Si algo ha sido fatigante y agotador durante los últimos días, es el tema del plebiscito que busca refrendar los acuerdos logrados entre el Gobierno Nacional y el próximo grupo exguerrillero de las Farc.
Ya todo está dicho. Todos escriben sobre lo mismo. Unos insultan y despotrican en contra de los que votarán ‘Sí’ y otros hacen lo propio con quienes decidirán irse a las urnas con el ‘No’.
Pero no está de más, en esta recta final, tomarse el trabajo de advertir a los indecisos, o a los engañados con las mentiras que diariamente dicen las cabezas del Centro Democrático, el exprocurador y el expresidente Pastrana, que si piensan votar negativamente, están en todo su derecho, pero es menester que ese voto sea informado y se deposite con convicción y no inducido por las eternas falsedades que pululan y salen de las cabezas de quienes pretenden una paz con las Farc distinta a la que se propone con el acuerdo de La Habana. O sea, una paz imposible.
Para que el voto sea útil, no solo basta con que sea por una opción u otra. Es necesario que sea pensado, analizado, reflexivo y realmente salido de la sindéresis y de la razón. Esa razón que dice que luego de este acuerdo no habrá oportunidad de hacer otro, ni de lograr una tregua definitiva con el mayor grupo insurgente del país, ni de reorientar la discusión.
A muchos se les ha vendido la idea de una renegociación, de cárcel para los jefes guerrilleros y de una paz sin impunidad. Esas son, en esencia, las premisas del ‘No’ uribista. Pero ya Juanita Goebertus, en su magnífico ensayo publicado el pasado viernes 9 de septiembre, explicó claramente que en este acuerdo que se pondrá a juicio de los ciudadanos, ni hay impunidad, ni es posible sentarse otra vez a la mesa. “Nadie deja las armas para irse 60 años a la cárcel”, dijo. (Ver enlace)
Cuando uno va a las urnas y sufraga responsablemente, después de haber leído las propuestas de los candidatos, y en este caso, los acuerdos finales, sufraga con la ilusión de un país distinto, con la ilusión de cambio.
Luego el voto por el ‘No’ es un voto inútil, porque es depositar una papeleta para seguir en lo mismo, porque se basa en mentiras actuales y se proyecta en soluciones futuras que no habrá.
El 28 de agosto, los tres precandidatos presidenciales uribistas escribieron una página completa en el diario El Tiempo con las razones por las cuales creen que su ‘No’ es la mejor forma de construir un nuevo país, pero no se necesita tener amplios conocimientos de derecho para poder darse cuenta de que sus argumentos son fácilmente rebatibles.
No es más sino detenerse en dos o tres para hacer ver a los seguidores del ‘No’ que esos argumentos son falsos. En primer lugar, dicen los dirigentes del CD que “Colombia merece una verdadera paz, con bases sólidas de justicia y garantías de sostenibilidad”. Pues bien, es importante anotar que el acuerdo incluye justicia transicional (no ordinaria, que igual seguirá funcionando) avalada por la CPI en boca, nada menos, que de Fatou Bensouda y de James Stewart, fiscal y vicefiscal de ese organismo.
Por otro lado, el acuerdo contempla garantías de sostenibilidad en la medida en que si se aprueba, quedará blindado ya que como anunciaron los negociadores de lado y lado, esos “acuerdos serán elevados a la categoría de acuerdo especial, una figura contemplada en el Derecho Internacional Humanitario (DIH) que tiene por objeto darle vía libre a las partes para terminar o humanizar la guerra.”
