uribe: está loco, es un enfermo, es un drogadicto, si viene de una familia corrupta, ¿qué se podía esperar? (porque, no contentos con relatarnos su biografía, los medios se encargaron de sacarle los trapitos al sol a toda su familia)[1]. El sistema patriarcal se ha encargado tan bien de naturalizar la opresión y la cosificación de la mujer, que no podemos comprender que tipos como Rafael Uribe no están enfermos: son hijos sanos del patriarcado. O sí, están enfermos, pero de machismo.

La construcción social de género considera que una niña no debe estar jugando en la calle sola ni una mujer debe salir en la noche con minifalda o irse a la China mochileando. Tal vez si su mamá[2]  la hubiera cuidado mejor al no dejarla jugar sola en la calle, Rafael Uribe no la habría secuestrado, violado y asesinado. Nadie la señala con el dedo, pero sí la juzga con su discurso. ¿De cuándo acá tenemos que restringir nuestra libertad para estar vivas?

El foco del problema no somos nosotras, es el patriarcado que como fuerza dominante nos categorizó con un rol natural dentro la sociedad y así es como ha logrado sobrepasar el “sexo” femenino e invadirlo en todas sus dimensiones, instaurando la idea de que es el orden normal de las cosas. No hay nada normal en tener que inhibir nuestra existencia en una lucha constante por seguir con vida.

 

[1] Que Francisco Uribe Noguera sea socio de Brigard Urrutia, la firma de abogados detrás del despojo de tierras en Vichada donde tierras baldías que debían estar en manos de campesinos fueron apropiadas de manera fraudulenta, tampoco había sido una noticia muy sonada.

[2] De nuevo, el trabajo reproductivo es sólo femenino, el masculino sólo está en lo productivo.

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Tatiana Duque
Periodista de género y feminista confesa.