En Colombia hay que competir en todo y por todo: en los deportes, por un patrocinio o una beca; en la salud, por una cirugía inaplazable o por un medicamento costoso; en la educación, por un préstamo o por el coste de una carrera universitaria; en el trabajo, por un empleo calificado o no. Lo ideal sería que hubiese atención y espacio para todos sin necesidad de competir.
Los medios publicitan estruendosamente las hazañas deportivas, artísticas, académicas, dándole todos los méritos al Estado como si este fuese el aportante mayor, cuando esos triunfos se deben casi siempre a excelentes condiciones individuales y a ingentes sacrificios familiares.
El erario es insuficiente porque no alcanza para el altísimo número de sus saqueadores; el presupuesto es deficitario para la inversión social y la mitad del mismo se destina al pago de la deuda externa. El Estado burgués prioriza el garantizar a los ricos un elevado incremento de sus capitales y destina la partecita sobrante al mísero servicio social para los más pobres.
Un Estado preocupado por el bienestar social tiene que ofrecer gratuitamente a la niñez y la juventud suficientes escenarios deportivos, con entrenadores y médicos deportólogos; bien calificadas instituciones educativas, con docentes de la más alta calidad; total cobertura universitaria: debe garantizar que toda la población tenga acceso a clínicas y hospitales bien equipados, con personal médico y paramédico altamente capacitado; que cree empleo para toda la población en edad de trabajar y pensiones para los adultos mayores. Los ricos son los únicos que pueden financiarse una buena salud y una buena educación y vivir su vejez sin afugias.
Con tantas deficiencias en estos sectores es una solemne mentira decir que Colombia es la democracia más avanzada de Latinoamérica y que vivimos en un Estado Social de Derecho.
El deporte debería practicarse masivamente con el fin de mejorar el estado de salubridad de la población, no con fines mercantilistas. Por ello no tiene que ser competitivo sino aficionado. ¿Para qué tanta alharaca porque, superando varias deficiencias, surgen unos cuantos deportistas que en poco se incorporan a grandes empresas donde se convierten en millonarios? ¿No es preferible que, en vez de unos pocos triunfadores, toda la población mejore sus condiciones de salud, gracias a la práctica masiva del deporte?
Lo mismo ocurre en la educación. Mucho alboroto porque se brinda una ayuda a los “pilos” meritorios, sobrados en conocimientos, pero se abandona a los demás, que son la mayoría, quienes seguramente no poseen tan alto coeficiente intelectual o han carecido de docentes competentes o de padres bien formados e instruidos o no han gozado de una adecuada nutrición y de la logística necesaria para competir exitosamente. Toda la población estudiantil podría ser “pilosa” si existiese igualdad social.
La Competencia es un valor fundamental del capitalismo, mediante la cual salen adelante unos pocos mientras la mayoría se queda a la saga sirviendo de fuerza de trabajo a los ganadores. Lo recomendable es la emulación con el fin de lograr avances sociales, progresos técnicos, mejor calidad, pero no con el señuelo de ganarse una lotería que lo pueda entrar al pequeño círculo de los multimillonarios.