Han armado todo un barullo con motivo del plebiscito que el gobierno quiere realizar para legitimar los acuerdos de La Habana. Que si sirve o no, que si va a ser eunuco, que los empleados públicos no pueden debatirlo. En fin, miles de dimes y diretes; sin embargo, es bueno recordar otro plebiscito que se utilizó en el pasado para refrendar acuerdos de paz, sin tanto escándalo, sin tanta mala leche, sin tanta oposición.
La época de la Violencia del siglo XX colombiano transcurrió desde 1947 hasta 1959. Múltiples factores fueron las causas que determinaron su cruento y doloroso paso por nuestra geografía; no obstante, a la hora de ponerle fin a esa patología social también fueron necesarias las conversaciones por fuera del país. Concretamente en dos localidades españolas: Benidorm y Sitges, balnearios donde, no una comisión, sino los dos protagonistas principales de la violencia: el partido liberal y el partido conservador, representados por sus máximos jerarcas Alberto Lleras Camargo y Laureano Gómez Castro, entraron en conversaciones de paz.
Los acuerdos no fueron públicos hasta que estuvieron firmados y en firme. Y, al igual que ahora, una citación a la plebe fue la base de su adopción legítima, la cual se concretó el 1 de diciembre de 1957.
Causa asombro que personas que saben y tienen por qué saber estas cosas, ahora armen tanto barullo con la convocatoria al nuevo plebiscito. ¿Impunidad?, los acuerdos de Benidorm y Sitges implicaron no solamente la milimétrica repartija burocrática y la alternación presidencial de los partidos cada cuatro años, también hubo una amnistía general generosísima.
Los crímenes de lesa humanidad que están documentados todos en obras como “Lo que el cielo no perdona” y los tres mamotretos de “La Violencia en Colombia” de Guzmán Campos, Fals Borda y Umaña Luna, fueron perdonados con anchísima manga. Militares, policías, particulares que estuvieron vinculados a la comisión de delitos execrables, no pagaron ni un día de cárcel.
Que se le va a entregar la Constitución a la guerrilla. Qué más entrega de la constitución que los acuerdos del Frente Nacional, que tornó en exclusiva la participación política y el acceso a los puestos públicos.
Que el pueblo no sabe qué va a aprobar. Hay que esperar a llegar al río, para pensar cómo se va a cruzar el puente. Todavía no han concluido las negociaciones, no se sabe todavía en qué van los acuerdos. Será necesaria toda una jornada incansable de pedagogía, como cuando se hizo la Constitución de 1991.
La Violencia generó una gran tristeza en el país. Hemos sucumbido a ella durante sesenta años. Es necesario salir de este remolino infame y la puerta está abierta.