Cuando encendemos el televisor podemos escoger el canal que mejor nos parezca gracias al cable. Antes, debíamos elegir entre las opciones que permitía la señal libre y resignarnos a ver tres o cuatro canales nacionales llenos de programas banales y mediocres.
El monopolio de la televisión en Colombia ha permanecido en las manos de dos canales privados desde que ganaron las licencias en 1997. Por fortuna, los operadores de cable han destruido parcialmente este monopolio ofreciendo más opciones y desarrollando paquetes que incluyen canales nacionales e internacionales a precios razonables.
Esta nueva opción, junto con la insatisfacción de los televidentes por la mala programación, ha traído millonarias pérdidas para los dos licenciados: RCN y Caracol; pues aparentemente, los televidentes colombianos decidieron cambiar de medio y escoger otras opciones para ver televisión a través del cable y el internet.
Así lo demuestran las cifras de rating de los últimos meses. Betty la Fea es la producción que más puntos registra el canal RCN en toda su programación: un lamentable 5.7 el jueves 8 de septiembre. Si consideramos que esta novela es un rencauche del 2001, quiere decir que todo lo nuevo no gusta. Debe ser muy deprimente para los directivos de RCN que después de quince años, Betty siga siendo el programa más exitoso de su parrilla. Atras quedaron los puntajes destacados, pues si tenemos en cuenta que el canal llegó a registrar 18.9 puntos con la serie A Corazón Abierto, un 5.5 resulta horripilante.
Caracol Televisión está teniendo mejores resultados, no por ser mejor que RCN, sino porque su competencia está tan mal que este ha ganado terreno aprovechándose de esa situación: 13.4 registró la serie La Niña el jueves 8 de septiembre. Uno ve la programación de ambos canales y sinceramente no hay muchas diferencias en cuanto a calidad y contenido, pero la gente ya tiene una mala imagen de RCN, mientras que Caracol ha mejorado a través de programas deportivos y la implementación de otro formato para su noticiero.
En gran medida, la imagen negativa de RCN se debe al sesgo de su noticiero y, sobre todo, a la sobrada forma de vender las nuevas producciones, las cuales se promosionaban tanto que parecían estrenarse antes de ser lanzadas. Como diría Enrique Thrheebilcock en Las2Orillas: “… hace poco tiempo se podía ver a las presentadoras de farándula del noticiero decir mentiras como “Las producciones de Nuestra Tele son las más queridas entre los colombianos” mientras forzaban una sonrisa leyendo un libreto que ni ellas se creían”.
El rating de los programas de RCN está generándole a sus directivos grandes dolores de cabeza, porque el canal ha hecho grandes inversiones en la producción de ambiciosos programas que auguraban ser un éxito rotundo y muchos no han pasado ni un mes al aire. Los anunciantes se van cuando no hay rating para vender sus productos, y eso significa la quiebra para el canal.
Tal exceso de confianza y, además, el irrespeto a los televidentes por dedicarse al uribismo, los llevó a fracasar en todo lo que sacaban, a tal punto que ya perdieron la estima del televidente y la inversión de muchos clientes.
Por otro lado, la inminente llegada del tercer canal y el éxito de Netflix como concepto de televisión a la carta, no solo atisba las preocupaciones de ambos canales, sino que también pellizca a las programadoras de cable, pues si estas siguen excediéndose con las propagandas de ollas a presión, cuchillos y productos de belleza, también podrían terminar decayendo como la televisión tradicional. A la gente no le gusta ser interrumpida por comerciales en medio de su programa favorito, eso es molesto y genera fastidio.
Nuestro país es de los países con más usuarios suscritos a los servicios de televisión por cable alrededor del mundo, y esto nos ha permitido cambiar la forma de ver televisión, porque la oferta televisiva permite exigirle a los canales locales que desarrollen mejores producciones para elegirlos sobre las demás opciones. Pero parece que todo el mundo se ha dado cuenta de esto, menos los dos canales privados. Terrible.
La gente ya no quiere seguir con lo mismo. Eso de tener un programa mediocre de variedades por la mañana, noticias de dos horas al medio día para darle paso a otro programa de variedades que intentaba hablar de moda pero en realidad la ridiculizaba; seguido de tres novelas rencauchadas como Betty La Fea (repetida diez veces), llegar de nuevo a las noticias uribistas y un reality show que debía incluir mechoneada y desnudos; para así finalizar con una producción estrella remplazada por otra igual al siguiente mes: una narconovela, biografía del personaje de moda, o algo que no cuenta nada nuevo. La gente –según el rating–, no quiere más ese tipo de televisión y tiene la opción de cambiar de canal para escoger algo que valga la pena ver y, por fortuna, las opciones ya se encuentran disponibles a un clic de distancia.