Recuerdo muy bien cuando en el colegio me “ilustraban” con los temas de ciencias sociales: geografía, colonización, revoluciones y hasta quizás todo un poco de culturas mestizas o afrodescendientes.
No logro evocar ni un solo día de clase donde una maestra me hablara sobre indígenas, sobre el bogotazo o no sé, quizás sobre como surgieron las guerrillas, como fue el país con la llegada de la televisión o que paso en el gobierno de Belisario Betancourt.
Pues no, no recuerdo nada de eso, porque lamentablemente el Eurocentrismo no nos dio pa’ más, y nuestra lógica es inundarnos de un poco de historia que no es nuestra; no puedo negar que es importante palparse de todo un poco, pero y ¿nuestra historia? ¿Quién la narra? ¿Quién la enseña? ¿No es acaso importante?
Cuando ingresé a la universidad me encontré con la triste situación que menos de la mitad de mi clase teníamos idea sobre temas relacionados al país. Lo mucho o poco que uno conseguían conocer, era por medio de algún medio privado, que a decir verdad poco o nada le interesa hablar de historia. ¡Usted sabe! “no conviene, no conviene”.
Y es que usted va por la calle, o va en un bus o está escuchando las conversaciones que se dan en compañía de un corrientazo, y se encuentra con que la mayoría no sabe absolutamente nada sobre lo que ocurre u ocurrió en esta patria, y siendo sinceros a muchos no les interesa saberlo.
Sin embargo, algo muy curioso de nosotros los colombianos, es que cuando hay momentos cruciales o polémicos en el país, todos nos convertimos en expertos de temas sociales, económicos y políticos.
Es entonces la famosa reunión con la “pola” en mano la que crea los más fervorosos debates del colombiano, y como si fuera poco, la fuente más fidedigna es la televisión. Es que nosotros creemos saber de narcotráfico por ver novelitas de mujeres “exquisitas” o por ver series de carteles mafiosos, ahora hasta sabemos de grupos armados y victimas por ver novelas relacionadas al tema.
Pero cómo hablar con otro fundamento, si en la escuela a usted le enseñaron la historia de otro.
Entonces, con todo esto del SI y el NO, me pregunto si tenemos los suficientes argumentos para decidir lógicamente y con seriedad.
Los del NO, afirman que habrá impunidad, que no quieren convivir con asesinos o que no están dispuestos a que se les entregue poder político.
Los del SI, saben que una oportunidad así no se volverá a dar y afirman que la política y los acuerdos son el camino para la construcción de mejores alternativas para el país.
Imagino que ambas partes se han tomado la tarea de echarle’ una revisadita a la historia, porque para los que queríamos saber dónde estábamos ubicados nos tocó por cuenta propia darnos la clasecita de ciencias sociales. Porque cuando se dice la palabra criticar, estamos siempre de primeras.
Independientemente de decir sí o no, hay que analizar que la mayoría de citadinos nunca hemos visto un guerrillero o jamás hemos vivido de cerca los 52 años de guerra. Por lo que creo que es más lógico tomar la decisión de forma racional y no emocional.
Muchos dicen ponerse en los zapatos de las víctimas. Pero lo irónico es muchas de ellas están dispuestas a perdonar.
¡Así que informémonos! ¡Lea! No coma cuento! ¡Analice todas las partes! si usted conoce nuestro pasado, estará de acuerdo con que aquí ¡¡todos tienen rabo de paja!! Y que la historia violenta de este país no es solo por ciertos grupos o individuos.
Que sea la necesidad de no repetir la historia, lo que nos impulse a tomar la mejor decisión y que sea la necesidad de buscar nuevas alternativas lo que nos guarde.
¡Es hora de saber y contar nuestra propia historia!