Latinoamérica, el dulce del mundo II

Opina - Literatura

2016-12-08

Latinoamérica, el dulce del mundo II

En mi escrito anterior comencé a esbozar la idea de que la literatura latinoamericana se apropió de sus historias y vivencias en el siglo XX y que fue en ese período de tiempo desde donde se dio su máximo esplendor, porque ya no se trataba de un simple boom sino de un estilo propio que el mundo empezó a leer, respetar y admirar.

De hecho, el novelista y traductor peruano Mario Vargas Llosa, ganador del Premio Nobel en 2010 en su discurso de aceptación de dicho galardón, lo expresó así:

“De niño soñaba con llegar algún día a París porque, deslumbrado con la literatura francesa, creía que vivir allí y respirar el aire que respiraron Balzac, Stendhal, Baudelaire, Proust, me ayudaría a convertirme en un verdadero escritor, que si no salía del Perú sólo sería un seudoescritor de días domingos y feriados. Y la verdad es que debo a Francia, a la cultura francesa, enseñanzas inolvidables, como que la literatura es tanto una vocación como una disciplina, un trabajo y una terquedad (…) Pero, acaso, lo que más le agradezco a Francia sea el descubrimiento de América Latina. Allí aprendí que el Perú era parte de una vasta comunidad a la que hermanaban la historia, la geografía, la problemática social y política, una cierta manera de ser y la sabrosa lengua en que hablaba y escribía. Y que en esos mismos años producía una literatura novedosa y pujante.

Allí leí a Borges, a Octavio Paz, Cortázar, García Márquez, Fuentes, Cabrera Infante, Rulfo, Onetti, Carpentier, Edwards, Donoso y muchos otros, cuyos escritos estaban revolucionando la narrativa en lengua española y gracias a los cuales Europa y buena parte del mundo descubrían que América Latina no era sólo el continente de los golpes de Estado, los caudillos de opereta, los guerrilleros barbudos y las maracas del mambo y el chachachá, sino también ideas, formas artísticas y fantasías literarias que trascendían lo pintoresco y hablaban un lenguaje universal.”

La esencia de todo es que al latinoamericano le ha faltado sentido de pertenencia pues desde tiempos de la colonia nos sentimos menos, puesto que religión, estilos y costumbres propias fueron suprimidas de manera brutal por las traídas de la península Ibérica; siempre hasta el siglo XX fuimos considerados por los habitantes del viejo continente, y así mismo nos lo creíamos, una mala copia de los españoles.

“Sudacas”, vociferaban los Ibéricos que tal vez, encontraban un espejo fiel en los cuadros de costumbres que relataban los novelistas de aquí; aunque, sinceramente, nuestros cronistas se han quedado cortos, pues aquí en Latinoamérica ocurren tantas cosas al mismo tiempo que quien está interesado en narrarlas escaseará en recursos y tendrá, por fuerza, que omitir hechos importantes. Hechos que quizá solo sucedan en esta parte del planeta y sea ese el motivo fundamental, para desarrollar técnicas propias que nos cubran de autenticidad. El novelista colombiano Gabriel García Márquez, también ganador del Premio Nobel de literatura, lo expresó así en 1981:

“Me atrevo a pensar que es esta realidad descomunal, y no sólo su expresión literaria, la que este año ha merecido la atención de la Academia Sueca de la Letras. Una realidad que no es la del papel, sino que vive con nosotros y determina cada instante de nuestras incontables muertes cotidianas, y que sustenta un manantial de creación insaciable, pleno de desdicha y de belleza, del cual éste colombiano errante y nostálgico no es más que una cifra más señalada por la suerte. Poetas y mendigos, músicos y profetas, guerreros y malandrines, todas las criaturas de aquella realidad desaforada hemos tenido que pedirle muy poco a la imaginación, porque el desafío mayor para nosotros ha sido la insuficiencia de los recursos convencionales para hacer creíble nuestra vida. Este es, amigos, el nudo de nuestra soledad.”

Y es que nuestras realidades de amor, dolor, dicha y generosidad, han sido plasmadas en novelas y cuentos y de todas ha tenido noticia Europa, la cual aprendió a llorar a nuestros muertos, a escandalizarse con nuestros dictadores, a disfrutar y vivir nuestros paisajes y a respirar nuestro aire. Europa aprendió esto y más, tal vez porque ella misma lo vivió; porque también hace mucho tiempo fue joven y quiso contarle al mundo lo absurdo de sus guerras, lo bello y variado de sus lugares, sus conflictos de poder y todo lo que la ha hecho el “viejo continente”.

Sin duda nos ha enseñado mucho pero nadie aprende por cabeza ajena y es aquí donde tenemos que vivir lo mismo que Europa. Tal vez no en muchos siglos, pero sí a nuestro modo y bajo nuestra mirada. Y ahora Europa se aburre porque tanta civilización quizá ahoga. Tal vez un poco de caos siempre hace falta y por eso, su mirada está puesta en nuestro continente donde el orden y el caos tratan de vivir a diario y de donde salen historias increíbles que en ningún otro lugar podrán suceder.

Es por ello que nuestra literatura es el dulce que hacía falta en el mundo. Nuestras historias le dan un sabor tal a la vida que sin ellas, el mundo se sumiría en un estado de somnolencia tal, que a nada se le sacaría gusto. Porque lo bello y sublime ya lo inventaron los europeos; para ellos ya todo está dicho y si no fuera por nuestra forma de vivir y contar que no es otra cosa que las historias, modas y pasatiempos que tendría para enseñarle un nieto a su abuelo, me atrevo a decir, que Europa y el resto del mundo, morirían de tedio. Porque hay cosas que sólo pasan en nuestro territorio. Hay hechos que un europeo nunca se ha imaginado pues están lejos de su zona de confort y solo por ello, merecen ser difundidos.

Somos esa azúcar, ese aditivo constante que de manera permanente nos hace gritarle al mundo que aquí estamos, aquí seguimos y que como dice una canción, “somos un continente sin piernas pero que camina”.

Mauricio Ceballos
Mauro Ceballos Montoya (Junnio), es abogado, comunicador social-periodista, amante de la literatura, la música, la radio y los animales. persona sensible, buen amigo, alegre y optimista. le gusta hacer las cosas bien y por eso es algo perfeccionista. no le gustan las injusticias y trata de no quedarse callado, aunque a veces es difícil. tiene la costumbre de malpensar, porque dice que así está más consciente de su realidad. por último, quiere compartir con usted, este pequeño escrito que en mucho o en parte, lo condensa todo: Puro humano. Soy juez y parte, fiscal y defensor, luz y oscuridad, ángel y demonio, egoísta y altruísta, tímido y despierto, soy la duda y la razón, lo ideal y lo absurdo, creyente y necio, trasparente y mentiroso. Soy la contradicción perfecta, humanidad pura.