Resulta inverosímil creer que en esta nación tan golpeada por la guerra y la desigualdad se diese un resultado como el de la jornada del plebiscito por la paz.
La radiografía de la victoria del NO muestra la triste realidad de la ignorancia de una nación, así como el “valehuevismo” de una sociedad conformista y temerosa. Ganó la mentira, ganó el temor de un grupo político que se sentía ad portas de ser juzgado y de perder su mas importante capital político: la guerra.
La política del temor se impuso con toda su mentira y material distractor de la realidad nacional, pero también la arrogancia del gobierno fue cobrada con creces.
Los argumentos esgrimidos por el partido Centro Democrático (en cabeza de su líder Álvaro Uribe Vélez y su aliado mayor Alejandro Ordóñez) ─muy al estilo de Goebbels─, involucraron todo el espectro de lo irreal y de la maquinación en pro de la defensa de sus intereses particulares. El gran temor a la persecución al paramilitarismo y el reconocimiento de la verdad, fueron maquillados para su venta al público con múltiples irreales que vaticinaban la entrega del país al “castrochavismo”, que pronto Colombia sería como Venezuela, que no debía haber paz sin impunidad, olvidando que esto ya existió cuando Uribe pactó con las AUC. En esa aparentemente ficticia desmovilización, envió a los autores de los mas atroces crímenes cometidos durante la guerra, a pagar a EE. UU. condenas cortas por narcotráfico, pero jamás en retribución de las masacres y centenares de muertos y familias destruidas que dejaron a su paso. Impunes quedaron muchos asesinos, descuartizadores, violadores sexuales y de derechos humanos en Colombia. De esto parece no haber memoria en las mentes colombianas o se creyeron fielmente el cuento vendido por los auspiciadores de este fenómeno. La verdad y reparación no ha sido efectiva hasta la fecha, dejando en la impunidad cientos de crímenes y vejámenes.
Basta notar la claras cifras del Centro de Memoria Histórica para darse cuenta de que el más alto horror vivido en Colombia, vino de la mano de los paramilitares, el estado y en muchas ocasiones, de su grosera unión.
Entre muchos otros argumentos distractores se incluyó la homofobia y el temor a la “ideología de género”, que solo es creíble en la mente de incautos: ¿Es posible creer que una guerrilla de más de 50 años tenga como su más grande ideal hacer gay a todo un país? ¿No creen que de ser así la guerra se habría peleado de una forma más “rosa”?
Muchos otros salieron a votar para no permitir más impuestos y desconocieron que los acuerdos de paz son independientes de la reforma tributaria que quiere impulsar el gobierno, además, parecen olvidar los seguidores del caudillo que fue él mismo quien introdujo durante su mandato un impopular impuesto de guerra y seguridad. Resulta egoísta estar a favor de un impuesto para comprar balas y armamento. y no para llevar equidad al campo y a las regiones golpeadas por el conflicto y el abandono estatal.
Este egoísmo quedó demostrado con la votación por regiones en el plebiscito: en donde la guerra ha tragado con sus fauces a la población, el SI venció de forma holgada, pero en las ciudades y en el centro del país donde el ingreso per cápita es más alto, imperó el NO. Basta comparar el mapa de votación contrastado con la distribución de NBI en el país: es idéntico. Con el NO se le dio un claro mensaje al mundo rural y pobre: ¡no nos importan!
Los promotores del NO, llenándose la boca con masacres como la de Bojayá, fueron desmentidos con una bofetada de SI, que en esta marginada y golpeada población ganó con el 96 %.
A esta victoria del NO, es desproporcionado darle todo el crédito a la maquinaria del uribismo ─que sí hizo la tarea juiciosa de salir a votar─. El pueblo colombiano hizo gala de su irresponsabilidad dejando la decisión en un tercio de la población y quedando como espectador desde la tranquilidad de sus casa por ese gusto de no asumir ninguna responsabilidad, de poder decir si algo sale mal: «yo no fui», «yo no tuve nada que ver».
El gobierno en cabeza de Juan Manuel Santos pecó por arrogancia. Por querer medir su apoyo llevó cuesta abajo el gran acuerdo construido en 4 años, se unió su baja popularidad al plebiscito y condenó al SI a la derrota. Su impopular y en muchos casos contradictoria gestión, deslució la búsqueda de la paz. Nadie cree que quien busca la paz es el mismo que con afán neoliberal va en contra de la población. Muchos votaron NO como forma de castigar al mandatario y desconocieron que este proceso no era de él sino de todos, que debíamos construirlo y retroalimentarlo desde lo básico, de la lectura de los acuerdos, la opinión critica y la movilización ciudadana.
La maquinaria gubernamental mostró clasismo, haciendo de los eventos por la paz (actos de gala no cercanos al corazón del pueblo). La firma del acuerdo fue clara muestra de esto, el acto llevado a cabo en Cartagena parecía más un evento del reinado nacional que una demostración de unión para el perdón y la reconciliación. Hacer este acto pomposo con los encopetados lagartos que asistieron, resultó odioso para gran parte de la sociedad. Estoy seguro de que si hubieran llevado esta manifestación a un epicentro del conflicto (Bojayá, Montes de María, Catatumbo, entre otros) de la mano de la comunidad afectada, se hubiese mostrado una cara humana que daría validez a la firma del acuerdo y hubiese resultado en una participación más activa del electorado.
Las FARC fallaron al mostrarse de forma “triunfante”: el discurso de Timochenko aunque lleno de verdades, lució arrogante por su verborrea de sabelotodo. Además, parece que rindieron muy pronto su afán beligerante al dejar que el gobierno determinase la forma de realización de los actos y la socialización de lo pactado. Su búsqueda del perdón debe ser más exhaustiva y para la nación.
La victoria del NO nos muestra como un país esquizofrénico, nervioso y manipulable. Está bien conocer cuál es nuestra realidad para poder transformarla, lo que hasta ahora hemos hecho como nación puede corregirse para buscar el fin de este conflicto.
De esta revisión podemos dar también un parte positivo, el cese al fuego bilateral está vigente, el conteo de víctimas por el conflicto ha bajado enormemente desde el cese unilateral. Debemos buscar el camino como sociedad para no permitir que se destruya lo construido, aportar lo que se deba mejorar y modificar si es necesario sin deformar lo que anhelamos: paz con justicia social.
Publicado el: 10 Oct de 2016