Asimismo, los acuerdos aprobados “quedarían incorporados a la Constitución y la ley a través de un trámite en el Congreso” como se puede leer en los textos finales. Y por si fuera poco, hay 6 pasos para blindar esos acuerdos que van desde el acto legislativo para la paz hasta la salvaguarda de los acuerdos con el depósito de los mismos en el Consejo Federal Suizo y la declaración del Presidente, pidiendo al Secretario General de la ONU “que se dé la bienvenida al Acuerdo Final”, tal como bien lo explica un texto de la Revista Semana del pasado 12 de mayo y que pueden ver aquí
Es importante aclarar que el uribismo instauró una demanda al acto legislativo para la paz que servirá para la implementación de los acuerdos en el Congreso, pues dice que viola la Constitución, situación que definirá la Corte Constitucional, pero que desde mi perspectiva, no prosperará ya que precisamente, serán el Congreso y la misma Corte las que avalarán y darán la última palabra a esas reglamentaciones. Al respecto el jurista Rodrigo Uprimny ha dicho lo siguiente:
“Resulta entones claro que los dispositivos especiales de refrendación e inclusión jurídica del acuerdo de paz, aunque son novedosos y especiales, para nada representan una “solución extraconstitucional” o un triunfo de las guerrillas sobre la Constitución. Estos mecanismos tampoco le otorgan a la Mesa de la Habana facultades constituyentes ni legislativas. Si así fuera, la implementación del acuerdo de paz no quedaría supeditada a su ratificación popular y a su adopción por el Congreso, su revisión por la Corte Constitucional y su sanción por el Presidente de la República.” Más claro no canta un gallo. (Ver texto).
Por otro lado, el mensaje, como dicen ellos, no es que hay que ser delincuente para obtener mejores condiciones sociales. Lo que toca es ser consecuente con la verdad que es que la guerrilla, aunque debilitada por Pastrana y por Uribe, no pudo ser vencida y por ende, la forma de acabarla era a través de la negociación.
Dicen los ilustres precandidatos a la Presidencia que quieren que los responsables de delitos atroces no sean elegibles, pero resulta que el fin último de cualquier negociación en el mundo con grupos insurgentes es, quiéranlo ellos o no, la elegibilidad política. Elegibilidad que se logrará luego de pagar penas según lo defina el Tribunal para la Paz. Otra cosa es que los colombianos, después, decidan elegirlos presidentes, congresistas, gobernadores, alcaldes, concejales o diputados.
Aseguran que se les van a asignar a dedo 26 curules, pero resulta que no, solo serán 10 y no a dedo, pues deberán someterse a las urnas: 5 en Cámara y 5 en Senado, y olvidan que las otras 16 de las que hablan son de circunscripciones especiales y temporales que darán la oportunidad a muchos olvidados y desprotegidos -que jamás podrían llegar a algún cargo de elección popular- de poder participar también en política. Ahora, ¿con 10 curules en el Congreso qué podrán hacer las Farc si ni siquiera ha podido la bancada del CD, con más del doble, hacer algo?
En fin, podría uno seguir haciendo el ejercicio hermenéutico sobre los reclamos del uribismo a los acuerdos y seguiría encontrando interpretaciones de mala fe por parte del Centro Democrático, que se hacen con el fin de confundir. Dicen, por ejemplo, que las víctimas han sido humilladas y que las Farc no han pedido perdón. Bueno, que vean lo que pasó con los familiares de los 11 diputados del Valle secuestrados y asesinados vilmente por esa organización.
Que se va a legalizar el narcotráfico. Pues no, porque incluso en los acuerdos las Farc han declarado que se desvincularán de ese nefasto negocio. Si no lo hacen, para la cárcel derechito, así de simple.
Lo de las tierras, que dicen serán expropiadas a quienes las han adquirido legalmente queda desvirtuado porque el acuerdo dice: “la expropiación solo se hará a tierras que estén improductivas, siguiendo conductos legales”.
Por último, la paz que ellos quieren es imposible porque como se ha explicado, hablan de renegociar, de condiciones absurdas de castigo que la guerrilla no aceptaría y de no elegibilidad para cabecillas, lo cual no es viable.
Por eso, es muy importante que en los días que quedan para la votación, se piense en las consecuencias para el país que tendría hacerles caso y depositar en la urna un ‘No’ inútil que solo serviría para echar al traste un valioso y enorme esfuerzo de paz que difícilmente se volverá a repetir en Colombia y menos con un Presidente proveniente de las huestes uribistas.