La función política de la mentira

Opina - Política

2016-06-15

La función política de la mentira

«Si una mentira se repite lo suficiente, acaba por convertirse en verdad».
Joseph Göebbels

La humanidad ha sido mendax ab initio, es decir la mentira ha sido tan antigua como el hombre mismo. Siempre, desde que existe la política se ha mentido. Se miente para ocultar lo que es, disimulación, o se miente para hacer ver lo que no es, simulación. De hecho, los expertos en lenguaje político como Manuel Alvar y Miguel Rebollo, han enseñado que el lenguaje político se usa principalmente para ocultar o para engañar al público, para ocultar los verdaderos propósitos que animan al hablante.

Sin embargo, como dice Alexandre Koyré, nunca se ha mentido tanto como ahora. Y en nuestro medio, esa afirmación parece que gana cada día mayor fuerza y, paradójicamente, veracidad.

Nuestros gobernantes simplemente se tapan los ojos, y quieren tapárnoslos, con afirmaciones supuestamente veraces del tipo “ese tal para agrario, no existe”. La realidad va en contravía con las afirmaciones que ellos producen a diario, pero para eso tienen los aparatos ideológicos de Estado: para hacernos creer SU realidad, no la verdadera realidad.

“Aquí no hay desplazados, sino migrantes” decía un personajillo singular y muy cercano al gobierno anterior.

“Los muertos de los falsos positivos eran guerrilleros caídos en combate”. Incluso un senador de la República que no conoce el rubor, afirmó recientemente que las madres de Soacha reconocieron que sus hijos muertos en esas aterradoras faenas, eran delincuentes.

Maquiavelo habló de la mentira útil, como un mecanismo para asegurar el poder del Príncipe. Y a fe que nuestros políticos profesionales lo han aprendido al dedillo.

Fotografía: Laura Snow

Fotografía: Laura Snow

Ahora, por ejemplo, anda una tropa de recolectores de firmas en contra de la paz. Hay de todo, desde senadores y representantes de uno y otro sexo, hasta amas de casa desprogramadas que siguen al Mesías en su cruzada guerrerista (peleada con hijos ajenos, eso sí). Y se valen de la mentira de la manera más desparpajada posible.

Van desde el engaño vil y desembozado haciéndole creer al aspirante a firmón que está apoyando otras causas, como la lucha por el derecho a la salud o a la educación, hasta el invento de supuestos acuerdos en la Habana, según los cuales los guerrilleros desmovilizados, no solamente no van a pagar ni un día de cárcel, sino que incluso se les va a pagar un salario que muchos profesionales desempleados envidiarían.

Cuando no afirman a boca llena que el país se le va a entregar a las FARC y que una dictadura “castro-chavista” va a ser instalada en la Casa de Nariño. Y se aprovechan las circunstancias para convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en amenaza grave.

Se utilizan las enseñanzas del doctor Joseph Göebbels sobre la propaganda, particularmente aquella que dice que “Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar”

Entonces se ha tejido una red de embustes en relación con la paz con el propósito claro de llegar a convencer a mucha gente de que piensa «como todo el mundo», creando una falsa impresión de unanimidad. Porque sabido es que Vicente siempre va para dónde va la gente.

El país conoce muy bien esas prácticas. Las empleaba con especial destreza Laureano Gómez en su afán de “hacer invivible la República”, para lo cual creo en 1936 el diario El Siglo. Las manejó con maestría Pablo Escobar durante su lucha contra las instituciones para enlodar a los adversarios que lo perseguían y acorralaban. Y su primo lo ejecuta con singular propiedad en los debates del Congreso.

Sin embargo, la mentira es un claro signo de debilidad. Señala Koyré que “La mentira, ya lo hemos dicho, es un arma, y sobre todo, el arma del más débil: no se emplea la astucia contra los que es fácil aplastar sin grandes riesgos: se actuará con astucia, se engañará al contrario para poder escapar del peligro».

Ellos saben que son débiles, que cada día que pasa pierden adeptos, que su discurso se va desgastando ante hechos, pese a todo, inocultables y por eso se aferran a ese mecanismo.

Por demás, habría que pensar qué grado de validez tienen, desde el punto de vista jurídico, las realidades construidas a partir del engaño y la mentira. ¿Qué tan válidas podrán ser las firmas obtenidas a partir de un ardid, de una artimaña embustera? ¿Qué clase de realidad jurídico política podrá levantarse sobre unos cimientos deleznables y huidizos como la engañifa?

Es preciso entonces desenmascarar a los farsantes que nos quieren hacer comulgar con ruedas de molino. Resistir a la mentira política: he ahí la verdadera resistencia civil.

Publicada el: 15 Jun de 2016

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Armando López Upegui
Historiador, Abogado, Docente universitario y Maestro en Ciencia política.