Mucha polémica se ha levantado en Occidente por El Festival de la Carne de Perro de Yulin, celebrado en esta localidad al sur de China desde los años 90 y donde se matarán y comerán unos 10.000 perros.
El evento, ampliamente denunciado y condenado, ha causado ampolla en cientos de activistas en redes sociales, porque para activista social hay que pararse de la silla. El caso es que dichos activistas se oponen por tres razones básicas:
- Este tipo de eventos trae como consecuencia el aumento del secuestro de perros callejeros y mascotas. (El 80% de los hogares con perro de una ciudad del este de China llamada Jinan, con más de tres millones de habitantes, declaró que su perro había sido robado de su propio hogar).
- Las granjas donde crían los perros que serán sacrificados cuentan con pésimas condiciones.
- Señalan que el consumo de carne de perro puede no ser bueno para la salud.
Mientras tanto, en Yulín respaldan el Festival que tiene como objetivo conmemorar el solsticio de verano; y algo con lo que no concuerdan los que realizan esta práctica con las denuncias digitales, es que le atribuyen efectos beneficiosos a la ingesta de carne de perro y se declaran indignados por la ampolla generada cuando en Occidente comemos otros animales y por montones.
Bueno, para empezar, comer carne de perro es legal en China, y la población se encuentra dividida entre quienes condenan el festival como un acto atroz y quienes defienden las tradiciones de la provincia de Guangxi; aunque algunos alegan que tampoco es que sean tradiciones tan viejas y arraigadas, ya que tienen menos de 30 años.
Si volteamos la tajada, nada más en Colombia, al año se consumen 920.000.0000 millones de kilos de carne de res, una cifra bastante abultada y ampliamente criticada, también, por otras sociedades que veneran en igual medida las vacas y desaprueban lo que estamos acostumbrados a comer aquí. Y si bien otra de las razones que salió a flote para castigar el Festival fueron las condiciones en que eran -y serán- sacrificados los perros, me gustaría invitarlos a un matadero colombiano, donde a cuchillo matan, desmiembran, despellejan y separan por cortes cada res previamente criada y alimentada para llegar a la mesa de nuestras casas. Eso sí, el nivel de crueldad no es igual.
Como amante de los perros me duele profundamente ver las imágenes desgarradoras de los canes condenados a la olla, porque he convivido con perros, los he amado, he aprendido a entenderlos y conozco la profunda nobleza y el incondicional amor que pueden profesar estos animalitos; pero así mismo, en la India, por ejemplo, aman las vacas (la misma res, para quien tenga dudas), las dejan andar y comer libremente de todo lo que encuentren a su paso y jamás pensarían en matarlas para su consumo.
Pero siento que ese no es el caso de Yulin, en China no es común que le ofrezcan a los comensales carne de perro, sólo en la ciudad de Yulin, y festivales como este lo único que parecen hacer es generar polémica para atraer turistas, indignados o curiosos, pero turistas. ¿Dónde están los fundamentos de dicha tradición?, ¿en la creatividad malévola de los organizadores?
Tristemente, los perros robados de su hogar, encerrados en un sótano, apaleados hasta perder la voluntad de ladrar o de defenderse y posteriormente lanzados a un camión con cientos de perros más, previamente criados en peores condiciones, mueren cruelmente, en medio de risas, en espectáculos callejeros que más que una celebración por solsticio de verano, es una burla a la indefensión y nobleza de los perros.
Muchos seguirán saliendo a defender las tradiciones, como quienes defienden la tauromaquia, pero no puede ser tradición asesinar animales de una forma tan brutal. La cultura no puede ser una excusa para ser cruel con los animales, sean vacas, cerdos, toros, gatos o perros.